martes, 4 de agosto de 2015

SOBRE EL PERDON
Notas sobre el trabajo de Oscar Tulio Lizcano “El perdón duerme con las palabras”

CARLOS MEDINA GALLEGO
Docente – Investigador
Centro de Pensamiento y Seguimiento al Proceso de Paz –CPSPP-
Universidad Nacional de Colombia

He tenido la oportunidad de leer el trabajo de grado en la Maestría de Filosofía de la Universidad de Antioquia, del Dr. Oscar Tulio Lizcano, titulado, “El perdón duerme con las palabras” y siento la obligación de enunciar  en un primer momento, la sensación de gratificación y deleite que he tenido a lo largo de la lectura del documento, no solo por el tema que aborda, la manera como lo hace y lo que decanta de lo que se podría denominar la  filosofía  del perdón, para el tratamiento del mismo en el ámbito del conflicto colombiano.

Es,  si ustedes me lo permiten,  una pieza exquisita de reflexión que esta medida por una escritura sencilla y contundente, que nos lleva de la mano de quien escribe por los imaginarios de conocidos filósofos y pensadores del perdón (Husserl, Ricoeurt, Derrida, Jankelevitch), reivindicando para las victimas el legitimo derecho a ser portadores del ejercicio absoluto del perdon, desde un enfoque que se construye más allá de lo político y jurídico en el orden de lo moral como un acto liberador y reparador.

Hay en el texto un orden de la reflexión que va creciendo en argumentos en un debate interior del autor en su condición de víctima que está detrás de respuestas a sus propios padecimientos, allí se siente la lucha interior de Oscar Tulio, por encontrar un lugar desde el cual responder las preguntas que motivan su reflexión sobre el acto del perdón en un orden en que se construye la superioridad moral de la victima sobre su victimario. Es un discurso en el que tiene transito sanatorio la ira, el dolor, el sentimiento de venganza, la retaliación… para alcanzar la desnudez del espíritu que es capaz de perdonar y de reivindicar como propio el derecho a hacerlo.

La estructura del trabajo, es terapéutica, una larga y motivada introducción abre la puerta a la reflexión de cinco apartes cada uno de los cuales se fija un propósito constructor y argumentativo en el que la idea del perdón, se hace concepto, practica narrativa, reflexión filosófica, disputa política, acto humano que coloca al centro la fundación argumentativa y la reafirmación de profundas convicciones sobre la práctica del perdón. El discurso se carga de razones propias para el perdón, de solidas bases en el orden de lo moral, de seguridades que se construyen en la insistencias recurrente de afirmaciones que en un primer momento tienen como objetivo persuadir al autor e invitarlo a adscribirlas.
Este no es trabajo convencional de un estudiante de maestría que asume para cumplir un requisito para optar por un titulo. No este trabajo está escrito, para llenarse de razones y salvar la vida, para repararse a si mismo en un universo de reconocimiento del otro, como un  otro que necesita ser reconocido y reparado mas allá del daño que ha producido como un otro posible y no un otro negado. El objeto de este trabajo no es la víctima es el victimario que es en quien se deposita el perdón. Pero el protagonista único e insustituible del acto del perdón si es la víctima y ese es el reclamo que atraviesa esta reflexión desde la filosofía.

Oscar Tulio, ha procesado su propio dolor, de la mejor manera que lo puede hacer una persona que ha sido como él victima de la violencia, lo ha hecho en la profundización de su condición humano, en la sacralización de su vida en el marco de lo cultural y lo ético, de lo moral y de lo filosófico. Se ha deconstruido en la órbita de las reflexiones sobre el perdón en torno a enunciados fundacionales que le permiten proyectarse en una práctica que no solo lo dignifica y engrandece, sino que se constituye en una ruta social para el perdón que ocupa sin compromiso la individualidad de las víctimas y sale al paso a la usurpación del derecho de las mismas a ser titulares del perdón en relación a terceros políticos y jurídicos.

No creo que pueda decir mejor que Oscar Tulio lo que él ha dicho a través de la polifonía de los autores que guían su reflexión, la que dicho sea de paso, no por nutrirse de ellos deja de ser propia. Pero hay unos enunciados categóricos que sirven de síntesis, entendida esta como la parte del todo que por contenerlo es capaz de representarlo cuando está ausente.

