lunes, 3 de agosto de 2015

          
Gramsci y la guerra de posiciones
Notas para un conversatorio a propósito de la situación de Colombia

CARLOS MEDINA GALLEGO
Docente – Investigador
Universidad Nacional de Colombia
Centro de Pensamiento y Seguimiento al Proceso de Paz

Una lectura juiciosa de Gramsci, en el actual momento que atraviesa el país resulta útil y provechosa, para quienes no han renunciado a viajar por distintas rutas a hacer posible la utopía de una sociedad, más humana y justa. Pero esa lectura no debe ser ortodoxa, ni dogmática, ni descontextualizada. Gramsci, como Marx, Hegel, Kant y todo pensador serio construye sus imaginarios para explicar y resolver los problemas de su tiempo en las circunstancias específicas de los mismos y resultantes de las contradicciones y conflictos que le son propios.
No existe un solo pensador cuya primera preocupación no sea su presente,  en perspectiva de posibilidades de un futuro, que se construya en imaginarios posibles desde sus propias explicaciones del mundo articuladas por lo general a su proyecto ético y político.
De ahí que, leer a Gramsci es útil si se hace desde una perspectiva hermenéutica que nos lo describa y explique en un presente que no es el suyo y nos permita llenarlo de posibilidades hermenéuticas y heurísticas para resolver los problemas de la sociedad desde la que se analiza.
La Colombia de hoy está tratando de poner fin a un conflicto que bien podría caracterizarse, desde el pensamiento de Gramsci,  como de “guerra de movimientos”, para llevarlo en lo posible a lo que podría llegar a denominarse como de “guerra de posiciones”, si se mira el pensamiento gramsciano de manera no dogmática y más política y, si cometemos el atrevimiento de leerlo a nuestro acomodo.
 Si ustedes me permiten la afirmación un poco sencilla, lo que no significa simplista, llevar la guerra de la confrontación militar por el asalto al poder – guerra de Movimientos (guerra insurreccional, guerra popular prolongada, guerra de guerrillas, Teoría del foco, guerra civil irregular)- a la confrontación política por la construcción y el ejercicio de un poder legítimo al servicio del  bienestar general de la sociedad y la construcción de una nueva hegemonía –guerra de posiciones-.
 Gramsci tiene la particularidad de haber vivido cerca de procesos supremamente importantes que dieron a su pensamiento mayores posibilidades para construirse, a pesar de sus múltiples y conocidas dificultades de la persecución y la cárcel, en un universo rico en experiencias históricas: la primera guerra mundial, la revolución Bolchevique, el ascenso del fascismo, la resistencia comunista y anarquista, la Gran Depresión y los albores de la segunda guerra mundial.
Gramsci, representa la posibilidad de un marxismo más ágil, menos mecanicista y más complejo para responder a los cambios políticos, por eso su lectura es tan útil para el actual y difícil momento por el que atraviesa el país, en el transito que se quiere hacer de la guerra a una autentica democracia que tome en consideración y proyecte en la sociedad política a las clases subalternas.
 Gramsci nos ayuda a adelantar un debate con la política y las prácticas de la izquierda tradicional, que aun no se ha dado y que resulta urgente y necesario. Nos ayuda a pensarnos en la necesidad de subvertir la izquierda para poder avanzar en la construcción de los cambios, a entender el momento actual y a fijar las tareas  que se deben desarrollar para trasformar las formas de dominación y hegemonía de las clases dominantes. Gramsci nos ayuda a responder preguntas transcendentes como: ¿Por qué si nosotros tenemos la razón, ellos tienen el poder?;¿por qué, si nosotros producimos socialmente la riqueza, vivimos en la pobreza generalizada?; ¿Por qué si nosotros padecemos el hambre, ellos limitan el pan?...
Gramsci nos aporta elementos para pasar de la lucha armada a la lucha política sin renunciar a las formas de la resistencia, las que se transforman en construcción de nuevas democracias, nuevos consensos, nuevas hegemonías, nuevas formas de dominación que se reconfiguran con la participación social amplia y que requieren de nuevas formas de organización y de un largo trabajo con la sociedad en concreto.
 Gramsci es un pensador rico en imaginarios inacabados que pueden adquirir la dimensión de significado y de sentido que podamos darle para desarrollar la lucha social y política en la perspectiva de la creación urgente de una gran frente de unidad de las clases subalternas, de las clases populares y de sectores democráticos de las demás clases y sectores sociales.


