MEXICO: Narcoterrorismo y Derechos
Humanos
CARLOS MEDINA GALLEGO
Docente Investigador
Universidad Nacional de Colombia
México vive hoy una
situación crítica en materia de Derechos Humanos que se ha visibilizado de
manera contundente con el secuestro, desaparición y asesinato de 43 estudiantes
normalistas de Ayotzinapa, Estado de Guerrero,
desaparecidos desde el 26 de septiembre en Iguala, asesinados y posteriormente
quemados, según las primeras declaraciones de los implicados, por el
grupo criminal Guerreros Unidos, en connivencia con la fuerza pública y la complicidad
autista del gobierno Federal.
Ese doloroso y
lamentable juvenicidio lo que coloca
al centro de la problemática mexicana es la existencia de unas precarias
condiciones de gobernabilidad frente
a la acción desestabilizadora de los carteles de la droga, el crimen organizado
trasnacional y el narcoterrorismo que unido
a los problemas migratorios y de pobreza generalizada va arrastrando el país a
un indetenible espiral de violencia que afecta al común de las familias
mexicanas y en general a toda la sociedad.
No se trata
de un caso excepcional esta masacre, una oleada de crímenes azota todo el
territorio mexicano comprometiendo de manera directa a la fuerza pública y a
funcionarios del Estado que permeados por la capacidad de fuego y corrupción de
la delincuencia organizada participan y/o permiten que se produzcan asesinatos,
masacres y desplazamiento forzado de población que se encuentra en condiciones
de absoluta desprotección en regiones donde el poder de la delincuencia está
por encima del Estado .
La impunidad, corrupción e infiltración del narcotráfico en
cuerpos de seguridad que se agudizaron durante el combate militar
antidrogas de Felipe Calderón (2006-2012) permanecen bajo el mandato de Enrique
Peña Nieto, que permanece inmune ante las violaciones de derechos humanos,
conforme lo ha expresado José Miguel Vivanco, director para las Américas
de HRW. Más de 80,000 personas han sido asesinadas en México y 22,000
desaparecidas en el corto periodo de 8 años.
En este país, las autoridades hablan de la existencia
de siete carteles de tráfico de drogas: los carteles de Sinaloa, Juárez,
Tijuana, los Beltrán Leyva, El Golfo, Milenio y La Familia, pero es necesario sumar
a estas organizaciones criminales a sectores de la fuerza pública, la clase política y empresarial, así como a las empresas
trasnacionales que operan en el país y que desarrollan de manera directa, por
acción o por omisión, practicas de complicidad con las olas de criminalidad que
azotan distintas regiones del territorio mexicano ensañándose con los
activistas sociales y la población más desprotegida .
Estos cartel están organizados a través de grupos más
pequeños que operan coordinadamente en acciones de narcotráfico, practicas de
sicariato y acciones de bandas criminales, delincuencia común y organizada que desarrollan entre ellos permanentes guerras
por rutas y territorios, negocios y transacciones financieras, en las que van
involucrando la institucionalidad de la nación mexicana, dada a las prácticas
de corrupción e impunidad, a la clase política cómplice, a los sectores
económicos que hacen el papel de testaferros calificados y cada vez con más
fuerza a la población que frente a las dificultades generadas por la pobreza no
encuentra otra ruta para sobrevivir que la informalidad y la delincuencia.
La precarización de la situación de seguridad ha
conducido a los dos ultimos gobiernos (Calderón - Peña Nieto) a desarrollar una
guerra militar contra el crimen
organizado que ha tenido un fuerte impacto en materia de derechos humanos y la
degradación institucional con la irrupción del fenómeno paramilitar como
práctica de terrorismo de Estado y el cometimiento de crímenes de lesa
humanidad.
La administración de justicia mexicana tiene un entramado de nexos
corruptos con la delincuencia que afecta las decisiones judiciales; las
presiones políticas e institucionales ha deshumanizado a los servidores
federales, quienes por dar resultados y llenar estadísticas, recurren a tratos
crueles e inhumanos para obtener confesiones de parte de quienes están siendo
procesados por un delito que tenga probablemente incidencia internacional como
lo es el lavado de activos o el narcotráfico.
Pero el mayor detonante esta dado por las precarias condiciones de
existencia a la que están abocados los mexicanos, no muy distintas de inmensas
masa de pobres de América Latina, que se ven reflejadas en condiciones
laborales precarias, índices considerables de desocupación y mendicidad, inadecuado
sistema de salud que garantice atención integral a las personas más vulnerables
como mujeres gestantes y niños. Una población que se encuentra cesante sin modo
de proveerse lo necesario para su sustento suele ser víctima de incorporación “forzada”
a grupos delincuenciales.
Human Rigths Watch ha reportado en varios de sus informes que se
presenta una situación insostenible e ingobernable en el llamado “paso” y sus
zonas rivereñas, que está constituido físicamente en su mayoría por zonas
desérticas y hostiles, donde bandas organizadas y agentes federales operan de
manera despiadada; se ha establecido en un sinnúmero de casos en que migrantes
ilegales son capturados, secuestrados bien para ser explotados sexualmente,
para ser vendidos como esclavos o simplemente desaparecidos torturados , asesinados
y arrojados a fosas comunes.
Sobre estas problemáticas no han sido pasivos los que propenden por el
respeto de los Derechos Humanos, no obstante cientos de líderes o activistas
sociales han sido masacrados cuando han intentado llamar la atención sobre
estos crímenes o generar movilización social para denunciar los vejámenes de
los que son víctimas los niños, las mujeres, los ancianos y los hombres en
general con la acción combinada del terrorismo de Estado y el crimen organizado
del narcoterrorismo.
