lunes, 3 de agosto de 2015

Conflicto armado y postconflicto en Colombia

CARLOS MEDINA GALLEGO
Docente –Investigador
Universidad Nacional de Colombia
Grupo de Investigación en Seguridad y Defensa.

Colombia es un país cuya historia se ha construido sobre el ejercicio de la violencia y el desarrollo de un encadenamiento de guerras que se transforman en el tiempo a la vez que transforman las relaciones que las determinan. De las guerras prehispánicas a las de conquista, de estas a los levantamientos coloniales, de allí a las guerras de independencia y luego a las guerras civiles del siglo XIX, que le abrirán paso a las luchas sociales de indígenas, artesanos, campesinos y obreros durante las tres primeras décadas del XX, para luego hundirse nuevamente en ese periodo de la historia que se conoce como la Violencia que ha de terminar con el inicio de una nueva guerra ideológica y política en la modalidad de guerra insurreccional, irregular o  guerra popular prolongada, desde la caracterización que hacen los actores armados de la misma, para, finalmente, a comienzos del siglo XXI,  en la perspectiva de los cambios globales y sus correspondientes confrontaciones, resistencias y amenazas, localizar nuestros conflictos en la lucha contra el terrorismo. Total si hay alguna problemática que haya atravesado la historia de Colombia en sus distintas épocas esa es: la violencia y la guerra. 

Pese a la dificultad que existe para poder ubicar en un concepto particular de “guerra” el conflicto armado colombiano y a la tendencia que se viene manejando de ubicarlo como una “guerra sin nombre”[1], es necesario, flexibilizar las categorías convencionales y construir nuevas categorías que permitan caracterizarlo desde los elementos que les son propios[2]. Tomemos acá algunas de las afirmaciones que se han hecho en un intento por establecer los componentes de una posible noción preliminar

Una primera afirmación que es necesario mantener presente es la que  considera que la caracterización de cualquier conflicto en el mundo de hoy tiene de inmediato connotaciones políticas, militares y jurídicas tanto en el ámbito interno como en el internacional[3] y,  que desde allí, se definen no solo las políticas publicas en materia de seguridad, sino, igualmente las formas de participación o intervención de la comunidad internacional, y que esta es una razón suficiente para ser cuidadoso en las implicaciones que tiene su caracterización.

Una segunda afirmación, es la que señala,  que el conflicto colombiano se ha transformado en los últimos cincuenta años como consecuencia lógica de  su crecimiento, expansión y complejidad,  manifiesta en la confluencia de nuevos actores e intereses, nuevos escenarios y nuevas circunstancias históricas, que le han definido una lógica y una movilidad de nuevo orden, conforme a los cambios que se han operado en el país y en el mundo global.

En esta reflexión se reconoce dos momentos distintos en la caracterización del conflicto en las últimas cuatro décadas determinados por la percepción que se tiene del mismo en relación con su origen y evolución posterior. El primero, esta definido por las lógicas de la guerra fría y la bipolaridad, que dieron origen a las luchas anticoloniales y de liberación nacional y social, en las que la guerra adquirió la forma de guerra revolucionaria en la modalidad de guerra insurreccional, guerra de guerrillas y guerra popular prolongada y que desarrollo las estrategias contrainsurgentes de la Doctrina de la Seguridad Nacional y de los Conflictos de Baja Intensidad y,  el segundo, por la caracterización de los conflictos en el desarrollo de la posguerra fría, la unipolaridad y  el mundo globalizado en donde los conflictos son percibidos como nuevas guerras, lucha contra el narcotráfico y  terrorismo.

Una tercera afirmación tiene que ver con el carácter irregular de la guerra el que se ha transformado sustancialmente, ya no es esa modalidad de guerra desarrollada por grupos mal armados y mal vestidos, dirigidos por soldados aficionados que con alguna frecuencia alcanzaban éxito frente a fuerzas superiores dirigidas por profesionales, sino, que se desarrolla como una guerra de verdad con fuerzas bien armadas, vestidas, alimentadas y entrenadas adecuadamente[4], que se mueven entre la guerra de guerrillas y estrategias de guerra convencional.

En una caracterización especifica de la guerra irregular y de sus motivaciones políticas es necesario afirmar que esta se presenta como una guerra civil donde grupos insurrectos  luchan por el poder dentro de la misma nación. La guerra irregular no es una guerra revolucionaria perse, puede ser una guerra de resistencia…de liberación nacional o una guerra contrarrevolucionaria y paramilitar.

