martes, 24 de enero de 2017




IZQUIERDA, CULTURA POLÍTICA Y DEMOCRACIA

CARLOS MEDINA GALLEGO
Docente-Investigador
Universidad Nacional de Colombia
Centro de Pensamiento y Seguimiento al Proceso de Paz  -CPSPP-

Tal vez uno de los mayores problemas que tiene la izquierda colombiana, para asumir el actual momento histórico de construcción de paz y a puertas de la coyuntura electoral es el carácter conservador de una ideología y una práctica política  que no le permite encontrarse en el desarrollo democrático del país. 

Existe una profunda disociación entre la práctica política y un discurso ideológico-cultural, cuya peor expresión es que la ideología asumida en forma totalitaria hace las veces de programa infalible de gobierno, al margen de una realidad histórica que la convoca a innovarse permanentemente, en el marco de una situación social que se lo exige para hacerse objetiva. A eso hay que añadirle la insuficiencia del debate político causado por un déficit creciente de democracia que no permite la diferencia, el pluralismo y el camino de coaliciones de avanzada que posibiliten escenarios de acumulación y favorezcan los procesos de transformación en contextos claramente democráticos.

A nuestra izquierda le resulta difícil aceptar que las ideologías “envejecen” y "caducan" cuando se transforman los contextos históricos que les dieron sentido y   que es necesario reinventarlas a cada momento para que cumplan el papel que le corresponde a su tiempo y,  que eso significa,  ni más ni menos hoy,  la necesidad de su actualización en el marco de la lucha por un mayor desarrollo democrático de la sociedad actual. 

El modelo constitucional existente revela marcadas insuficiencias en la garantía de derechos políticos y sociales fundamentales y, la necesidad de su transformación en el marco de la ampliación y profundización de la democracia que no se agota en los sistemas de partidos, regímenes electorales o estatutos de oposición. Existe una marcada separación del sistema institucional y normativo de las necesidades del orden social lo que precariza la legitimidad del sistema y su funcionamiento en correspondencia  con las necesidades y urgencias de la población, que la izquierda no logra interpretar como fundamento de la lucha política, pues su anclaje se encuentra en un enfoque teleológico que no le permite encontrarse. No obstante, participar en las luchas de los movimientos sociales, desconoce el valor de las luchas cotidianas de la población por sus más urgentes necesidades, en la construcción de acumulados estratégicos de bienestar. 

Las agendas reivindicativas y políticas  que dieron origen a las izquierdas en la década del sesenta y setenta, en contextos históricos de especial fervor revolucionario, hoy siendo la naturaleza de los problemas esencialmente iguales, la percepción que tienen las poblaciones de los mismos son sustancialmente distintos. Tal vez el mayor y más difícil reto de la izquierda consiste en subvertirse a sí misma, trasformando sus prácticas culturales, que no solo le impide ser con otros, sino, lo que es aún más grave, ser consigo misma. No existe ninguna manera de avanzar si no se supera las posturas hegemónicas, vanguardistas y excluyentes a través de las cuales se construyen las relaciones con los propios y los afines; si no se produce el desprendimiento de todo tipo de verdad autoritaria y se construyen certezas compartidas, si no hay desintoxicación de todas las maneras de comportarse en radicalismos excluyentes y autodestructivos.  
    
La izquierda tiene que ir  superando ese modelo cultural que le imposibilita pensarse en un  escenario de lucha política democrática, que ha sido usufructuado monopólicamente por las elites tradicionales de derecha en confrontación con sus propios conflictos e intereses, de una manera diferente a la de ser exclusivamente oposición. Ni en la guerra, ni en la política, la izquierda ha sido una amenaza estratégica para la derecha, ha sido un pretexto funcional para enfrentar y deslegitimar la protesta social, violar los derechos humanos e incrementar las formas de represión, pero no una amenaza para el ejercicio del poder político en beneficio del poder económico.

Hoy es necesario examinar las condiciones y el alcance real de la izquierda en un modelo de desarrollo democrático que se formula como supuesto esencial la representación social directa y la participación ciudadana en el sistema estatal colombiano, no solo en los tradicionales escenarios de representación sino, específicamente en los ámbitos de la gestión pública, el control social a la misma, la planeación estratégica local, regional y nacional, la gestión del bienestar, todo en el marco de nuevas modelos de gobierno, gobernabilidad y gobernanza.

El sistema estatal se ha sostenido pese a las contradicciones que representa, por la calidad de los actores que intervienen en él, todos muy cerca de sus intereses personales y del sector social del que provienen sus financiamientos y muy lejos de los propósitos del bien común y de los sectores populares. Cada vez el sistema funciona más lejos de todas sus prerrogativas, limita el contenido de las atribuciones de sus delegaciones y opera en un contexto que reduce las posibilidades de desempeñar las funciones que el mismo establece. Existe un modelo de democracia contratada que es utilizada para beneficio particular, de la cual es necesario y urgente salir.

Para superar esas situaciones se requiere de una izquierda que reelabore en su práctica el modelo de participación ciudadana desde el Estado mismo devolviéndole la preeminencia de la soberanía popular; aprenda a comunicarse con la ciudadanía, con la sociedad civil en general y los movimientos sociales comunitarios; se refunde políticamente en una perspectiva democrática en proceso creciente de profundización; supere el negacionísmo institucional y aprenda a gobernar y administrar con pulcritud el Estado.