DOS TIPOS DE SOCIEDADES, DOSTIPOS DE GUERRA

La posibilidad de ver el mundo desde la perspectiva Gramsciana, nos coloca frente a la idea de lo “occidental” y lo “oriental” en relación con el desarrollo de la sociedad. Oriente y occidente, no tienen en Gramsci una connotación geográfica, sino, económica y política,  demarcada por el nivel de desarrollo y de progreso alcanzado por las sociedad en relación con el capitalismo.
La sociedad “occidental” como aquella en la existe un Estado fuerte, un amplio debate político, una sociedad civil desarrollada, unos medios de comunicación vigorosos, una escuela funcional  y si se me permite un aparato militar consolidado que le permite al Estado desempeñar su papel coercitivo con éxito.  En estas sociedades Gramsci nos plantea que la modalidad en la confrontación que debe prevalecer es la  “guerra de posiciones”.
La sociedad “oriental”, carece de todo lo anterior, el estado es débil y fragmentado, la sociedad civil tiene escaso desarrollo, el debate político es precario, la opinión publica critica es reducida, los sindicatos y las organizaciones sociales y económicas, carecen de  vitalidad determinante, los partidos de oposición no representan riesgo al alguno. En esta realidad social y política suelen darse con frecuencia lo que Gramsci denomina “guerra de movimientos” y que si ustedes me permiten voy a equiparar desde una revisión pragmática, a los modelos de las guerras militares revolucionarias, llámense estas guerra de guerrillas, guerra popular prolongada, guerra insurreccional, guerra civil irregular, guerra sin nombre, o cualquier otra denominación.
La guerra de movimientos, en la perspectiva Gramsciana,  es propia de las sociedades “orientales”, es una guerra de maniobras militares y políticas, de lucha insurreccional contra el Estado, luchas que se considera pueden destruir más o menos rápido el poder político y reemplazarlo por otro. Es el modelo de guerra en la que un grupo armado o un partido político por la vía de la guerra civil, la guerra popular, la guerra irregular… o de la insurrección popular se toma el poder. Es el asalto revolucionario al Estado.  
  Este modelo de guerra en las sociedades “occidentales” ya no es posible que tenga éxito, puede subsistir como amenaza pero sin perspectiva de victoria, menos aún en el orden de las relaciones internacionales y las nuevas configuraciones del poder en el mundo global.  Para Gramsci, en las sociedades occidentales, el sistema de dominación tiene hegemonía; el Estado tiene más posibilidades de defenderse, tiene fortalezas y ejércitos construidos en torno a los intereses del poder económico, el que ya no es solamente nativo, sino, trasnacional.
La guerra de posiciones, es la que caracteriza a las sociedades occidentales, es una guerra por la construcción de una nueva hegemonía, requiere de la participación de las más amplias masas, no es el resultado de un golpe de mano dado por el imperio de la voluntad de grupo o de partido, requiere del desarrollo de un trabajo social y político largo y difícil, de procesos de acumulación táctica y política de poder, de avances y retrocesos, de largos aprendizajes, de la construcción de nuevos lenguajes persuasivos que comprometan una revolución en el universo de la cultura política de la sociedad civil. Es una guerra que se construye en el ejercicio legitimo de los poderes locales por las comunidades en los territorios y que se articulan en propósitos de carácter y alcance más amplios en lo nacional, regional y global.   
Hoy en América Latina el escenario no es el de la guerra de movimientos, sino,  de la guerra de posiciones, déjenme hacer un énfasis acentuado, así esta expresión parezca un pleonasmo, guerra política, hay un crecimiento de la sociedad civil, de los movimientos populares, de la opinión publica critica, de la participación de los partidos en alianzas y coaliciones político-sociales, de importantes y legítimos empoderamientos de las poblaciones en los territorios, si se me permite de construcción de nuevas formas de resistencia unidas a  nuevas hegemonías… (Bolivia, Ecuador…).
Para Gramsci, la revolución, la transformación social, es un proceso complejo y contradictorio, requiere de disputar el consenso, las voluntades ciudanías, el sentido común del conjunto de la población y de las amplias masas. Tal vez, el mayor esfuerzo hay que hacerlo en el camino de recuperar para la causa del bien el sentido común, no puede seguir siendo cierto que nadie crea en la utopía de la felicidad humana y se le siga apostando a las formas de dominación, exclusión y marginalidad global.  
