TERMINACIÓN
DEL CONFLICTO Y LA DEJACIÓN DE ARMAS
La ruta del ELN…
CARLOS MEDINA GALLEGO
Docente Investigador
Universidad Nacional de Colombia
Grupo de Investigación en Seguridad y
Defensa
Centro de Pensamiento y Seguimiento
al Proceso de Paz
A su propio ritmo y seguramente en un universo de inseguridades e
incertidumbre de las partes, marcha la fase exploratoria del Gobierno del
presidente Juan Manuel Santos con el Ejército de Liberación Nacional –ELN-
sobre las posibilidades de llegar a un acuerdo y a una agenda de conversaciones
para la terminación del conflicto armado. No es mucho lo que se sabe de la
letra menuda de las conversaciones adelantadas en esta fase exploratoria que
debe conducir a una mesa pública, en donde de cara al país se construyan los
acuerdos políticos que se requieren para avanzar hacia la construcción de una
paz estable y duradera, que sin la menor duda no es posible si la insurgencia
del ELN, no llega a un acuerdo con el gobierno.
La muerte de Megateo, comandante del último reducto de la guerrilla del
EPL, que opera en la región del Catatumbo y que seguramente generará al
interior de esta organización un proceso que puede conducir hacia la descomposición
total, al sometimiento a la justicia o a la búsqueda de un acuerdo con el
gobierno para la desmovilización de lo que queda de estructura armada y la
entrega de las armas en unas condiciones de favorabilidad jurídica, deja al ELN
como minoría determinante de la finalización real del conflicto armado en el país.
Avanzar en el diálogo entre partes en la fase exploratoria cuando hay una experiencia en marcha en una mesa
pública como son las conversaciones de la Habana entre el gobierno y las FARC, no es fácil, porque ambas partes buscan
superar los inconvenientes que se van presentando en esa mesa y establecer las
diferencias que le dan identidad a los procesos. Hay temas que se comparten
aunque se tengan visiones distintas y que obligan a acuerdos similares: los
problemas agrarios, la participación política, el tema de víctimas, lo
relacionado con drogas ilícitas, que aunque no es tan marcado con el ELN, no va
a dejar de abordarse, la oferta de seguridades y de certidumbres jurídicas, la garantía
del cumplimiento de acuerdos; el tema de la justicia, la verdad, la reparación y
el compromiso de no repetición… entre muchos otros temas que conducen a dos que
son definitivos: La terminación del conflicto y la dejación de armas.
Pese al hermetismo existente en el compromiso de mutua confidencialidad
de parte del Gobierno Nacional y del ELN, se sabe que la agenda que puede guiar
estas conversaciones va bastante avanzada y que se han afinado puntos
importantes para unas conversaciones públicas que permitan llegar a acuerdos políticos
sustanciales. No se ha saltado aun a la mesa pública porque no se han alcanzado
los entendimientos suficientes sobre el tema de terminación del conflicto y dejación
de armas, que en la práctica no tiene porque ser así, porque para eso está la
mesa abierta a la sociedad colombiana, a los medios de comunicación y a la
comunidad internacional. Es allí donde se llega a los acuerdos con respecto al
tema y no en la mesa exploratoria que lo que define es que se va a conversar.
La agenda exploratoria establece los criterios de las conversaciones,
los temas a conversar y las metodologías a seguir. Es la mesa pública, donde se
llega a los acuerdos políticos que ponen fin al conflicto armado y a la dejación
de las armas, en el marco de una oferta de oportunidades para el desarrollo de
la lucha política democrática y el reconocimiento institucional y
constitucional de la insurgencia como un actor legal y legitimo en la lucha política
del país.
Lo que precede de manera ineludible un proceso de diálogo para la terminación
del conflicto es la voluntad explícita de estar dispuestos a dejar las armas si
se llega a un acuerdo político de terminación del conflicto que se refrenda
frente a la opinión pública, por una vía mutuamente acordada y se instituyen los
mecanismos de implementación de los acuerdos, con la veedurías, acompañamientos
y respaldos tanto institucionales, como de la comunidad nacional e internacional.
Desde luego que existen todas las dudas e inseguridades sobre el cumplimiento
de los acuerdos, heredados de proceso anteriores, irresponsablemente manejados,
que condujeron al asesinato de
dirigentes de la insurgencia institucionalizados ya y en la lucha política democrática
o, experiencias de extradición como en el caso de los comandantes paramilitares
que quitaron a las víctimas la posibilidad de la verdad, la justicia y la reparación
integral. Si el proceso se blinda política, social, jurídicamente, en oferta de
seguridad y, se hace acompañar de una veeduría internacional y un observatorio permanente de la evolución del
mismo seguramente tendrá menos incidentes desafortunados y mayor
responsabilidad en el cumplimiento de los acuerdos.
Hay que acercar el tema de terminación del conflicto y dejación de armas
a consideraciones y condiciones
similares a las que se dieron con las FARC, porque le resulta muy difícil al
gobierno aceptarle al ELN unas condiciones distintas a las de esa organización,
sin generar en esta las incomodidades y reclamos pertinentes, e incluso conflictos
internos. Esas son las dificultades que resultan de tener unos acuerdos en
marcha y estar buscando la concreción de otra agenda que respetando la
especificidad se entienda en el marco de un proceso más amplio.
A partir de éste 18 de Agosto de 2015, se retoman las conversaciones en
la fase exploratoria entre Gobierno y ELN; ojalá los esfuerzos que se realizan
puedan dar frutos y el país reciba la buena nueva de que se abre la mesa pública con una agenda realista y
de amplias posibilidades para generar significativos cambios en el marco de un
nuevo orden democrático.
Bogotá, 16 de agosto de 2015
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