Conflicto armado y postconflicto en Colombia
CARLOS MEDINA GALLEGO
Docente –Investigador
Universidad Nacional de Colombia
Grupo de Investigación en Seguridad y Defensa.
Colombia
es un país cuya historia se ha construido sobre el ejercicio de la violencia y
el desarrollo de un encadenamiento de guerras
que se transforman en el tiempo a la vez que transforman las relaciones que las
determinan. De las guerras prehispánicas a las de conquista, de estas a los
levantamientos coloniales, de allí a las guerras de independencia y luego a las
guerras civiles del siglo XIX, que le abrirán paso a las luchas sociales de
indígenas, artesanos, campesinos y obreros durante las tres primeras décadas
del XX, para luego hundirse nuevamente en ese periodo de la historia que se
conoce como la Violencia que ha de
terminar con el inicio de una nueva guerra
ideológica y política en
la modalidad de guerra insurreccional, irregular o guerra popular prolongada, desde la
caracterización que hacen los actores armados de la misma, para, finalmente, a
comienzos del siglo XXI, en la
perspectiva de los cambios globales y sus correspondientes confrontaciones,
resistencias y amenazas, localizar nuestros conflictos en la lucha contra el terrorismo. Total
si hay alguna problemática que haya atravesado la historia de Colombia en sus
distintas épocas esa es: la violencia y la guerra.
Pese a la dificultad que existe para poder ubicar
en un concepto particular de “guerra” el conflicto armado colombiano y a la
tendencia que se viene manejando de ubicarlo como una “guerra sin nombre”[1], es
necesario, flexibilizar las categorías convencionales y construir nuevas
categorías que permitan caracterizarlo desde los elementos que les son propios[2].
Tomemos acá algunas de las afirmaciones que se han hecho en un intento por
establecer los componentes de una posible noción
preliminar
Una primera afirmación que es necesario mantener
presente es la que considera que la caracterización
de cualquier conflicto en el mundo de hoy tiene de inmediato connotaciones
políticas, militares y jurídicas tanto en el ámbito interno como en el
internacional[3]
y, que desde allí, se definen no solo
las políticas publicas en materia de seguridad, sino, igualmente las formas de
participación o intervención de la comunidad internacional, y que esta es una
razón suficiente para ser cuidadoso en las implicaciones que tiene su
caracterización.
Una segunda afirmación, es la que señala, que el conflicto colombiano se ha
transformado en los últimos cincuenta años como consecuencia lógica de su crecimiento, expansión y complejidad, manifiesta en la confluencia de nuevos actores
e intereses, nuevos escenarios y nuevas circunstancias históricas, que le han
definido una lógica y una movilidad de nuevo orden, conforme a los cambios que se han
operado en el país y en el mundo global.
En esta reflexión se reconoce dos momentos distintos en
la caracterización del conflicto en las últimas cuatro décadas determinados por
la percepción que se tiene del mismo en relación con su origen y evolución
posterior. El primero, esta definido por las lógicas de la guerra fría y la
bipolaridad, que dieron origen a las luchas anticoloniales y de liberación
nacional y social, en las que la guerra adquirió la forma de guerra
revolucionaria en la modalidad de guerra insurreccional, guerra de guerrillas y
guerra popular prolongada y que desarrollo las estrategias contrainsurgentes de
la Doctrina
de la Seguridad
Nacional y de los Conflictos de Baja Intensidad y, el segundo, por la caracterización de los
conflictos en el desarrollo de la posguerra fría, la unipolaridad y el mundo globalizado en donde los conflictos
son percibidos como nuevas guerras, lucha
contra el narcotráfico y terrorismo.
Una tercera afirmación tiene que ver con el
carácter irregular de la guerra el
que se ha transformado sustancialmente, ya no es esa modalidad de guerra
desarrollada por grupos mal armados y mal vestidos, dirigidos por soldados
aficionados que con alguna frecuencia alcanzaban éxito frente a fuerzas
superiores dirigidas por profesionales, sino, que se desarrolla como una guerra
de verdad con fuerzas bien armadas, vestidas, alimentadas y entrenadas
adecuadamente[4],
que se mueven entre la guerra de guerrillas y estrategias de guerra
convencional.