Una cuarta afirmación consiste en señalar que en el caso colombiano se trata de  un conflicto armado interno, internacionalizado, irregular, prolongado y con raíces históricas de índole ideológica, sufriendo una etapa de metamorfosis de los propios actores internos cuyas modalidades de acción incorporan  día a día más actos terroristas y una subordinación creciente de recursos provenientes del tráfico de drogas ilícitas que se hace evidente en el escenario internacional en que se desenvuelve.[5]

Y que pese a  estas características que nos colocan frente a una modalidad de guerra civil no convencional, la especificidad del conflicto colombiano,  es que sigue siendo una  Guerra Civil Irregular[6].

Ahora bien, es necesario, asumir acá una posición “distinta” en torno a la noción de guerra civil, que supera la caracterización que se hace de esta modalidad de guerra según el numero de muertos o al tamaño y proporción de los ejércitos confrontados y a la intensidad y modalidades de combate, dejando la definición en el escenario de lo militar sustrayéndola del carácter político y de la dinámica social en la que se legitima esta modalidad de guerra como tal.

La guerra civil,  no es solamente militar, hemos dicho, compromete actores sociales, económicos y políticos que participan desde distintos escenarios de confrontación con una idea clara de la “situación de guerra” y compromiso específico en su confrontación y superación. La base social y política de la guerra civil es mucho más amplia que la base militar, el escenario de la guerra va más allá del simple teatro militar de operaciones. El discurso de la guerra copa todos los espacios, no solamente el que construye la opinión pública, sino, también, el que define la normatividad y decide la política pública. Existe una economía de guerra y control territorial efectivo y supuesto, atravesado por el miedo y las practicas de terror, y existe además, un contexto internacional de intereses en el que se da.

Las guerras civiles contemporáneas se libran como guerras irregulares principalmente; creándose un nexo estrecho entre la guerra civil y la confrontación bélica irregular,   en donde es necesario reconocer que la guerra irregular es en lo fundamental un método de confrontación bélica, cuya naturaleza política, la define los propósitos que la orientan.[7] Entre las características definitorias de esta guerra civil que es común a todas la guerras civiles esta la escisión parcial y temporal de la soberanía, el ejercicio de la violencia de la guerra civil en las zonas rurales principalmente, las practicas de genocidio y limpieza política y social, que se  fijan como propósito de la violencia el exterminio físico de un grupo social o político, étnico incluso, antes que el sometimiento de este a una autoridad política  o,  el acto de expulsar, a propósito y en forma permanente, a ciertos grupos de población  mediante la “limpieza política” que conduce a la homogenización de las identidades ideológicas y políticas, y, la “limpieza social” que conduce a procesos de concentración de riqueza y acumulación económica de nuevo orden, mediante la amenaza, la creación de miedo colectivo, la masacre, el genocidio y el desplazamiento forzado. y, un escenario de disputa que tiene que ver con la población y los apoyos que los actores armados puedan recibir de ella.

Así,  a diferencia de la guerra convencional, la guerra civil involucra no solo a los actores armados sino también a los civiles. El apoyo de la población civil llega a ser un componente fundamental del conflicto. El apoyo de la población se define en el curso del conflicto, en respuesta a la dinámica tanto de la guerra como de la violencia. Las opiniones políticas de la población estarían en extremo condicionadas al poder desplegado en torno suyo y, a la lucha por la supervivencia. En la medida en que la guerra civil irregular se desarrolla la violencia sobre la población se incrementa. Tanto el Estado, como la insurgencia y las fuerzas paramilitares apelan a la violencia para hacerse al apoyo de la población civil. En la guerra civil irregular la disputa por el apoyo de la población puede asumir la forma de una guerra contra la población.

Una quinta afirmación, consiste en aceptar que en los últimos años se ha consolidado una percepción pública de que la escala de los enfrentamientos, en términos de capacidad de fuego, control de territorio, poblaciones, y grado de organización de las múltiples fuerzas irregulares, enfrentadas entre sí y con el Estado,  ha entrado en una nueva fase: tiempo, espacio y contenido de la guerra se ha trastocado. La dinámica actual de la guerra plantea problemas de soberanía para Colombia y para los vecinos.  Una soberanía, considerada, extremadamente frágil, vista desde la posición colombiana, en tanto está atravesada por tres temas –  el terrorismo, las drogas y el derecho humanitario- frente a los cuales las fronteras entre lo interno y lo externo, según los parámetros contemporáneos de la comunidad internacional, son esencialmente difusos.[8]

1.      La “guerra” colombiana  como superposición de guerras
La guerra que se desarrolla actualmente en Colombia es compleja y difícil de definir como hemos visto, esta unida a tradiciones de lucha política e ideológica  y a nuevas realidades económicas y de mercado que la modifican y la  han “enrarecido”[9]. Es una guerra en la que se conjugan las características de una guerra civil con los fundamentos de las guerras irregulares y las practicas del terrorismo, en un contexto histórico que se modifica permanentemente.

