jueves, 25 de septiembre de 2025

 





Del PODER POPULAR al CORPORATIVISMO POPULAR: Transformaciones del ELN en el marco de la GUERRA de RESISTENCIA

El Ejército de Liberación Nacional (ELN) ha sido, desde su fundación en 1964, una de las insurgencias más complejas y persistentes de América Latina. Su genealogía política se nutrió de una mezcla de influencias del marxismo-leninismo, la revolución cubana y la teología de la liberación, con un fuerte componente ético-político alrededor de la figura de Camilo Torres Restrepo.

Desde sus inicios, el ELN concibió su proyecto como una apuesta de poder popular, entendido como la construcción de formas organizativas de base, autónomas, orientadas a disputar la hegemonía de las élites políticas y económicas en Colombia. Sin embargo, el transcurso de seis décadas de confrontación armada, la persistencia de la violencia estatal y paraestatal, así como los cambios en la economía política global y nacional, han empujado al ELN hacia transformaciones sustantivas. Una de las más significativas es su tránsito hacia un modelo de corporativismo popular, en el que su capacidad de articulación social ya no descansa exclusivamente en la construcción de un poder democrático desde abajo, sino en el control y la regulación de formas corporativas de representación social, económica y territorial.

El presente ensayo analiza este tránsito, explorando sus fundamentos históricos, las tensiones que lo producen y las implicaciones que tiene para el futuro de la organización, para la democracia colombiana y para el proyecto de paz en curso.

I. EL PODER POPULAR COMO HORIZONTE FUNDACIONAL

El ELN nació con un fuerte discurso ético inspirado en la figura de Camilo Torres Restrepo, quien concibió la acción política como una obligación moral frente a las mayorías excluidas. El poder popular, en esa primera fase, era un poder moralizado, enraizado en comunidades campesinas, sindicales y estudiantiles, con un horizonte revolucionario que aspiraba a la toma del poder estatal mediante la insurrección.

La apuesta del ELN se materializó en experiencias como los comités de barrio, las juntas de acción comunal y la penetración en sindicatos estratégicos (petróleo, energía, transporte). La guerrilla concebía estas expresiones como semillas de un poder alternativo al Estado, en el cual las decisiones colectivas debían emanar desde las bases y no desde la cúpula.

El poder popular se vinculó estrechamente con la noción de guerra popular prolongada , en la que las comunidades eran simultáneamente base de apoyo y sujetos activos de una transformación revolucionaria. La idea no era únicamente protegerse del Estado, sino ir creando embriones de un nuevo poder político.

II. CRISIS DEL MODELO y CONDICIONES DE TRANSFORMACIÓN

Desde los años ochenta, el avance del paramilitarismo, muchas veces con apoyo estatal, minó la capacidad del ELN para sostener el poder popular como proyecto autónomo. Las comunidades fueron blanco de masacres, desplazamientos y persecuciones, lo cual obligó a la insurgencia a replegarse y a mutar sus estrategias de organización.

El involucramiento en la economía del secuestro, de las “retenciones económicas” y luego de los impuestos a economías ilícitas como el narcotráfico y la minería ilegal, transformaron la relación con las comunidades. El poder popular se volvió progresivamente instrumentalizado por la necesidad de financiar la guerra, erosionando su carácter ético original.

La caída del bloque socialista y las transformaciones de la izquierda latinoamericana también golpearon el proyecto insurgente. Mientras experiencias como el sandinismo y, posteriormente, el chavismo en Venezuela, adoptaban formas de poder popular desde el Estado, el ELN quedó aislado y presionado a redefinir sus mecanismos de influencia social.

III. El CORPORATIVISMO POPULAR: características y dinámicas

El corporativismo, en su acepción clásica, se refiere a un sistema de representación política y social basado en la organización de sectores (sindicatos, gremios, asociaciones) integrados en un marco de regulación centralizada.

En el caso del ELN, se ha configurado un corporativismo popular armado, en el que la guerrilla media, regula y controla las formas de organización social en los territorios bajo su influencia.

A diferencia del poder popular original, donde la autonomía comunitaria era esencial, el corporativismo popular implica una relación vertical: la organización insurgente define quién representa a la comunidad, regula los espacios de participación y se convierte en árbitro de conflictos locales. La práctica de “convocar a la comunidad” a asambleas obligatorias o imponer lineamientos en juntas comunales son expresiones de este giro.

El ELN ha logrado consolidar formas de poder corporativo en sectores como:

Economía extractiva ilegal (minería, contrabando, narcotráfico): imponiendo “impuestos revolucionarios” y regulando mercados locales.

Asociaciones campesinas y comunitarias: estructurando liderazgos que funcionan como canales de negociación con actores estatales y privados.

Espacios humanitarios y de resistencia civil: cooptando el discurso de defensa comunitaria para legitimar su presencia armada.