En una caracterización especifica de la guerra irregular y de sus motivaciones
políticas es necesario afirmar que esta se presenta como una guerra civil donde grupos insurrectos luchan por el poder dentro de la misma
nación. La
guerra irregular no es una guerra revolucionaria perse, puede ser una guerra de
resistencia…de liberación nacional o una guerra contrarrevolucionaria y
paramilitar.
Una cuarta afirmación consiste en señalar que en el
caso colombiano se trata de un conflicto armado interno,
internacionalizado, irregular, prolongado y con raíces históricas de índole
ideológica, sufriendo una etapa de metamorfosis de los propios actores
internos cuyas modalidades de acción incorporan
día a día más actos terroristas y una subordinación creciente de
recursos provenientes del tráfico de drogas ilícitas que se hace evidente en el
escenario internacional en que se desenvuelve.[5]
Y que pese a
estas características que nos colocan frente a una modalidad de guerra civil no convencional, la
especificidad del conflicto colombiano,
es que sigue siendo una Guerra Civil Irregular[6].
Ahora bien, es necesario, asumir acá una posición
“distinta” en torno a la noción de guerra
civil, que supera la caracterización que se hace de esta modalidad de
guerra según el numero de muertos o al tamaño y proporción de los ejércitos
confrontados y a la intensidad y modalidades de combate, dejando la definición
en el escenario de lo militar sustrayéndola del carácter político y de la
dinámica social en la que se legitima esta modalidad de guerra como tal.
La guerra
civil, no es solamente militar,
hemos dicho, compromete actores sociales, económicos y políticos que participan
desde distintos escenarios de confrontación con una idea clara de la “situación
de guerra” y compromiso específico en su confrontación y superación. La base
social y política de la guerra civil es mucho más amplia que la base militar,
el escenario de la guerra va más allá
del simple teatro militar de operaciones. El discurso de la guerra copa todos los espacios, no solamente el que
construye la opinión pública, sino, también, el que define la normatividad y
decide la política pública. Existe una economía de guerra y control territorial
efectivo y supuesto, atravesado por el miedo y las practicas de terror, y
existe además, un contexto internacional de intereses en el que se da.
Las guerras civiles contemporáneas se libran como
guerras irregulares principalmente; creándose
un nexo estrecho entre la guerra civil y la confrontación bélica
irregular, en donde es necesario
reconocer que la guerra irregular es
en lo fundamental un método de confrontación bélica, cuya naturaleza política,
la define los propósitos que la orientan.[7] Entre las características definitorias de esta guerra civil que
es común a todas la guerras civiles esta la escisión parcial y temporal de la
soberanía, el ejercicio de la violencia de la guerra civil en las zonas rurales
principalmente, las practicas de genocidio
y limpieza política y social, que se
fijan como propósito de la violencia el exterminio físico de un grupo
social o político, étnico incluso, antes que el sometimiento de este a una
autoridad política o, el acto de expulsar, a propósito y en forma
permanente, a ciertos grupos de población
mediante la “limpieza política” que conduce a la homogenización de las
identidades ideológicas y políticas, y, la “limpieza social” que conduce a
procesos de concentración de riqueza y acumulación económica de nuevo orden,
mediante la amenaza, la creación de miedo colectivo, la masacre, el genocidio y
el desplazamiento forzado. y, un escenario de disputa que tiene que ver con la
población y los apoyos que los actores armados puedan recibir de ella.
