El proceso de paz: Cárcel e impunidad…
CARLOS MEDINA GALLEGO
Docente – Investigador
Universidad Nacional de Colombia
La visita a Colombia del
ex-secretario General de la ONU, Kofi Annan, despertó un nuevo debate en relación
a la justicia para la paz y la reparación integral de las víctimas. Este tema,
ha conducido a los sectores que se han opuesto al proceso, con el argumento de
una paz sin impunidad, a
reclamar nuevamente con insistencia una justicia transicional, que someta,
juzgue y condene al régimen penitenciario a los responsables de los distintos
tipos de victimización que se produjeron durante el desarrollo del conflicto
armado.
En
su viaje a los Estados Unidos, el Procurador General de la Nación ha
manifestado que en Colombia nadie está contra la paz y el reclamo existente es que
haya justicia, donde al parecer se reduce a que la insurgencia sea juzgada y
condenada a pagar, cualquiera que sean los beneficios, unos años de
cárcel.
El ex-presidente y hoy senador
Álvaro Uribe Vélez, líder del Centro
Democrático, compartió junto a su bancada con Kofi Annan sus inquietudes
respecto al proceso de paz, que se adelanta con las FARC en La Habana, en donde
hizo el planteamiento donde el proceso
de paz debe unirse la justicia restaurativa con la punitiva, con un argumento
que se cae por sí mismo: "Si no hay
cárcel para los delincuentes no se cumple la finalidad de reparar a las
víctimas porque hay que garantizar la no repetición". La reparación de las
víctimas está mucho más allá del castigo a los victimarios. Está en el reclamo
por la verdad, en un modelo de reparación amplio e integral en relación con la
población de víctimas, los territorios y el reconocimiento de sus derechos
inicialmente como víctimas y luego como ciudadanos. La no repetición no depende
de si los guerrilleros pagan cárcel o no, porque ahí siguen operando los
paramilitares que Uribe “desmovilizó”, llevó a las cárceles y extraditó.
La mesa de
conversaciones debe construir un acuerdo, en la decisión de lo que en su
momento Camilo Umaña denominó una justicia para la paz. Una justicia que tome en
consideración los reclamos de las víctimas, en materia de verdad, justicia,
reparación integral y, que garantice en el cumplimiento de los Acuerdos, el fortalecimiento de las
instituciones y el régimen democrático, al igual que el aseguramiento de las transformaciones que haya
necesidad de emprender para que el modelo económico genere mayor equidad y la
sociedad pueda disfrutar de mayor justicia social. Es esto y no otra cosa lo
que determina la no repetición.
Un acuerdo que se
reviste de las legitimidades dadas por el resultado de un proceso de solución
política negociada, sometido a un mecanismo de refrendación popular, respaldado
por todas las fuerzas políticas a través de “Un Pacto por la Paz” como lo denomina
el Procurador, que no debe ser el resultado de ninguna imposición, sino de un compromiso
resultante de un gran consenso nacional donde estén contenidas todas la fuerzas
e implicadas todas las voluntades. Siguiendo la recomendación del ex-secretario
de la ONU, quien ha afirmado en su visita: “Estoy feliz de estar aquí en este instante decisivo
para los diálogos, los cuales deben ser un espacio abierto para todas las
partes involucradas en la conflagración, un proyecto nacional que debemos
sustentar”.
El actual proceso de
paz tiene en la comunidad internacional una muy importante y positiva
audiencia, así lo percibe y se lo ha manifestado abiertamente Kofi Annan al
Presidente de la República, a la Comisión de Paz del Congreso y a todos aquellos
con que se ha reunido. Es inevitable que la paz debe considerar el derecho a la
justicia, pero cualquiera que sea el camino que se siga debe ser el resultado
del proceso de conversaciones. La experiencia ha demostrado que una nación que
aspire en un proceso de solución política al 100% en la aplicación de justicia
y al 0% de impunidad está condenada a vivir en guerra. Es necesario pagar un
precio en justicia e impunidad, pero este no puede ser más que el estrictamente
necesario para garantizar una paz estable y duradera, que resulta en términos
de beneficio de “justicia” superior a cualquier costo.
La discusión sobre el
tema de víctimas y justicia, aún no se ha terminado y las conversaciones apenas
deben estar procesando los insumos que los foros nacionales y regionales de
víctimas, las audiencias directas, las recomendaciones de los expertos,
asesores, y en general todos los recursos y apoyos que nutren la
discusión, adquieran la forma de acuerdos políticos al respecto del tema de
víctimas.