Una guerra que se mueve entre las motivaciones políticas, económicas y sociales, en espacios en que se confunden lo legal, lo ilegal, lo legítimo y la delincuencia.  Una guerra que se da dentro de un espiral de criminalización creciente, deshumanización marcada, desarraigo acentuado y dinámicos procesos de acumulación y desarrollo económico en una sociedad guiada por un estado social de derecho y un  régimen democrático cualquiera que sea el calificativo que quiera dársele.

Una guerra que compromete cada vez mas actores e intereses internacionales y se circunscribe a dinámicas globales que la colocan en una resignificación de la misma; una guerra que se territorializa y desterritorializa[10] permanentemente, que erosiona el fundamentos del proyecto de nación, el Estado, y el ejercicio de la soberanía. Una guerra que ha fragmentado, por épocas,  el territorio y que se desarrolla desde lógicas regionales y culturales especificas, como proyecto revolucionario o como empresa económica legal o ilegal.

Dada la complejidad de esta guerra o situación de guerra, resulta pertinente y necesario, tratar de caracterizarla o al menos inventariar el conjunto de componentes que pueden ayudar a su entendimiento y que, recogen y se adhieren a lo ya enunciado. 

2.      Una aproximación a la noción de conflicto armado[11].
Entiendo por Conflicto Armado el conjunto de circunstancias y acciones mediante las cuales se contrastan y confrontan en una sociedad,  las distintas concepciones de la vida, el hombre, la sociedad  y la cultura, a través del uso de la violencia y el ejercicio de la guerra con el propósito de sostener o transformar un orden social y político determinado. Desde esta perspectiva el conflicto armado sostiene el carácter político que le da la legitimidad que posibilita a sus  actores acceder al estatus político o de beligerancia, según sea el desarrollo del conflicto y el grado de reconocimiento y poder alcanzado por el actor insurgente. 

Este noción, compromete actores, imaginarios, culturas, territorios, modelos de confrontación, sistemas de organización social, economías de guerra, tradiciones históricas, estructuras de organización de grupos armados y ejército, relaciones de autoridad, mando y obediencia, zonas de dominio, influencia y confrontación, modelos de seguridad, legislación nacional e internacional, presupuestos estatales y apoyos internacionales, alianzas, sistemas de mediación, así como nuevos procesos de tenencia, producción y acumulación unidos a practicas de criminalidad creciente, terrorismo estatal y armado,  homogenización, desarraigo y privatización creciente de la fuerza …entre otra variedad de procesos y apoyos que se van definiendo en las dinámicas mismas de la confrontación y haciendo de esta guerra un fenómeno complejo y particular para nuestra realidad histórica.

Desde esta perspectiva el conflicto armado como “guerra” se define como una superposición (entrecruzamiento) de guerras en donde las dinámicas de la confrontación y las características de las fuerzas están definidas desde las especificidades, posibilidades e intereses de cada grupo:

Es una Guerra del Estado contra la insurgencia, el paramilitarismo, el narcotráfico y la delincuencia común organizada que abastece la guerra, desarrollada desde los fundamentos de la seguridad nacional, los conflictos de baja intensidad y la lucha contra el terrorismo. Es una guerra del Estado contra la población en las áreas de conflicto, contra sus formas de organización y cohesión societal.

Es una guerra del paramilitarismo contra la insurgencia, el paramilitarismo “desobediente” y, cuando es imposible de evitar,  contra el Estado. Una guerra en la que esta inmersa las lógicas de poder del narcotráfico y sus respectivas mafias de la cual hace parte y se beneficia el paramilitarismo,  es una guerra financiada y desarrollada por propietarios, ganaderos, comerciantes, agricultores y empresarios, dirigida a favorecer sus economías y aumentar sus procesos de acumulación. Es una guerra contra la población y sus formas de organización social, económica y política.