Nosotros nos movemos en un universo confuso de sociedad occidental “democrático-autoritaria”, en la que la sociedad política ejerce hegemonía y fuerte influencia sobre las masas, una sociedad que está dispuesta a aceptar todos los cambios que no tengan que ver con reemplazar el modelo de la economía de mercado y el sistema político que la sostiene. Esto es que está dispuesta a vivir en la pobreza generalizada y en la opresión política. 
  En el espíritu Gramsciano las necesidades de hoy giran en torno a la construcción de un vigoroso movimiento de voluntad colectiva y popular, que surge en la iniciativa de las clases subalternas que cuestionan el modelo de democracia y la economía de mercado y están dispuestos a emprender el camino de una guerra de posiciones que ha de estructurar en el orden de las relaciones históricas una nueva hegemonía. Se trata de lograr que quienes tienen el consenso de la población para desarrollar, reproducir y defender su poder lo pierdan a favor de otro bloque histórico de poder.
El concepto de lo orgánico en Gramsci, resulta de la mayor utilidad hoy cuando se referencia con el tipo de militancia que se construye colectivamente en el universo de cambios reales y en perspectivas holísticas de la transformación política de la sociedad.
 La guerra de posiciones es la búsqueda de hegemonía por parte del movimiento social y político de las clases subalternas, a través de una dirección intelectual y moral, en momentos en los cuales no existe la fuerza suficiente para quebrar la hegemonía y  dominación de clase a través de una guerra de movimientos. Es la confrontación en el escenario de la lucha política que se reviste de las legitimidades que le concede su capacidad para mover las fuerzas sociales hacia propósitos de transformaciones estructurales de la sociedad y el Estado, en el ámbito político del poder hegemónico dominante.
 Aun hoy amplios sectores de la izquierda se mueven en profundas contradicciones en relación con la participación decidida en el sistema de partidos y el sistema electoral hegemónico, dejando estos escenarios a sus contradictores y adversarios, para que se fortalezcan en el ejercicio del poder político. Es una lucha inútil entre reformistas y radicales. Ni los unos ni los otros se ven fortalecidos en sus posturas excluyentes. Tampoco resulta útil la diferenciación entre Institucionales y no institucionales, no se puede renunciar por insignificante que sean los espacios de la burocracia estatal.
La lucha electoral, en la actualidad lo que permite es construcción de hegemonía, acumulación de fuerzas, es ocupar la atención de la sociedad burguesa y politica, es asechar al adversario político en el lugar que legaliza el ejercicio de su poder. La lucha política electoral,  se transforma, en uno de los más importantes frentes  para ir conquistando posiciones, así se considere que no es el único.
Por esto,  la estrecha vinculación que tiene la guerra de posiciones “gramsciana” con las elecciones, está dada por ser una útil  estrategia que si se adecúa perfectamente a nuestro contexto permite acumular en la construcción de nuevas hegemonías. Pero es prerrequisito de este modelo de confrontación la construcción de un movimiento unitario amplio y democrático en el que tengan cavidad todos los actores sociales y políticos dispuestos a apuntarle a la trasnformacion humanista de la sociedad
En definitiva, lo que debe tener claro todo dirigente social y político es que la estrategia no es sólo poder – aunque este sea decisivo— sino una mezcla entre poder y hegemonía y, que esta debe entenderse de manera sencilla como la particular forma en que se suman los esfuerzos y identidades de los distintos grupos sociales, clases populares y subalternas, para sobre propósitos comunes construirse en el marco de las relaciones del poder en cambios estructurales y significativos que benefician a la totalidad de la sociedad.
 En ese sentido, las elecciones no son bajo ninguna circunstancia el espacio mediante el cual los movimientos sociales y políticos conquistan el  poder, sino sólo el espacio mediante el cual puede construir su particular forma de hegemonía…