En el desarrollo de
este tema se ha reconocido que no existe un solo victimario y que la justicia,
si ha de ser aplicada, se hará para todos los responsables, independientemente
de que se haga de manera diferenciada. En el caso que el proceso diga que los
victimarios deben ir a la Cárcel, se tendría que bautizar una de esas cárceles
de alta seguridad con el nombre de Penitenciaria General de Colombia,
por una paz estable y duradera. Claro, recogería las iniciativas
de otorgar según los criminales patios especiales de reclusión:
Un patio para las
comandancias de las FARC-EP por los crímenes de guerra y lesa humanidad,
cometidos en el desarrollo del conflicto, juzgados y condenados, con un amplio
acervo probatorio, sólidamente constituido. Un patio para los generales,
coroneles y oficiales de la Fuerza Pública que por acción u omisión
desarrollaron actos de barbarie, terrorismo de Estado, ejecuciones
extrajudiciales, violaciones de sus derechos a la población civil, saquearon
propiedades, violaron mujeres, mataron niños, torturaron y desaparecieron
dirigentes sociales, populares y políticos, criminalizaron a defensores
de derechos humanos, ejecutaron “falsos positivos”, incurrieron en
prácticas de corrupción con los presupuestos públicos, le hicieron la vida insoportable
a oficiales honestos y los obligaron a renunciar a su carrera militar, entre
otros delitos menores.
Un patio para los
políticos y gobernantes corruptos, para ex–presidentes, que se relacionaron con
el narcotráfico y paramilitarismo, fomentaron la formación de grupos criminales
al margen de la ley, intervinieron teléfonos de la oposición y de prestigiosos
miembros de los tribunales, dieron la orden de ejecutar comandantes en estado
de absoluta indefensión, se beneficiaron electoralmente de las acciones del
terror de los grupos ilegales, incurrieron en prácticas de corrupción, cohecho,
compraron conciencia y votos, construyeron un modelo de democracia mafiosa, propiciaron magnicidios, entregaron sin
escrúpulo los patrimonios estratégicos de la nación a las empresas
trasnacionales, compraron quiebras privadas con presupuestos públicos,
recortando sin consideración algunas el gasto social, entre otros delitos,
ninguno menor.
Un patio para las
élites económicas que financiaron la guerra y paramilitarismos e hicieron del
botín de guerra un proceso de acumulación por la vía de la corrupción y el
despojo. Un patio para los grandes propietarios que se hicieron más grandes
durante el desarrollo de la guerra, para los que ayudaron a configurar las
listas de los que hoy están desaparecidos o fueron víctimas de asesinatos
selectivos y masacres, para los que se enriquecieron sirviendo de testaferros a
los capos del narcotráfico y les abrieron las puertas de sus negocios y de sus
familias. Un patio para los contratistas que se transformaron en asaltantes de
los presupuestos públicos en las grandes obras de infraestructura que se
llenaron de sobrecostos y nunca se terminaron. Un patio para los que hicieron
fortunas con sus manos manchadas de sangre de los más humildes e indefensos.
Un patio para los
gerentes de las trasnacionales y sus empleados de confianza que financiaron el
paramilitarismo y la insurgencia, para construir oleoductos y grandes
macro-obras, para explotar los recursos naturales en voraces economías
extractivas que no se compadecieron con la destrucción del medio ambiente, el
empobrecimiento de los territorios y la devastadora generación de pobreza y
marginalidad de la población. Un patio para las trasnacionales del banano que
pagaron por cada caja dólares para asesinar sindicalistas, mujeres y niños.
Un patio para los
inventores de la doctrina de la seguridad nacional, del enemigo interior y de
la guerra, para los asesores militares y contratistas, para los mercenarios,
para los que a nombre de Dios, la libertad y la democracia van llenando de
guerra los pueblos de América.
Esperemos, que el
proceso de conversaciones establezca un acuerdo político en el cual se marquen
rutas para que la justicia encuentre la medida de la satisfacción de todos. Para
ello hay que crear puentes entre quienes empujan el proceso y quienes se
oponen. La mesa de conversaciones tiene que abrirse a la presencia del
Procurador para que presente sus argumentos sobre justicia y “Pacto por la
Paz”; al Ex -presidente Uribe, la voz del Centro
Democrático, para que explique para él que es la
impunidad y cómo es que se hace justicia para todos; a los militares retirados
para que defiendan las dignidades y las honras de los militares y expliquen que
se hace con los crímenes cometidos por la fuerza pública; a los empresarios
para que hagan público cuál es su compromiso con la paz en un país cargado de
necesidades de empleo, equidad y justicia social…
Bogotá, 24 de febrero de 2015.
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