De este modo, la guerrilla no construye únicamente un poder social alternativo, sino que administra corporativamente los territorios como si fuesen “federaciones populares” subordinadas a su lógica de resistencia armada.

IV. CORPORATIVISMO y GUERRA DE RESISTENCIA

En un contexto de guerra de resistencia, el corporativismo popular cumple una función estratégica: le otorga al ELN capacidad de negociación frente al Estado y frente a otros actores armados, al presentarse como vocero legítimo de comunidades organizadas.

El corporativismo se sostiene en una ambivalencia: por un lado, ofrece a las comunidades un espacio de defensa frente a la violencia estatal y paraestatal; por otro, reproduce prácticas coercitivas (control social, justicia armada, castigos) que limitan la autonomía popular.

Aunque el corporativismo conserva el discurso del poder popular, en la práctica lo reemplaza por un sistema de representación funcional a la supervivencia de la insurgencia. La guerra de resistencia convierte al ELN en un gestor corporativo de territorios, más que en un promotor de un nuevo poder político autónomo.

V. CONSECUENCIAS e IMPLICACIONES

El tránsito hacia el corporativismo implica una pérdida de autonomía y de capacidad crítica. Las comunidades pasan de ser sujetos políticos activos a bases corporativas reguladas, lo que limita su posibilidad de emancipación real.

El corporativismo fortalece la capacidad de supervivencia y de acumulación de poder del ELN, pero a costa de diluir su proyecto revolucionario original. Se transforma en una organización híbrida: insurgencia política y administración corporativa territorial.

En escenarios de negociación, el ELN presenta como capital político su control corporativo de comunidades. Esto plantea un dilema: ¿cómo diferenciar entre una representación legítima de los intereses populares y una mediación impuesta por la insurgencia armada?

VI. CONTEXTO HISTÓRICO COMPARADO

El tránsito hacia el corporativismo no es exclusivo del ELN. Experiencias como la FARC en su etapa final, o movimientos insurgentes en Centroamérica, muestran procesos similares de corporativización de la resistencia, donde la administración de territorios y economías se convierte en fuente de legitimidad.

En Colombia, el corporativismo insurgente se enfrenta a un contexto en el que el Estado mismo ha operado bajo lógicas corporativas (pactos con gremios, clientelismo sindical). El ELN, en cierto sentido, reproduce un modelo histórico de corporativismo político colombiano, pero desde la periferia armada.

VII. PERSPECTIVAS CRÍTICAS

Desde una mirada crítica, el paso del poder popular al corporativismo puede leerse como una degradación del proyecto insurgente. Lo que comenzó como emancipación comunitaria terminó como administración corporativa armada.

La guerra prolongada y la resistencia armada han forzado al ELN a priorizar la supervivencia sobre la transformación. El corporativismo es un mecanismo de defensa, pero también una trampa que lo mantiene en un círculo cerrado de legitimidad relativa.

El reto del ELN y de la sociedad colombiana es romper esta lógica corporativa para retomar un horizonte democrático donde las comunidades recuperen autonomía real. El proceso de paz debería apuntar a desmontar la intermediación armada y fortalecer formas genuinas de poder popular civil en una perspectiva democrática.

IDEAS FUERZA A MANERA DE CIERRE

El tránsito del ELN del poder popular al corporativismo popular refleja tanto la persistencia de la guerra en Colombia como la capacidad de adaptación de la insurgencia. Lo que en un inicio fue un proyecto ético-político de emancipación se convirtió en un modelo de acumulación de poder corporativo en territorios en disputa.

Este cambio garantiza la supervivencia de la organización, pero limita sus posibilidades de proyectarse como alternativa política transformadora. Las comunidades, lejos de ganar autonomía, se ven atrapadas en una lógica corporativa de representación mediada por la insurgencia armada.

El desafío central es cómo desmontar este corporativismo armado en el marco de una negociación de paz, y cómo devolver a las comunidades la posibilidad de construir un poder popular auténtico, democrático y emancipador.

CARLOS MEDINA GALLEGO

Historiador- Analista Político

Referencias

  • Medina Gallego, C. (2010). ELN: una historia de resistencia. Bogotá: Universidad Nacional de Colombia.
  • Sánchez, G. (2003). Guerreros y campesinos: el despojo de la tierra en Colombia. Bogotá: Norma.
  • Brittain, J. (2010). Revolutionary Social Change in Colombia: The Origin and Direction of the FARC-EP. London: Pluto Press.
  • Pizarro Leongómez, E. (2017). Las FARC (1949–2017): de guerrilla campesina a máquina de guerra. Bogotá: Debate.
  • Torres Restrepo, C. (1965). Mensaje a los cristianos. Bogotá: Editorial Presencia.

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