domingo, 16 de agosto de 2015



TERMINACIÓN DEL CONFLICTO Y LA DEJACIÓN DE ARMAS
La ruta del ELN…

CARLOS MEDINA GALLEGO
Docente Investigador
Universidad Nacional de Colombia
Grupo de Investigación en Seguridad y Defensa
Centro de Pensamiento y Seguimiento al Proceso de Paz

A su propio ritmo y seguramente en un universo de inseguridades e incertidumbre de las partes, marcha la fase exploratoria del Gobierno del presidente Juan Manuel Santos con el Ejército de Liberación Nacional –ELN- sobre las posibilidades de llegar a un acuerdo y a una agenda de conversaciones para la terminación del conflicto armado. No es mucho lo que se sabe de la letra menuda de las conversaciones adelantadas en esta fase exploratoria que debe conducir a una mesa pública, en donde de cara al país se construyan los acuerdos políticos que se requieren para avanzar hacia la construcción de una paz estable y duradera, que sin la menor duda no es posible si la insurgencia del ELN, no llega a un acuerdo con el gobierno.  

La muerte de Megateo, comandante del último reducto de la guerrilla del EPL, que opera en la región del Catatumbo y que seguramente generará al interior de esta organización un proceso que puede conducir hacia la descomposición total, al sometimiento a la justicia o a la búsqueda de un acuerdo con el gobierno para la desmovilización de lo que queda de estructura armada y la entrega de las armas en unas condiciones de favorabilidad jurídica, deja al ELN como minoría determinante de la finalización real del conflicto armado en el país.

Avanzar en el diálogo entre partes en la fase exploratoria cuando hay una experiencia en marcha en una mesa pública como son las conversaciones de la Habana entre el gobierno y las FARC,  no es fácil, porque ambas partes buscan superar los inconvenientes que se van presentando en esa mesa y establecer las diferencias que le dan identidad a los procesos. Hay temas que se comparten aunque se tengan visiones distintas y que obligan a acuerdos similares: los problemas agrarios, la participación política, el tema de víctimas, lo relacionado con drogas ilícitas, que aunque no es tan marcado con el ELN, no va a dejar de abordarse, la oferta de seguridades y de certidumbres jurídicas, la garantía del cumplimiento de acuerdos; el tema de la justicia, la verdad, la reparación y el compromiso de no repetición… entre muchos otros temas que conducen a dos que son definitivos: La terminación del conflicto y la dejación de armas.



Pese al hermetismo existente en el compromiso de mutua confidencialidad de parte del Gobierno Nacional y del ELN, se sabe que la agenda que puede guiar estas conversaciones va bastante avanzada y que se han afinado puntos importantes para unas conversaciones públicas que permitan llegar a acuerdos políticos sustanciales. No se ha saltado aun a la mesa pública porque no se han alcanzado los entendimientos suficientes sobre el tema de terminación del conflicto y dejación de armas, que en la práctica no tiene porque ser así, porque para eso está la mesa abierta a la sociedad colombiana, a los medios de comunicación y a la comunidad internacional. Es allí donde se llega a los acuerdos con respecto al tema y no en la mesa exploratoria que lo que define es que se va a conversar.

La agenda exploratoria establece los criterios de las conversaciones, los temas a conversar y las metodologías a seguir. Es la mesa pública, donde se llega a los acuerdos políticos que ponen fin al conflicto armado y a la dejación de las armas, en el marco de una oferta de oportunidades para el desarrollo de la lucha política democrática y el reconocimiento institucional y constitucional de la insurgencia como un actor legal y legitimo en la lucha política del país.

Lo que precede de manera ineludible un proceso de diálogo para la terminación del conflicto es la voluntad explícita de estar dispuestos a dejar las armas si se llega a un acuerdo político de terminación del conflicto que se refrenda frente a la opinión pública, por una vía mutuamente acordada y se instituyen los mecanismos de implementación de los acuerdos, con la veedurías, acompañamientos y respaldos tanto institucionales, como de la comunidad nacional e internacional.

Desde luego que existen todas las dudas e inseguridades sobre el cumplimiento de los acuerdos, heredados de proceso anteriores, irresponsablemente manejados,  que condujeron al asesinato de dirigentes de la insurgencia institucionalizados ya y en la lucha política democrática o, experiencias de extradición como en el caso de los comandantes paramilitares que quitaron a las víctimas la posibilidad de la verdad, la justicia y la reparación integral. Si el proceso se blinda política, social, jurídicamente, en oferta de seguridad y, se hace acompañar de una veeduría internacional y un observatorio permanente de la evolución del mismo seguramente tendrá menos incidentes desafortunados y mayor responsabilidad en el cumplimiento de los acuerdos.

Hay que acercar el tema de terminación del conflicto y dejación de armas a  consideraciones y condiciones similares a las que se dieron con las FARC, porque le resulta muy difícil al gobierno aceptarle al ELN unas condiciones distintas a las de esa organización, sin generar en esta las incomodidades y reclamos pertinentes, e incluso conflictos internos. Esas son las dificultades que resultan de tener unos acuerdos en marcha y estar buscando la concreción de otra agenda que respetando la especificidad se entienda en el marco de un proceso más amplio.

A partir de éste 18 de Agosto de 2015, se retoman las conversaciones en la fase exploratoria entre Gobierno y ELN; ojalá los esfuerzos que se realizan puedan dar frutos y el país reciba la buena nueva de que se abre la mesa pública con una agenda realista y de amplias posibilidades para generar significativos cambios en el marco de un nuevo orden democrático.          

Bogotá, 16 de agosto de 2015


         

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