Así, a diferencia
de la guerra convencional, la guerra civil involucra no solo a los actores
armados sino también a los civiles. El apoyo de la población civil llega a ser
un componente fundamental del conflicto. El apoyo de la población se define en
el curso del conflicto, en respuesta a la dinámica tanto de la guerra como de
la violencia. Las opiniones políticas de la población estarían en extremo
condicionadas al poder desplegado en torno suyo y, a la lucha por la
supervivencia. En la medida en que la guerra civil irregular se desarrolla la
violencia sobre la población se incrementa. Tanto el Estado, como la
insurgencia y las fuerzas paramilitares apelan a la violencia para hacerse al
apoyo de la población civil. En la guerra civil irregular la disputa por el apoyo
de la población puede asumir la forma de una guerra contra la población.
Una quinta afirmación, consiste en aceptar que en
los últimos años se ha consolidado una percepción pública de que la escala de
los enfrentamientos, en términos de capacidad de fuego, control de territorio,
poblaciones, y grado de organización de las múltiples fuerzas irregulares,
enfrentadas entre sí y con el Estado, ha
entrado en una nueva fase: tiempo, espacio y contenido de la guerra se ha
trastocado. La dinámica actual de la guerra plantea problemas de soberanía para
Colombia y para los vecinos. Una
soberanía, considerada, extremadamente frágil, vista desde la posición
colombiana, en tanto está atravesada por tres temas – el terrorismo, las drogas y el derecho
humanitario- frente a los cuales las fronteras entre lo interno y lo externo,
según los parámetros contemporáneos de la comunidad internacional, son
esencialmente difusos.[8]
1.
La “guerra” colombiana como superposición de guerras
La guerra que se desarrolla actualmente en Colombia
es compleja y difícil de definir como hemos visto, esta unida a tradiciones de
lucha política e ideológica y a nuevas
realidades económicas y de mercado que la modifican y la han “enrarecido”[9]. Es
una guerra en la que se conjugan las características de una guerra civil con
los fundamentos de las guerras irregulares y las practicas del terrorismo, en
un contexto histórico que se modifica permanentemente.
Una guerra que se mueve entre las motivaciones
políticas, económicas y sociales, en espacios en que se confunden lo legal, lo
ilegal, lo legítimo y la delincuencia.
Una guerra que se da dentro de un espiral de criminalización creciente,
deshumanización marcada, desarraigo acentuado y dinámicos procesos de
acumulación y desarrollo económico en una sociedad guiada por un estado social
de derecho y un régimen democrático cualquiera que sea el calificativo que quiera
dársele.
Una guerra que compromete cada vez mas actores e
intereses internacionales y se circunscribe a dinámicas globales que la colocan
en una resignificación de la misma; una guerra que se territorializa y
desterritorializa[10]
permanentemente, que erosiona el fundamentos del proyecto de nación, el Estado, y el ejercicio de la soberanía. Una
guerra que ha fragmentado, por épocas,
el territorio y que se desarrolla desde lógicas regionales y culturales
especificas, como proyecto revolucionario o como empresa económica legal o
ilegal.
Dada la complejidad de esta guerra o situación de guerra, resulta pertinente
y necesario, tratar de caracterizarla o al menos inventariar el conjunto de
componentes que pueden ayudar a su entendimiento y que, recogen y se adhieren a
lo ya enunciado.
2.
Una aproximación a la noción de conflicto armado[11].
Entiendo por Conflicto
Armado el conjunto de circunstancias y acciones mediante las cuales se
contrastan y confrontan en una sociedad,
las distintas concepciones de la vida, el hombre, la sociedad y la cultura, a través del uso de la
violencia y el ejercicio de la guerra con el propósito de sostener o
transformar un orden social y político determinado. Desde esta perspectiva el
conflicto armado sostiene el carácter político que le da la legitimidad que
posibilita a sus actores acceder al
estatus político o de beligerancia, según sea el desarrollo del conflicto y el
grado de reconocimiento y poder alcanzado por el actor insurgente.