Es una guerra de la insurgencia contra el Estado, los grupos paramilitares, las mafias de la droga, y la ocasional guerra entre guerrillas por áreas de influencia y territorios. Una guerra, dirigida a derrotar el Estado e imponer un modelo de sociedad y Estado distinto, que compromete en el desarrollo de la misma los intereses y las economías de distintos sectores sociales y en general de la población

Es una guerra entre milicias, pandillas, grupos de justicia privada y sicarios que se desarrollan en las zonas urbanas y suburbanas de las grandes y pequeñas ciudades. Guerra que reproduce las lógicas de confrontación y las enemistades de las otras guerras en los espacios urbanos.

Es una guerra de la empresa del narcotráfico y sus mafias contra el Estado y la insurgencia,  envuelta en las dinámicas de las cadenas productivas de la droga y las lógicas de sus conflictos de intereses que compromete el territorio nacional en la orbita de los conflictos internacionales. Una guerra que se da en el marco del desarrollo de un tipo de capitalismo criminal, que modifica las relaciones de tenencia y propiedad rural, atraviesa distintos sectores de la economía y genera procesos de desestabilización institucional.

Es una guerra que compromete cada vez más la región en las zonas de frontera y en las dinámicas políticas que se mueven en los Estados vecinos. Una guerra que se regionaliza e internacionaliza por la naturaleza de su misma complejidad. Es una guerra que se da en la orbita de las guerras globales contra el terrorismo y el narcotráfico y que se nutre de sus ayudas económicas y acompañamientos técnicos y estratégicos. Una guerra que se ubica en la zona de defensa de los intereses estratégicos norteamericanos en el continente.  

En este escenario de confrontación armada, la calidad de los “ejércitos” que desarrollan esta “guerra” es distinta y esta determinada por las lógicas de motivación que animan la participación en cada uno, las que son en lo fundamental tres: El interés de Estado (Ejércitos Profesionales), el interés político (Ejércitos insurgentes), el interés económico (Ejércitos paramilitares, mercenarios y privados al servicio de la empresa del narcotráfico, los intereses económicos particulares nacionales y transnacionales y,  colateralmente, a la seguridad del Estado)

Las modalidades de la confrontación de esta guerra no esta circunscrita en forma clásica a la naturaleza de las guerras irregulares convencionales (revolucionarias y contrarrevolucionarias). En estas guerras los actores se comprometen adicionalmente, en acciones de control y sometimiento territorial y poblacional, formulación de programas y planes de desarrollo, imposición de normas de conducta y comportamiento,  construcción de economías de guerra, apoyos logísticos y sistemas de tributación paralela al Estado, sistemas de vigilancia social y aplicación de justicia privada o revolucionaria. Generan dinámicas de participación social y política en las esferas del poder del Estado de Derecho con el propósito de adelantar programas, controlar presupuesto y sostener dinámicas de empoderamiento y dominio regional. Aspectos que se construyen sobre la persuasión política, la coerción armada y las prácticas del terror. Es propio de esta modalidad de guerra el desplazamiento forzado y la homogenización de la adhesión de la poblacional.

Es una guerra en la que se combina la acción institucional con la guerra sucia, la persecución, detención y el juzgamiento legal, con el asesinato extrajudicial, la masacre y la desaparición forzada. Una guerra donde el discurso de los derechos humanos es objetivo militar y el derecho internacional humanitario burlado y desconocido.

3.      Sobre el postconflicto.

Cuando hablamos del postconflicto hacemos referencia básicamente a la fase que continúa a la terminación del conflicto armado. Esto no implica que las otras formas del conflicto no vayan a seguir desarrollándose y seguramente generando nuevas transformaciones y dinámicas de cambio. Aunque la fase se inicia oficialmente con la firma definitiva de los acuerdos de paz, es deseable que los cambios se comiencen a notar en las dinámicas mismas en que se está cerrando el conflicto, en un proceso de ambientación de las transformaciones institucionales y sociales que han de darse.

El postconflicto supone una recomposición de las relaciones sociales en las que se atiende con especial atención a las víctimas y se les repara integralmente, se crea la comisión de la verdad para que desarrolle las investigaciones pertinentes y se rindan los informes que posibiliten la reconciliación sobre la base del conocimiento social de lo que sucedió y de los responsables; se ofrecen las garantías y seguridades a quienes han dejado las armas para que se desempeñen dentro del orden institucional, hagan pleno uso de sus derechos constitucionales y,  se impulsa el proceso de construcción de la paz con la implementación de los acuerdos y sus significados en materia de reformas políticas, democratización, planes de desarrollo regional y nacional  e inversión estatal.