México sufre, sin duda, graves problemas
en la defensa y protección de los Derechos Humanos. Las violaciones de derechos
como el derecho a la vida, a la integridad, a la libertad de expresión, a las garantías y
protección judiciales, ha sido motivo de preocupación de las organizaciones civiles
de Derechos Humanos, las cuales están en una permanente lucha en la que no
pocos defensores han sido víctimas de amenaza, persecución y asesinatos. El Sur
de México es la zona más afectada por la violencia, en especial los Estados de
Chiapas, Guerrero y Oaxaca, y en las Huastecas de Veracruz e Hidalgo, pero no
lo son menos los Estados Fronterizos y ciudad de México. Las causas que
provocan esta situación están vinculadas a conflictos locales, regionales y de
carácter político, económico y religioso, como, a la pobreza, la discriminación y la impunidad de la que gozan las autoridades
públicas y el creciente poder del narcotráfico y el crimen organizado
trasnacional que ha permeado ante la impotencia del Estado y la sociedad
mexicana distintos sectores y actividades de la sociedad y la economía
convencional.
Gran parte de la población no tiene
acceso a sus derechos económicos, sociales y culturales, especialmente mujeres,
indígenas, adultos mayores, niños en situación de calle y personas
discapacitadas; sufriendo en muchos de estos lugares condiciones deplorables de empobrecimiento,
hambruna y acceso casi nulo a servicios sociales y de salud. En México a la
sombra de la impunidad, se practica actos de tortura de forma
sistemática, ejecuciones, detenciones arbitrarias y ataques contra la
población civil por parte
de los policías judiciales y de las fuerzas de seguridad estatal y federal. La
impunidad impide la vigencia del Estado de Derecho y lleva a los ciudadanos a
desconfiar tanto del desempeño de las instituciones, como de la efectividad de
los sistemas de protección de los derechos humanos.
La alarmante situación de inseguridad
en muchos lugares del país y las consecuencias del combate al crimen organizado
y a los cárteles de la droga por parte de las fuerzas armadas, han aumentado la
inseguridad y la violencia en muchas regiones, dejando a las comunidades
desprotegidas. Los reportes sobre abusos y violación de derechos humanos cometidos por la policía
y las fuerzas de seguridad, incluyendo desapariciones forzadas, tortura y
detenciones arbitrarias continúan y la impunidad en todos los crímenes sigue
siendo la misma.
Los defensores de derechos humanos y periodistas, quienes frecuentemente
tratan de apoyar a las víctimas y revelan los abusos, enfrentan cada vez
mayores ataques. Las mujeres, los pueblos indígenas, los niños y personas de la
tercera edad, sufren discriminación y violencia, y al ser comunidades
excluidas, sus posibilidades de obtener atención son casi nulas.
Las organizaciones de Derechos Humanos, la prensa y los movimientos
sociales y políticos democráticos adelantan una aguerrida lucha para que la
situación de crisis humanitaria que genera la violación sistemática y continua
de los derechos fundamentales de la población, se coloque al frente de las
preocupaciones del gobierno y en general de las instituciones del Estado para
que se definan no solo políticas públicas acorde con la gravedad de los hechos,
sino, sobre todo acciones de protección y salvaguarda de las poblaciones más vulnerable.
Se le reclama al gobierno actual demostrar que está preparado para hacer de
ésta situación una verdadera prioridad política, no una mera postura retórica
sobre compromisos internacionales de derechos humanos que en la práctica son
discurso y letra muerta.
Las mujeres mexicanas están en proceso de lucha, por la igualdad de
género, una meta aún lejana en esta sociedad reconocidamente machista y en la
que el feminicidio ha convocado la
atención solidaria de la comunidad mundial. La violencia y la discriminación el
desconocimiento de los derechos humanos de las mujeres y las niñas, comprometen
su seguridad y salud. La violencia de género sigue golpeando las vidas de mujeres y niñas en todo México al
amparo de la impunidad, la violencia de
todo tipo y el abuso sexual, es generalizado. Las leyes promulgadas por el
gobierno mexicano para investigar los crímenes y prevenir la violencia son
totalmente ineficaces dejando a las mujeres y a las niñas en un riesgo
constante.
No es menos crítica la situación de muchas comunidades indígenas en
México que sufren de discriminación, acceso limitado a la justicia, a la salud,
a la educación, la vivienda y la tierra. Las medidas que ha tomado el gobierno
no han sido las adecuadas para enfrentar los obstáculos estructurales que les
impiden disfrutar de estos derechos. El aumento de los proyectos extractivos y
de desarrollo económico que impactan directamente las tierras, territorios y
recursos de los pueblos indígenas representa el mayor problema que tienen que
afrontar estas comunidades cuando no se siguen los procedimientos que han sido
establecidos para intervenir en estos territorios generalmente objeto de
grandes macroproyectos . Las autoridades deben proporcionar información
imparcial y adecuada, y conducir procesos de consulta previa y transparente con
el fin de obtener el consentimiento libre e informado de las comunidades
afectadas.
El avance de las practicas de terrorismo de Estado unidas con las
practicas criminales del narcoterrorismo le vaticinan al pueblo mexicano una
época de terror de la que solo puede librarse a través de la movilización
social generalizada y decidida y la solidaridad y el acompañamiento humanitario
de los países de América Latina y del Mundo.
Para el pueblo Mexicano y sus defensores de Derechos Humanos toda
nuestra solidaridad.
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