Este noción, compromete actores, imaginarios,
culturas, territorios, modelos de confrontación, sistemas de organización social,
economías de guerra, tradiciones históricas, estructuras de organización de
grupos armados y ejército, relaciones de autoridad, mando y obediencia, zonas
de dominio, influencia y confrontación, modelos de seguridad, legislación
nacional e internacional, presupuestos estatales y apoyos internacionales,
alianzas, sistemas de mediación, así como nuevos procesos de tenencia,
producción y acumulación unidos a practicas de criminalidad creciente,
terrorismo estatal y armado,
homogenización, desarraigo y privatización creciente de la fuerza …entre
otra variedad de procesos y apoyos que se van definiendo en las dinámicas
mismas de la confrontación y haciendo de esta guerra un fenómeno complejo y
particular para nuestra realidad histórica.
Desde esta perspectiva el conflicto armado como “guerra”
se define como una superposición
(entrecruzamiento) de guerras en donde las dinámicas de la confrontación y
las características de las fuerzas están definidas desde las especificidades,
posibilidades e intereses de cada grupo:
Es una Guerra
del Estado contra la insurgencia, el paramilitarismo, el narcotráfico y la
delincuencia común organizada que abastece la guerra, desarrollada desde los
fundamentos de la seguridad nacional, los conflictos de baja intensidad y la
lucha contra el terrorismo. Es una guerra del Estado contra la población en las
áreas de conflicto, contra sus formas de organización y cohesión societal.
Es una guerra
del paramilitarismo contra la insurgencia, el paramilitarismo
“desobediente” y, cuando es imposible de evitar, contra el Estado. Una guerra en la que esta
inmersa las lógicas de poder del narcotráfico y sus respectivas mafias de la
cual hace parte y se beneficia el paramilitarismo, es una guerra financiada y desarrollada por
propietarios, ganaderos, comerciantes, agricultores y empresarios, dirigida a
favorecer sus economías y aumentar sus procesos de acumulación. Es una guerra
contra la población y sus formas de organización social, económica y política.
Es una guerra
de la insurgencia contra el Estado, los grupos paramilitares, las mafias de
la droga, y la ocasional guerra entre guerrillas por áreas de influencia y
territorios. Una guerra, dirigida a derrotar el Estado e imponer un modelo de
sociedad y Estado distinto, que compromete en el desarrollo de la misma los
intereses y las economías de distintos sectores sociales y en general de la
población
Es una guerra
entre milicias, pandillas, grupos de justicia privada y sicarios que se
desarrollan en las zonas urbanas y suburbanas de las grandes y pequeñas
ciudades. Guerra que reproduce las lógicas de confrontación y las enemistades
de las otras guerras en los espacios urbanos.
Es una guerra
de la empresa del narcotráfico y sus mafias contra el Estado y la
insurgencia, envuelta en las dinámicas
de las cadenas productivas de la droga y las lógicas de sus conflictos de
intereses que compromete el territorio nacional en la orbita de los conflictos
internacionales. Una guerra que se da en el marco del desarrollo de un tipo de capitalismo criminal, que modifica las
relaciones de tenencia y propiedad rural, atraviesa distintos sectores de la
economía y genera procesos de desestabilización institucional.
Es una guerra que compromete cada vez más la
región en las zonas de frontera y en las dinámicas políticas que se mueven en
los Estados vecinos. Una guerra que se regionaliza e internacionaliza por la
naturaleza de su misma complejidad. Es una guerra que se da en la orbita de las
guerras globales contra el terrorismo y el narcotráfico y que se nutre de sus
ayudas económicas y acompañamientos técnicos y estratégicos. Una guerra que se
ubica en la zona de defensa de los intereses estratégicos norteamericanos en el
continente.