La variedad de acciones que hay que emprender en la fase del postconflicto convoca varios campos de trabajo y por lo tanto el compromiso de toda la institucionalidad publica, la sociedad política (partidos), privada (económica) y civil (social) y en general de toda sociedad y la institucionalidad colombiana.

Campo de asistencia humanitaria: que se encargaría de atender a las víctimas, velar por su reparación integral, garantizar en lo posible el retorno y construir las garantías y programas para el pleno ejercicio de los derechos de las víctimas.

Campo de transformaciones políticas y de administración del Estado: tendría como tarea central el impulso de las reformas políticas e institucionales a que dieran lugar los acuerdos en el marco de la ampliación y profundización de la democracia, así como de la adecuación y el fortalecimiento de las instituciones estatales que garanticen una mayor participación de las comunidades en el desarrollo y acompañamiento de la gestión pública.

Campos de transformaciones en el ámbito económico: su acción se centraría en sacar adelante las reformas y procesos que convocan los acuerdos en materia económica tanto para el desarrollo integral agrario y rural, como para el desarrollo económico en general desde una perspectiva de mayor equidad y generación de bienestar. En este campo es fundamental la decidida participación y compromiso del sector privado y una clara política de relacionamiento con la inversión extranjera que no vaya en detrimento del interés nacional. 

Campo de las transformaciones en el ámbito social: En este aspecto el trabajo a realizarse giraría en poder hacer efectivos los derechos fundamentales de los ciudadanos en relación a construcción de una sociedad de bienestar, convivencia democrática y seguridad ciudadana; así como favorecer, promover y respetar los proceso de organización social en un decidido fortalecimiento de la sociedad civil, del respeto por la movilización social y de garantías plenas a la protesta ciudadana.

Campo de las transformaciones en el ámbito de la justicia. Centraría su trabajo en la construcción de una reforma a la justicia que sirva al nuevo orden político y democrático de la nación, que fortalezca el Estado Social de Derecho, garantice el acceso rápido y eficaz a la justicia, impulse y desarrollo eficientemente los sistemas de justicia comunitaria y alternativa y le de un nuevo orden administrativo eficiente al poder judicial. Entre otros aspectos pertinentes a este campo.

Campo de las transformaciones en el ámbito del desarrollo territorial y regional. La guerra ha tenido una territorialidad específica y ha afectado a distintas zonas del país que han padecido con mayor crudeza los estragos de la misma. Esas regiones y territorios estuvieron durante décadas al margen de la acción estatal y son más el resultado de los esfuerzos de las comunidades que de bien estructurados y ejecutados planes de inclusión y desarrollo por parte del Estado. De ahí se deriva el sentido de pertenencia de las comunidades y su arraigo y defensa de los recursos existentes en el territorio pues constituyen su principal fuente de vida y bienestar.

La paz tiene entonces que pasar por los territorios, reconocer a sus comunidades y concertar con ellas sus planes de desarrollo productivo y social en el marco de un proceso de inserción real a la vida del país. Las comunidades indígenas, afrodescendientes, raizales y campesinas se han ido ganando en el desarrollo de sus luchas derechos que deben ser garantizados y conservados. Es necesario tomarlas en consideración, hacer las consultas previas pertinentes a cualquier proyecto de intervención en sus territorios, pero también democratizar la vida institucional en los mismos de tal manera que estas comunidades tengan capacidad decisión, de gestión, de ejecución y de control social a lo que se hace en las regiones y territorios del que son originarios.

Campo de las transformaciones en el ámbito de las políticas de seguridad y defensa: Es inevitable aceptar que la finalización del conflicto armado, la desaparición de la guerra, obliga transformaciones institucionales profundas en la fuerza pública y que el paso de una sociedad con alta conflictividad a una de media y baja conflictividad, demanda de una redefinición de la función de la fuerza pública en una sociedad en conflicto pero en proceso de construcción de paz.

Redefinir la misión de la fuerza pública y las tareas en materia de su función en relación con la precisión  de los riesgos y las amenazas para el Estado y la sociedad son parte fundamental de este proceso. El paso de policías militarizadas y ejércitos con funciones de policía propias de las sociedades de alta conflictividad, hacia policía comunitarias y de seguridad ciudadana y fuerzas militares en tareas de soberanía y protección de los riesgos ambientales; el paso de la seguridad ciudadana hacia el discurso y la práctica de la seguridad humana tiene que ser parte de las transformaciones  de este periodo así como los temas del gasto militar.