Una izquierda que sepa relacionarse con los sectores productivos en una perspectiva que favorezca el desarrollo económico nacional y la producción del bienestar de las poblaciones. Una izquierda que no le haga propaganda a derecha y se descalifique a sí misma. Una izquierda moderna, amplia y democrática capaz de actuar con eficiencia y eficacia en el universo político y económico existente en una perspectiva de cambios permanentes.

El cambio comienza por renovar las direcciones y liderazgos, hacer auténticos relevos generacionales, que no consisten en reemplazar viejos sabios, innovadores y demócratas, por jóvenes añejos, radicales y sectarios, sino, por cambiar la manera de verse y comportarse en el mundo en relación con el interés público y común; transformar los programas maximalistas por programas pertinentes y realistas, alcanzables; cambiar el lenguaje autoritario, por un lenguaje incluyente, establecer nuevas estrategias de comunicación, nuevos símbolos y rituales. 

La izquierda para cambiar necesita más imaginación, más alegría, mayor capacidad para dar amor.            

jueves, 12 de enero de 2017



“ceder” no es retroceder…
Mesa de conversaciones pública entre el gobierno Nacional y el ELN

CARLOS MEDINA GALLEGO
Docente –Investigador
Universidad Nacional de Colombia
Centro de Pensamiento y Seguimiento al Proceso de Paz

Este viernes 13 de Enero 2017, se reunirán en la ciudad de Quito-Ecuador, las delegaciones de paz del Gobierno Nacional y el Ejército de Liberación Nacional-ELN-, con el propósito de encontrar una ruta que libere la “mesa pública” de las ataduras de mutuos condicionamientos que las partes han colocado para empezar las conversaciones de cara al país y con la participación de la sociedad en su conjunto.

Lo positivo de esta reunión es que tendrán la posibilidad de encontrarse la nueva delegación del Gobierno liderada por Juan Camilo Restrepo, con la nueva delegación del ELN, liderada por Pablo Beltrán. Los dos son personajes con una larga experiencia y conocimiento del conflicto colombiano y de los procesos de diálogo y solución política. Tanto Juan Camilo como Pablo tienen un temperamento reposado y dispuestos al diálogo, lo que no significa que estén libres de las ataduras políticas que a uno y otro, lo atan a las partes que representan. Muchas veces más allá de la voluntad de los jefes de las delegaciones, las políticas que orientan a cada uno, son el obstáculo.  Es de esperar que las consultas desarrolladas por las partes, tengan varias opciones para garantizar que el encuentro sea exitoso y este proceso, comience a desarrollar la agenda dada a conocer el 30 de marzo de 2016.

Lo negativo, es que públicamente no se han flexibilizado las posturas de las delegaciones frente a los condicionamientos mutuos que han impedido que la mesa pública comience a funcionar: La liberación de secuestrados y prisioneros sigue siendo el candado de la puerta de entrada al proceso público de las conversaciones. Sería lamentable, para el país y la paz completa que todos los logros alcanzados hasta ahora fueran arrojados por la borda y los llamados de la sociedad civil, los intelectuales y la iglesia, fueran desatendidos.

Las partes tienen que entender que en muchos casos ceder no es retroceder, por el contrario, es avanzar cuando se trata de superar obstáculos, es encontrar otras rutas, nuevas oportunidades, mayores acompañamientos y solidaridades. No creo que el gobierno ni el ELN, tengan que hacer pulsos de fuerza, no se necesitan. Uno y otro deben tener claro sus propósitos y de lo que se trata, en un proceso de solución política, es de encontrar de manera dialogada acuerdos que beneficien a ambas partes y sobre todo, a los sectores que con mayor crudeza han soportado el desarrollo de la guerra y los conflictos de toda naturaleza.

Desde distintos lugares hemos señalado con insistencia la necesidad de iniciar la mesa pública con un punto previo humanitario que aborde el tema de secuestrados y prisioneros, y si se quiere, se ventile ante el país la ola de asesinatos que se viene produciendo contra los líderes sociales y políticos y se defina una ruta para liberar a unos y a otros y poner fin a las hostilidades contra el movimiento social. Se puede llegar a un acuerdo para desescalar el conflicto e incluso, si se cuenta con la voluntad política, sumarse al cese bilateral al fuego existente, convirtiéndolo en un cese multilateral. Esa sola entrada es una ganancia mayor para todos, le da legitimidad al proceso y abre una puerta amplia a la participación de la sociedad en el desarrollo de la agenda.

Juan Carlos Cuellar y Eduardo Martínez, están esperando cargados de entusiasmo la posibilidad de sumarse a la delegación de paz del ELN en Quito y aportar desde la experiencia acumulada y miles de reuniones en la cárcel con la institucionalidad, la comunidad internacional y los movimientos sociales. La liberación de Odín Sánchez, con un buen manifiesto da inicio a la lucha contra la corrupción y la violencia paramilitar y dejan de convertirlo en un mártir. El interés superior de la paz debe colocarse por encima de todos estos obstáculos y ubicar al país en las rutas que conducen a nuevos escenarios de lucha por la democracia, la paz y la justicia social.

Mañana, viernes 13, la mesa de conversaciones Gobierno- ELN debe espantar todos sus fantasmas y colocar al frente el propósito nacional de una Paz Completa.