Como no reconocerse el afirmaciones como la de que en Colombia el dolor y el perdón exigen una filosofía, cuando el conflicto ha dejado 7.200.000 víctimas que son depositarias directas o indirectas del acto del perdón que constituye su único patrimonio desde el orden de lo moral. De ahí la necesidad de que las victimas estén al centro de la solución del conflicto pero no para que sean instrumentalizadas, ni re-victimizadas, sino para que sean ellas las que protagonicen la solución ética y moral del conflicto.

Oscar Tulio nos coloca frente a afirmaciones que re-significan los discursos institucionales y sociales del dolor y del perdón en su apuesta por una fenomenología del dolor y una ética del perdón. Hace suya la idea que no se puede perdonar desde la cicatriz, sino desde la herida abierta y que para que el perdón sea verdadero, debe perdonar lo imperdonable. Construye desde Derrida esta idea que tan urgentemente se requiere socializar hoy en el país. No permite que el perdón se transe en relación comercial que conduzcan a indulto y amnistías otorgadas por terceros, con soberanía, pero sin legitimidad, porque la legitimidad la tienen las víctimas, así no sean portadores de la soberanía, como lo afirma en su trabajo. La denominación de la soberanía en el universo de lo individual es la autonomía que es la expresión del ejercicio de la libertad en el ámbito de la competencia de lo que le es propio. Por eso el perdón como acto de libertad le corresponde a la víctima y no al poder político o al orden jurídico.

El perdón, es asumido en este trabajo, como un actor de amor y esa connotación le da una superior condición humana, porque el amor es un acto de libertad. Y ese acto de amor  compromete al culpable y a la víctima, no hay allí ninguna mediación. Solo el amor es capaz de perdonar lo imperdonable y, perdonar lo imperdonable tiene en este caso nuestro de violencia con perdonar los crímenes de lesa humanidad. Es de esa dimensión el acto del perdón.

La reflexión se hunde en unas profundidades que conmueven cuando se tocan temas como el arrepentimiento, como la solicitud del perdón, la enunciación y el reconocimiento descarnado del daño sin mediación de inculpación alguna, sin transacciones vergonzosas por reducción del castigo. En el perdón verdadero no hay castigo y eso no implica que no haya justicia, es que está al margen de ella, en un lugar que la supera en universo de la autoridad moral. Es por esto que el perdón debe otorgarse sin solicitud de demanda.

Un formidable cuestionamiento se hace en relación con una memoria construida para el olvido, para la reconciliación, para los propósitos de Estado, de ahí la necesidad de la herida abierta para que el perdón sea autentico, para que sea de potestad de las victimas de su propio saneamiento y de el saneamiento social. El perdón no prescinde de la verdad.  Oscar Tulio, no se vende engaños es contundente en la percepción  de condición de agente de la violencia del Estado.

El perdón no renuncia a la reparación integral, simbólica, ética, política, social, económica ese es un derecho que tienen todas las víctimas, desde el cual retoman con plenitud su vida y continúan en su dignificación. El perdón es una virtud política que permite generar sociedades nuevas.

 Este trabajo del Dr. Oscar Tulio Lizcano, debe convertirse en una soporte para las reflexiones sobre el perdón en todos los ámbitos de la sociedad colombiana, debe ser publicado y difundido con amplitud, debe ser propiciador de escenarios como este desarrollado por el Centro de Pensamiento y Seguimiento al Proceso de Paz de la Universidad Nacional. Debe hacer parte obligada de los estudios de postconflicto, de las Cátedras de paz. Este trabajo de Oscar Tulio Lizcano constituye un recurso fundamental en lo que ha dado en llamarse sin mucho contenido la pedagogía de la paz, la cultura de la paz. He disfrutado de la primera a la ultima pagina con placer y con angustia este texto, en particular, las ultimas paginas me llenaron de ansiedad por que allí se puso en aprietos, al reflexionar sobre los planteamientos de  Jankelevitch, en relación con la condicionalidad o incondicionalidad del perdón, si todo debe ser perdonable, incluyendo los crímenes de lesa humanidad, la esencia misma del discurso construido en la afirmación categórica que el perdón solo es autentico si se perdona lo imperdonable.    

                             

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