La construcción de una nueva hegemonía implica la construcción de una nueva institucionalidad, de una nueva legitimidad, de un nuevo bloque histórico y eso implica desarrollar en el ámbito de la política lo que Gramsci ha denominado la guerra de posiciones. La guerra de movimientos puede conceder el gobierno sin la posibilidad de ser Estado, permitir el acceso a lo legal sin revestirlo de lo legítimo.
La guerra de posiciones se construye desde lo legítimo, subvierte la forma de existir, de participar, y de consistir de los movimientos sociales y políticos, del pueblo como ciudadanos activos, de la sociedad civil, si esta se libera de las ataduras con la fue construida por Gramsci, para no hablar de los otros referentes, para pensarse en otra perspectiva como el espacio de ejercicio de la lucha política de las clase subalternas.
Un concepto de Sociedad Civil y resistencia
  Voy a desprenderme del concepto tradicional de la sociedad civil que da cavidad a todas las formas de organización privada que cumplen de una u otra manera con el mantenimiento del poder dominante como poder hegemónico, para construirla desde los imaginarios de las clases subalternas y populares.
Entiendo por sociedad civil todas las formas organizadas de la población civil que se encuentran al margen del poder económico y político en condiciones de oposición política y resistencia social, al sociedad política (Estado) y la sociedad burguesa, articuladas en torno al propósito común de la lucha por el ejercicio del poder construyéndose en realidades que se transforman y transforman la sociedad y el Estado.
 La sociedad civil constituida por los movimientos sociales y políticos, de izquierda y democráticos que se construyen en procesos de unidad en torno a un gran frente político. La sociedad civil como el espacio en el que adquiere forma la hegemonía de las clases subalternas y populares.
  Este noción de sociedad civil establece un lugar para el ejercicio de su práctica política en las luchas de resistencia, pero esta no se circunscribe ya, únicamente,  al escenario de la movilización y la protesta, sino, que esta más allá, en la construcción de nueva territorialidades de poder en torno a la defensa de los territorios, sus recursos y los derechos de las poblaciones. Esto significa que la sociedad civil se construye en nuevas formas de organización para la gobernabilidad y la gobernanza de los territorios, estructura nuevas institucionalidades, modifica la finalidad en sus distintas instituciones sociales, elabora y desarrolla proyectos concretos de organización y funcionamientos económicos, participativos y solidarios.
 La resistencia se constituye en la forma Estado y disputa las voluntades al poder hegemónico a la vez que se construye como nueva hegemonía  de tipo contra-hegemónico. Esto obliga a la sociedad civil en los territorios a generar una dinámica interna de funcionamiento, que se preocupa por autorregularse, disciplinarse y construirse en el ámbito de la seguridad humana para su propia conservación. Pero igualmente a transformar en la práctica las relaciones sociales de produccion y dominación existentes en el ámbito en el que ejercer el poder se hace posible y se reviste de las legitimidades del acompañamiento  y la defensa social de las transformaciones que se emprenden.
 Tal vez, hoy el campo de combate más urgente de desarrollar es el de la cultura política de la sociedad civil, su desalienación y desenajenación, constituyen la base esencial de los empoderamientos de la misma en la construcción de la nueva hegemonía. Este proceso esta precedido de obligados desaprendizajes de viejas e inútiles practicas, de imaginarios dogmaticos y sectarios, de equivocados procesos de unidad, sobre todo, de una lucha interior colectiva contra las formas del sometimiento cultural de la ideología dominante y de su ordenamiento hegemónico.
Gramsci ha dado un lugar privilegiado a los intelectuales orgánicos, que desde luego no son los académicos, a las nuevas dirigencias dotas un proyecto ético y político renovador y de una moral pública que se prueba en la práctica social y políticas.
Este país requiere de una urgente transformación de imaginarios y prácticas, para construirse en un proceso en el que los acuerdos de la Habana, apenas llegarían a ser, un aporte importante pero insuficiente,  en el camino de las transformaciones por realizarse.             





              

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