FEMINISMO INTERSECCIONAL
Crítica al feminismo hegemónico y
apuesta por la justicia social integral
El feminismo interseccional ha emergido en las últimas décadas como una de las corrientes más potentes, renovadoras y radicales dentro del pensamiento feminista contemporáneo. En contraste con el feminismo hegemónico —blanco, liberal, burgués, eurocéntrico y muchas veces excluyente—, el feminismo interseccional pone en el centro las múltiples formas de opresión que experimentan las mujeres y disidencias en función no sólo de su género, sino también de su raza, clase, orientación sexual, etnia, discapacidad, territorio o condición migrante. Este enfoque plantea una crítica contundente al feminismo tradicional por su incapacidad de representar la complejidad del sujeto político femenino en contextos diversos, especialmente en el sur global.
1. El feminismo hegemónico: una genealogía del privilegio
El feminismo hegemónico, dominante en los relatos académicos y mediáticos, se desarrolló principalmente en Europa y Estados Unidos. Nacido de las luchas sufragistas y luego expandido con el feminismo de la segunda ola en las décadas de 1960 y 1970, este feminismo estuvo protagonizado por mujeres blancas, de clase media-alta, educadas y generalmente urbanas. Su horizonte de lucha, aunque fundamental para conquistas como el derecho al voto, al trabajo y a la educación, se limitó en muchos casos a demandas centradas en la experiencia femenina blanca, invisibilizando los sistemas de dominación cruzada que afectaban a otras mujeres, particularmente negras, indígenas, pobres, trans, lesbianas o migrantes.
El feminismo blanco asumió la categoría “mujer” como un sujeto universal sin cuestionar las diferencias estructurales que moldeaban su experiencia. En nombre de esa supuesta universalidad, terminó reproduciendo mecanismos de exclusión y de supremacía cultural: impuso agendas, jerarquizó luchas, subordinó otras voces y, en muchos casos, colaboró con proyectos coloniales y capitalistas que oprimían a otras mujeres en nombre de su liberación.
Así, el feminismo hegemónico terminó aliado con los valores del liberalismo moderno: autonomía individual, acceso meritocrático positivo, igualdad formal ante la ley, inclusión en los mercados laborales. De esta forma, perdió su vocación transformadora al reducir la lucha feminista a una integración dentro del sistema capitalista sin cuestionar sus bases patriarcales, racistas y coloniales.
2.
La
emergencia del feminismo interseccional
3. Choque entre feminismo interseccional y feminismo hegemónico
Este encuentro entre el feminismo interseccional y el feminismo hegemónico ha sido más bien un choque de paradigmas. Mientras el feminismo blanco liberal aspira a romper el “techo de cristal” para que más mujeres lleguen al poder en las mismas estructuras patriarcales, el feminismo interseccional se interesa por desmontar las jerarquías que impiden que millones de mujeres siquiera accedan al “piso de derechos básicos”.
La crítica interseccional denuncia que el feminismo blanco ha colonizado la agenda política feminista, apropiándose de los discursos de derechos humanos, cooperación internacional o igualdad de género, y reproduciendo una lógica verticalista y filantrópica que “ayuda” a otras mujeres sin reconocerlas como sujetas políticas autónomas.
En muchos casos, las ONGs feministas del norte global han promovido políticas de género que no dialogan con las realidades culturales y materiales de las comunidades del sur. Así, la lucha contra la violencia de género, por ejemplo, se convierte en una excusa para intervenir políticamente territorios y culturas, sin combatir las estructuras económicas globales que mantienen la desigualdad.
4. Virtudes del feminismo interseccional
Frente a estas limitaciones, el feminismo interseccional ofrece varias virtudes fundamentales:
- 1. Visibiliza la multiplicidad de opresiones: rompe con la mirada monolítica de “la mujer” y permite reconocer la diversidad de condiciones, contextos y luchas.
- 2. Articula las luchas sociales: no separa el feminismo de las luchas anticapitalistas, antirracistas, anticoloniales y ecologistas, sino que las integra en una visión común de transformación estructural.
- 3. Descentraliza el sujeto político: reconoce a las mujeres campesinas, indígenas, trans, afrodescendientes, trabajadoras informales, migrantes, etc., como protagonistas de su propia emancipación.
- 4. Denuncia el capitalismo neoliberal y sus alianzas con el patriarcado: revela cómo el modelo económico neoliberal —con su lógica de acumulación, precarización, privatización y extractivismo— se sustenta sobre cuerpos feminizados, racializados y empobrecidos. Las mujeres pobres del sur global, muchas veces, son las que cargan con el peso de la economía del cuidado, la violencia extractiva y la exclusión estructural.
- 5. Propone una ética de la solidaridad: no busca homogeneizar las luchas, sino crear alianzas desde la diferencia, con respeto mutuo, reconociendo privilegios y descentrando los protagonismos tradicionales.
5.
Interseccionalidad contra el
patriarcalismo neoliberal y la derecha radical
6. Hacia un feminismo de todos y para todas
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