En este escenario de confrontación armada, la
calidad de los “ejércitos” que
desarrollan esta “guerra” es distinta
y esta determinada por las lógicas de motivación que animan la participación en
cada uno, las que son en lo fundamental tres: El interés de Estado (Ejércitos
Profesionales), el interés político (Ejércitos insurgentes), el interés
económico (Ejércitos paramilitares, mercenarios y privados al servicio de la
empresa del narcotráfico, los intereses económicos particulares nacionales y
transnacionales y, colateralmente, a la
seguridad del Estado)
Las modalidades de la confrontación de esta guerra
no esta circunscrita en forma clásica a la naturaleza de las guerras
irregulares convencionales (revolucionarias y contrarrevolucionarias). En estas
guerras los actores se comprometen adicionalmente, en acciones de control y
sometimiento territorial y poblacional, formulación de programas y planes de
desarrollo, imposición de normas de conducta y comportamiento, construcción de economías de guerra, apoyos
logísticos y sistemas de tributación paralela al Estado, sistemas de vigilancia
social y aplicación de justicia privada o revolucionaria. Generan dinámicas de
participación social y política en las esferas del poder del Estado de Derecho
con el propósito de adelantar programas, controlar presupuesto y sostener
dinámicas de empoderamiento y dominio regional. Aspectos que se construyen
sobre la persuasión política, la coerción armada y las prácticas del terror. Es
propio de esta modalidad de guerra el desplazamiento forzado y la
homogenización de la adhesión de la poblacional.
Es una guerra en la que se combina la acción
institucional con la guerra sucia, la
persecución, detención y el juzgamiento legal, con el asesinato extrajudicial,
la masacre y la desaparición forzada. Una guerra donde el discurso de los
derechos humanos es objetivo militar y el derecho internacional humanitario
burlado y desconocido.
3.
Sobre el postconflicto.
Cuando hablamos del
postconflicto hacemos referencia básicamente a la fase que continúa a la
terminación del conflicto armado. Esto no implica que las otras formas del
conflicto no vayan a seguir desarrollándose y seguramente generando nuevas
transformaciones y dinámicas de cambio. Aunque la fase se inicia oficialmente
con la firma definitiva de los acuerdos de paz, es deseable que los cambios se
comiencen a notar en las dinámicas mismas en que se está cerrando el conflicto,
en un proceso de ambientación de las transformaciones institucionales y
sociales que han de darse.
El postconflicto supone
una recomposición de las relaciones sociales en las que se atiende con especial
atención a las víctimas y se les repara integralmente, se crea la comisión de
la verdad para que desarrolle las investigaciones pertinentes y se rindan los
informes que posibiliten la reconciliación
sobre la base del conocimiento social de lo que sucedió y de los responsables;
se ofrecen las garantías y seguridades a quienes han dejado las armas para que
se desempeñen dentro del orden institucional, hagan pleno uso de sus derechos
constitucionales y, se impulsa el
proceso de construcción de la paz con la implementación de los acuerdos y sus
significados en materia de reformas políticas, democratización, planes de
desarrollo regional y nacional e
inversión estatal.
La variedad de acciones
que hay que emprender en la fase del postconflicto convoca varios campos de trabajo
y por lo tanto el compromiso de toda la institucionalidad publica, la sociedad
política (partidos), privada (económica) y civil (social) y en general de toda
sociedad y la institucionalidad colombiana.
Campo de asistencia humanitaria: que se encargaría de atender a las víctimas, velar por su reparación
integral, garantizar en lo posible el retorno y construir las garantías y
programas para el pleno ejercicio de los derechos de las víctimas.
Campo de transformaciones políticas y de administración
del Estado: tendría como tarea central el impulso de las
reformas políticas e institucionales a que dieran lugar los acuerdos en el
marco de la ampliación y profundización de la democracia, así como de la
adecuación y el fortalecimiento de las instituciones estatales que garanticen
una mayor participación de las comunidades en el desarrollo y acompañamiento de
la gestión pública.
Campos de transformaciones en el ámbito económico: su acción se centraría en sacar adelante las reformas y procesos que
convocan los acuerdos en materia económica tanto para el desarrollo integral
agrario y rural, como para el desarrollo económico en general desde una
perspectiva de mayor equidad y generación de bienestar. En este campo es
fundamental la decidida participación y compromiso del sector privado y una clara política de relacionamiento con la
inversión extranjera que no vaya en detrimento del interés nacional.