Pero no hay que mandar una señal equivocada a la fuerza pública y a la institucionalidad militar tan dada a la defensa de sus propias garantías y tan presionada por la acción política civil no institucional. Desde luego, que el postconflicto debe garantizar la subordinación del poder militar al poder político y que este último debe emprender las acciones para que se produzcan los ajustes que requiera la nueva situación política de la nación. Pero ni la fuerza pública va a desaparecer, ni los presupuestos se van a disminuir. Nuevas tareas que ya no serán de naturaleza contrainsurgente tendrán que ser asumidas por la fuerza pública, lo peor que le podría pasar al país, seria la existencia de unas fuerzas armadas y de policía que siguieran operando frente al conflicto social como si se estuvieran confrontando la insurgencia y el terrorismo. El postconflicto requiere sin duda de un proceso general de reeducación y reentrenamiento de la fuerza pública.

Campo del acompañamiento Internacional al proceso de implementación de acuerdos: es inevitable pensar en la necesidad que la comunidad internacional juegue un papel relevante como garante en el cumplimiento de los acuerdos y que sirva a la verificación de los mismos en particular a lo que tiene que ver con la etapa que sigue al proceso de terminación del conflicto y dejación de armas.

Sin embargo no es lo único en lo que la comunidad internacional puede ayudar a los procesos de normalización y reconstrucción del tejido social y el desarrollo regional. Pueden prestar una importante ayuda al acompañamiento de las víctimas y a la consecución de recursos para el apoyo a la construcción de la paz en el país en el respaldo a programas en especifico, así como en la salvaguarda de la seguridad de quienes  deciden el camino de la participación política para que no se produzcan actos de retaliación criminal.

Colombia tiene hoy una oportunidad única y feliz para salir de la guerra y conducir a las nuevas generaciones a un futuro soñado y construido por todos, en el que no se desconocen las contradicciones e interés contrapuestos, pero en el que se decide transitar los caminos de la democracia amplia y profunda a través de la participación política  en los escenarios institucionales para generar los cambios que se requieren para vivir en una sociedad de conflictos que trabaja a diario por una paz estable y duradera. 

Bogotá. Noviembre  2 de 2013.




[1] Ver a este respecto. Nuestra Guerra Sin Nombre. Transformaciones del conflicto en Colombia. Grupo Editorial Norma  - IEPRI, Universidad Nacional de Colombia, Bogotá  2006.
[2] Ver a este respecto: Conflicto Armado y Procesos de Paz en Colombia. Carlos Medina Gallego. Universidad Nacional de Colombia. Bogotá,  2009.
[3] Pizarro Leongoméz, Eduardo. Democracia Asediada. Bogotá, Grupo Editorial Norma, 2004. Capitulo primero. Págs 37
[4] F. A. Von der Heydte, La guerra Irregular Moderna. Op. cite
[5] Pizarro Leongoméz, Eduardo. Democracia asediada. Bogotá, Grupo Editorial Norma, 2004. Capitulo primero pgs 37-80.
[6] Sánchez G. Gonzalo. Guerras, memoria e historia. Ediciones del ICANH, Bogotá.2003.
[7] Kalyvas Stathis. La violencia en medio de la guerra Civil. Esbozo de una teoría. En Análisis Político. No 42 Enero-abril, 2001
[8] Sánchez G. Gonzalo. Guerras, memoria e historia. Ediciones del ICANH, Bogotá.2003.
[9] Es este el panorama de entrada a la caracterización de una guerra como la colombiana que no pertenece a una categoría de guerra conocida, ya que se mezclan e interactúan varios campos que dificultan su precisión conceptual, como en su momento lo sugirió el  profesor Alain ,Joxe- EHESS. En el seminario de Guerra, Violencia y Terrorismo, realizado en la Universidad Nacional de Colombia, Marzo-abril 1999.
[10] “Territorialización” y “desterritorialización”, son conceptos procedentes de la filosofía de Deleuze y Guattari. La territorialización corresponde a una forma particular de “captura” que imposibilita todo acto creativo o en este caso de oposición y la desterritorialización hace referencia a la manera como ese territorio capturado se libera y entra en una dinamica de construcción creativa y democrática del espacio-territorio. En este trabajo territorialización y desterritorialización tienen que ver con la manera como circula el poder en un espacio en disputa mediado por el ejercicio de la política y la violencia.
[11] Quisiera proponer una definición de Conflicto Armado, como categoría de análisis,  y  punto de partida para la posterior caracterización de la guerra. He de recoger acá los aportes de los distintos autores liberándolos de la responsabilidad que resulta de este ejercicio de adopción incluyente de puntos de vista diversos

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