domingo, 27 de julio de 2025

 




FEMINISMO INTERSECCIONAL

Crítica al feminismo hegemónico y apuesta por la justicia social integral

 

El feminismo interseccional ha emergido en las últimas décadas como una de las corrientes más potentes, renovadoras y radicales dentro del pensamiento feminista contemporáneo. En contraste con el feminismo hegemónico —blanco, liberal, burgués, eurocéntrico y muchas veces excluyente—, el feminismo interseccional pone en el centro las múltiples formas de opresión que experimentan las mujeres y disidencias en función no sólo de su género, sino también de su raza, clase, orientación sexual, etnia, discapacidad, territorio o condición migrante. Este enfoque plantea una crítica contundente al feminismo tradicional por su incapacidad de representar la complejidad del sujeto político femenino en contextos diversos, especialmente en el sur global.

1.      El feminismo hegemónico: una genealogía del privilegio 

El feminismo hegemónico, dominante en los relatos académicos y mediáticos, se desarrolló principalmente en Europa y Estados Unidos. Nacido de las luchas sufragistas y luego expandido con el feminismo de la segunda ola en las décadas de 1960 y 1970, este feminismo estuvo protagonizado por mujeres blancas, de clase media-alta, educadas y generalmente urbanas. Su horizonte de lucha, aunque fundamental para conquistas como el derecho al voto, al trabajo y a la educación, se limitó en muchos casos a demandas centradas en la experiencia femenina blanca, invisibilizando los sistemas de dominación cruzada que afectaban a otras mujeres, particularmente negras, indígenas, pobres, trans, lesbianas o migrantes. 

El feminismo blanco asumió la categoría “mujer” como un sujeto universal sin cuestionar las diferencias estructurales que moldeaban su experiencia. En nombre de esa supuesta universalidad, terminó reproduciendo mecanismos de exclusión y de supremacía cultural: impuso agendas, jerarquizó luchas, subordinó otras voces y, en muchos casos, colaboró con proyectos coloniales y capitalistas que oprimían a otras mujeres en nombre de su liberación.

Así, el feminismo hegemónico terminó aliado con los valores del liberalismo moderno: autonomía individual, acceso meritocrático positivo, igualdad formal ante la ley, inclusión en los mercados laborales. De esta forma, perdió su vocación transformadora al reducir la lucha feminista a una integración dentro del sistema capitalista sin cuestionar sus bases patriarcales, racistas y coloniales.

2.       La emergencia del feminismo interseccional

 La interseccionalidad surge como una crítica teórica y política a estas limitaciones. Fue acuñada por la jurista afroamericana Kimberlé Crenshaw en 1989, quien, analizando casos de discriminación judicial en Estados Unidos, mostró cómo las mujeres negras eran doblemente discriminadas: por ser mujeres y por ser negras. Ni las leyes antirracistas ni las leyes feministas respondían a esta intersección de opresiones.

 El feminismo interseccional no es simplemente una ampliación del sujeto feminista. Es una ruptura epistemológica. Pone en evidencia que las opresiones no son aditivas (raza + género + clase), sino que se articulan en un sistema complejo donde la experiencia de una mujer negra y pobre, por ejemplo, no es reductible a la suma de discriminaciones, sino que constituye una forma específica de exclusión.

 Esta perspectiva se nutre del pensamiento decolonial, los feminismos negros (Angela Davis, bell hooks), los feminismos indígenas, comunitarios, campesinos, populares y trans. Todas estas vertientes señalan que la liberación no puede darse al margen de las luchas por la justicia social, la autodeterminación de los pueblos, la soberanía alimentaria, el antirracismo, el antipatriarcado y la crítica al capitalismo neoliberal.

3.   Choque entre feminismo interseccional y feminismo hegemónico

Este encuentro entre el feminismo interseccional y el feminismo hegemónico ha sido más bien un choque de paradigmas. Mientras el feminismo blanco liberal aspira a romper el “techo de cristal” para que más mujeres lleguen al poder en las mismas estructuras patriarcales, el feminismo interseccional se interesa por desmontar las jerarquías que impiden que millones de mujeres siquiera accedan al “piso de derechos básicos”.

La crítica interseccional denuncia que el feminismo blanco ha colonizado la agenda política feminista, apropiándose de los discursos de derechos humanos, cooperación internacional o igualdad de género, y reproduciendo una lógica verticalista y filantrópica que “ayuda” a otras mujeres sin reconocerlas como sujetas políticas autónomas.