Campo de las transformaciones en el ámbito social: En este aspecto el trabajo a realizarse giraría en poder hacer
efectivos los derechos fundamentales de los ciudadanos en relación a
construcción de una sociedad de bienestar, convivencia democrática y seguridad
ciudadana; así como favorecer, promover y respetar los proceso de organización
social en un decidido fortalecimiento de la sociedad civil, del respeto por la
movilización social y de garantías plenas a la protesta ciudadana.
Campo de las transformaciones en el ámbito de la
justicia. Centraría su trabajo en la construcción de una
reforma a la justicia que sirva al nuevo orden político y democrático de la
nación, que fortalezca el Estado Social de Derecho, garantice el acceso rápido
y eficaz a la justicia, impulse y desarrollo eficientemente los sistemas de
justicia comunitaria y alternativa y le de un nuevo orden administrativo
eficiente al poder judicial. Entre otros aspectos pertinentes a este campo.
Campo de las transformaciones en el ámbito del
desarrollo territorial y regional. La guerra ha tenido
una territorialidad específica y ha afectado a distintas zonas del país que han
padecido con mayor crudeza los estragos de la misma. Esas regiones y
territorios estuvieron durante décadas al margen de la acción estatal y son más
el resultado de los esfuerzos de las comunidades que de bien estructurados y
ejecutados planes de inclusión y desarrollo por parte del Estado. De ahí se
deriva el sentido de pertenencia de las comunidades y su arraigo y defensa de
los recursos existentes en el territorio pues constituyen su principal fuente
de vida y bienestar.
La paz tiene entonces
que pasar por los territorios, reconocer a sus comunidades y concertar con
ellas sus planes de desarrollo productivo y social en el marco de un proceso de
inserción real a la vida del país. Las comunidades indígenas, afrodescendientes,
raizales y campesinas se han ido ganando en el desarrollo de sus luchas
derechos que deben ser garantizados y conservados. Es necesario tomarlas en
consideración, hacer las consultas
previas pertinentes a cualquier proyecto de intervención en sus territorios,
pero también democratizar la vida institucional en los mismos de tal manera que
estas comunidades tengan capacidad decisión, de gestión, de ejecución y de
control social a lo que se hace en las regiones y territorios del que son
originarios.
Campo de las transformaciones en el ámbito de las
políticas de seguridad y defensa: Es inevitable aceptar
que la finalización del conflicto armado, la desaparición de la guerra, obliga
transformaciones institucionales profundas en la fuerza pública y que el paso
de una sociedad con alta conflictividad a una de media y baja conflictividad,
demanda de una redefinición de la función de la fuerza pública en una sociedad
en conflicto pero en proceso de construcción de paz.
Redefinir la misión de
la fuerza pública y las tareas en materia de su función en relación con la
precisión de los riesgos y las amenazas
para el Estado y la sociedad son parte fundamental de este proceso. El paso de
policías militarizadas y ejércitos con funciones de policía propias de las
sociedades de alta conflictividad, hacia policía comunitarias y de seguridad
ciudadana y fuerzas militares en tareas de soberanía y protección de los
riesgos ambientales; el paso de la seguridad ciudadana hacia el discurso y la
práctica de la seguridad humana tiene que ser parte de las
transformaciones de este periodo así
como los temas del gasto militar.
Pero no hay que mandar
una señal equivocada a la fuerza pública y a la institucionalidad militar tan
dada a la defensa de sus propias garantías y tan presionada por la acción
política civil no institucional. Desde luego, que el postconflicto debe
garantizar la subordinación del poder militar al poder político y que este
último debe emprender las acciones para que se produzcan los ajustes que
requiera la nueva situación política de la nación. Pero ni la fuerza pública va
a desaparecer, ni los presupuestos se van a disminuir. Nuevas tareas que ya no
serán de naturaleza contrainsurgente tendrán que ser asumidas por la fuerza
pública, lo peor que le podría pasar al país, seria la existencia de unas
fuerzas armadas y de policía que siguieran operando frente al conflicto social
como si se estuvieran confrontando la insurgencia y el terrorismo. El
postconflicto requiere sin duda de un proceso general de reeducación y
reentrenamiento de la fuerza pública.
Campo del acompañamiento Internacional al proceso
de implementación de acuerdos: es inevitable pensar en la necesidad que la
comunidad internacional juegue un papel relevante como garante en el
cumplimiento de los acuerdos y que sirva a la verificación de los mismos en
particular a lo que tiene que ver con la etapa que sigue al proceso de
terminación del conflicto y dejación de armas.
Sin embargo no es lo
único en lo que la comunidad internacional puede ayudar a los procesos de
normalización y reconstrucción del tejido social y el desarrollo regional.
Pueden prestar una importante ayuda al acompañamiento de las víctimas y a la
consecución de recursos para el apoyo a la construcción de la paz en el país en
el respaldo a programas en especifico, así como en la salvaguarda de la
seguridad de quienes deciden el camino
de la participación política para que no se produzcan actos de retaliación
criminal.
Colombia tiene hoy una
oportunidad única y feliz para salir de la guerra y conducir a las nuevas
generaciones a un futuro soñado y construido por todos, en el que no se
desconocen las contradicciones e interés contrapuestos, pero en el que se
decide transitar los caminos de la democracia amplia y profunda a través de la
participación política en los escenarios
institucionales para generar los cambios que se requieren para vivir en una
sociedad de conflictos que trabaja a diario por una paz estable y duradera.
Bogotá. Noviembre 2 de 2013.
[1] Ver a este respecto. Nuestra Guerra Sin
Nombre. Transformaciones del conflicto en Colombia. Grupo Editorial Norma - IEPRI, Universidad Nacional de Colombia,
Bogotá 2006.
[2] Ver a este respecto:
Conflicto Armado y Procesos de Paz en Colombia. Carlos Medina Gallego.
Universidad Nacional de Colombia. Bogotá,
2009.
[3] Pizarro Leongoméz,
Eduardo. Democracia Asediada. Bogotá,
Grupo Editorial Norma, 2004. Capitulo primero. Págs 37
[4] F. A. Von der
Heydte, La guerra Irregular Moderna. Op. cite
[5] Pizarro Leongoméz,
Eduardo. Democracia asediada. Bogotá,
Grupo Editorial Norma, 2004. Capitulo primero pgs 37-80.
[7] Kalyvas
Stathis. La violencia en medio de la
guerra Civil. Esbozo de una teoría. En Análisis Político. No 42
Enero-abril, 2001
[9] Es este el panorama de entrada a la
caracterización de una guerra como la colombiana que no pertenece a una
categoría de guerra conocida, ya que se mezclan e interactúan varios campos que
dificultan su precisión conceptual, como en su momento lo sugirió el profesor Alain ,Joxe- EHESS. En el seminario
de Guerra, Violencia y Terrorismo, realizado en la Universidad Nacional
de Colombia, Marzo-abril 1999.
[10] “Territorialización” y
“desterritorialización”, son conceptos procedentes de la filosofía de Deleuze y
Guattari. La territorialización corresponde a una forma particular de “captura”
que imposibilita todo acto creativo o en este caso de oposición y la
desterritorialización hace referencia a la manera como ese territorio capturado
se libera y entra en una dinamica de construcción creativa y democrática del
espacio-territorio. En este trabajo territorialización y desterritorialización
tienen que ver con la manera como circula el poder en un espacio en disputa
mediado por el ejercicio de la política y la violencia.
[11] Quisiera proponer una definición de Conflicto Armado, como categoría de
análisis, y punto de partida para la posterior
caracterización de la guerra. He de recoger acá los aportes de los distintos
autores liberándolos de la responsabilidad que resulta de este ejercicio de
adopción incluyente de puntos de vista diversos
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