En muchos casos, las ONGs feministas del norte global han promovido políticas de género que no dialogan con las realidades culturales y materiales de las comunidades del sur. Así, la lucha contra la violencia de género, por ejemplo, se convierte en una excusa para intervenir políticamente territorios y culturas, sin combatir las estructuras económicas globales que mantienen la desigualdad.

4.      Virtudes del feminismo interseccional

Frente a estas limitaciones, el feminismo interseccional ofrece varias virtudes fundamentales:

  • 1.      Visibiliza la multiplicidad de opresiones: rompe con la mirada monolítica de “la mujer” y permite reconocer la diversidad de condiciones, contextos y luchas.
  • 2.      Articula las luchas sociales: no separa el feminismo de las luchas anticapitalistas, antirracistas, anticoloniales y ecologistas, sino que las integra en una visión común de transformación estructural.
  • 3.      Descentraliza el sujeto político: reconoce a las mujeres campesinas, indígenas, trans, afrodescendientes, trabajadoras informales, migrantes, etc., como protagonistas de su propia emancipación.
  • 4.      Denuncia el capitalismo neoliberal y sus alianzas con el patriarcado: revela cómo el modelo económico neoliberal —con su lógica de acumulación, precarización, privatización y extractivismo— se sustenta sobre cuerpos feminizados, racializados y empobrecidos. Las mujeres pobres del sur global, muchas veces, son las que cargan con el peso de la economía del cuidado, la violencia extractiva y la exclusión estructural.
  • 5.      Propone una ética de la solidaridad: no busca homogeneizar las luchas, sino crear alianzas desde la diferencia, con respeto mutuo, reconociendo privilegios y descentrando los protagonismos tradicionales.

 

5.      Interseccionalidad contra el patriarcalismo neoliberal y la derecha radical

 La interseccionalidad también representa una forma de resistencia contra los fundamentalismos políticos de derecha que se han fortalecido en el mundo en la última década. Personajes como Donald Trump o Javier Milei encarnan una ofensiva reaccionaria que combina neoliberalismo radical, machismo explícito, desprecio por los derechos de las mujeres y negacionismo de las luchas sociales.

 Estos discursos reviven un modelo de masculinidad autoritaria, viril, violenta y antisocial que se burla del feminismo, promueve la regresión de derechos y legitima formas de exclusión y odio. En ese contexto, el feminismo interseccional no sólo es un proyecto emancipador, sino una trinchera de resistencia ética, cultural y política frente al ascenso del neoconservadurismo global.

 El discurso antifeminista, homofóbico y racista de estos líderes no es anecdótico: es un proyecto de restauración del poder patriarcal y de blanqueamiento de la sociedad, donde las mujeres deben volver al hogar, los migrantes ser expulsados y las disidencias sexuales reducidas al silencio. Frente a eso, el feminismo interseccional ofrece una alternativa civilizatoria fundada en la dignidad humana, la justicia estructural y la igualdad radical.

6.    Hacia un feminismo de todos y para todas

 El feminismo interseccional no es un simple complemento del feminismo tradicional. Es una reconfiguración del campo de lucha. Nos obliga a pensar la opresión no como un fenómeno aislado, sino como una red de estructuras de poder que se entrelazan y se reproducen mutuamente. Y nos exige una ética política que no se conforme con el avance de algunas, sino con la justicia para todas.

 En una época donde el feminismo corre el riesgo de convertirse en una marca, un eslogan institucional o una herramienta del capitalismo inclusivo, el feminismo interseccional nos recuerda que la verdadera liberación será antirracista, anticapitalista, antipatriarcal y anticolonial, o no será. No basta con hablar de igualdad si no se lucha contra las bases estructurales de la desigualdad. No basta con incluir mujeres en el poder si no se transforma el poder mismo.

 En definitiva, el feminismo interseccional se erige como una apuesta por un mundo distinto: uno donde la vida esté en el centro, donde la justicia no se mida en cuotas sino en derechos, y donde la dignidad no dependa del color de piel, el lugar de nacimiento o la identidad de género. Es un feminismo que no divide, sino que suma; que no domestica la rabia, sino que la convierte en horizonte de esperanza.

No hay comentarios:

Publicar un comentario