Gramsci y la guerra de posiciones
Notas para un
conversatorio a propósito de la situación de Colombia
CARLOS MEDINA GALLEGO
Docente –
Investigador
Universidad Nacional
de Colombia
Centro de Pensamiento
y Seguimiento al Proceso de Paz
Una lectura juiciosa
de Gramsci, en el actual momento que
atraviesa el país resulta útil y provechosa, para quienes no han renunciado a
viajar por distintas rutas a hacer posible la utopía de una sociedad, más
humana y justa. Pero esa lectura no debe ser ortodoxa, ni dogmática, ni
descontextualizada. Gramsci, como Marx, Hegel, Kant y todo pensador serio
construye sus imaginarios para explicar y resolver los problemas de su tiempo
en las circunstancias específicas de los mismos y resultantes de las
contradicciones y conflictos que le son propios.
No existe un solo
pensador cuya primera preocupación no sea su presente, en perspectiva de posibilidades de un futuro,
que se construya en imaginarios posibles desde sus propias explicaciones del
mundo articuladas por lo general a su proyecto ético y político.
De ahí que, leer a
Gramsci es útil si se hace desde una perspectiva hermenéutica que nos lo
describa y explique en un presente que no es el suyo y nos permita llenarlo de
posibilidades hermenéuticas y heurísticas para resolver los problemas de la
sociedad desde la que se analiza.
La Colombia de hoy
está tratando de poner fin a un conflicto que bien podría caracterizarse, desde
el pensamiento de Gramsci, como de
“guerra de movimientos”, para llevarlo en lo posible a lo que podría llegar a
denominarse como de “guerra de posiciones”, si se mira el pensamiento
gramsciano de manera no dogmática y más política y, si cometemos el atrevimiento de leerlo a nuestro acomodo.
Si ustedes me permiten la afirmación un poco
sencilla, lo que no significa simplista, llevar la guerra de la confrontación
militar por el asalto al poder – guerra de Movimientos (guerra insurreccional,
guerra popular prolongada, guerra de guerrillas, Teoría del foco, guerra civil
irregular)- a la confrontación política por la construcción y el ejercicio de
un poder legítimo al servicio del bienestar general de la sociedad y la
construcción de una nueva hegemonía –guerra de posiciones-.
Gramsci tiene la particularidad de haber
vivido cerca de procesos supremamente importantes que dieron a su pensamiento
mayores posibilidades para construirse, a pesar de sus múltiples y conocidas
dificultades de la persecución y la cárcel, en un universo rico en experiencias
históricas: la primera guerra mundial, la revolución Bolchevique, el ascenso
del fascismo, la resistencia comunista y anarquista, la Gran Depresión y los
albores de la segunda guerra mundial.
Gramsci, representa
la posibilidad de un marxismo más ágil, menos mecanicista y más complejo para
responder a los cambios políticos, por eso su lectura es tan útil para el
actual y difícil momento por el que atraviesa el país, en el transito que se
quiere hacer de la guerra a una autentica democracia que tome en consideración
y proyecte en la sociedad política a las clases subalternas.
Gramsci nos ayuda a adelantar un debate con la
política y las prácticas de la izquierda tradicional, que aun no se ha dado y que
resulta urgente y necesario. Nos ayuda a pensarnos en la necesidad de subvertir
la izquierda para poder avanzar en la construcción de los cambios, a entender
el momento actual y a fijar las tareas que se deben desarrollar para trasformar las
formas de dominación y hegemonía de las clases dominantes. Gramsci nos ayuda a responder
preguntas transcendentes como: ¿Por qué si nosotros tenemos la razón, ellos
tienen el poder?;¿por qué, si nosotros producimos socialmente la riqueza,
vivimos en la pobreza generalizada?; ¿Por qué si nosotros padecemos el hambre,
ellos limitan el pan?...
Gramsci nos aporta
elementos para pasar de la lucha armada a la lucha política sin renunciar a las
formas de la resistencia, las que se transforman en construcción de nuevas
democracias, nuevos consensos, nuevas hegemonías, nuevas formas de dominación
que se reconfiguran con la participación social amplia y que requieren de
nuevas formas de organización y de un largo trabajo con la sociedad en
concreto.
Gramsci es un pensador rico en imaginarios
inacabados que pueden adquirir la dimensión de significado y de sentido que
podamos darle para desarrollar la lucha social y política en la perspectiva de
la creación urgente de una gran frente de unidad de las clases subalternas, de
las clases populares y de sectores democráticos de las demás clases y sectores
sociales.
DOS TIPOS DE SOCIEDADES, DOSTIPOS DE GUERRA
La posibilidad de ver
el mundo desde la perspectiva Gramsciana, nos coloca frente a la idea de lo
“occidental” y lo “oriental” en relación con el desarrollo de la sociedad.
Oriente y occidente, no tienen en Gramsci una connotación geográfica, sino,
económica y política, demarcada por el
nivel de desarrollo y de progreso alcanzado por las sociedad en relación con el
capitalismo.
La sociedad “occidental” como aquella en la
existe un Estado fuerte, un amplio debate político, una sociedad civil
desarrollada, unos medios de comunicación vigorosos, una escuela funcional y si se me permite un aparato militar
consolidado que le permite al Estado desempeñar su papel coercitivo con
éxito. En estas sociedades Gramsci nos
plantea que la modalidad en la confrontación que debe prevalecer es la “guerra de posiciones”.
La sociedad “oriental”, carece de todo lo
anterior, el estado es débil y fragmentado, la sociedad civil tiene escaso
desarrollo, el debate político es precario, la opinión publica critica es
reducida, los sindicatos y las organizaciones sociales y económicas, carecen
de vitalidad determinante, los partidos
de oposición no representan riesgo al alguno. En esta realidad social y
política suelen darse con frecuencia lo que Gramsci denomina “guerra de
movimientos” y que si ustedes me permiten voy a equiparar desde una revisión pragmática, a los modelos de
las guerras militares revolucionarias, llámense estas guerra de guerrillas,
guerra popular prolongada, guerra insurreccional, guerra civil irregular,
guerra sin nombre, o cualquier otra denominación.
La guerra de movimientos, en la perspectiva
Gramsciana, es propia de las sociedades
“orientales”, es una guerra de maniobras militares y políticas, de lucha
insurreccional contra el Estado, luchas que se considera pueden destruir más o
menos rápido el poder político y reemplazarlo por otro. Es el modelo de guerra
en la que un grupo armado o un partido político por la vía de la guerra civil,
la guerra popular, la guerra irregular… o de la insurrección popular se toma el
poder. Es el asalto revolucionario al Estado.
Este modelo de guerra en las sociedades
“occidentales” ya no es posible que tenga éxito, puede subsistir como amenaza
pero sin perspectiva de victoria, menos aún en el orden de las relaciones
internacionales y las nuevas configuraciones del poder en el mundo global. Para Gramsci, en las sociedades occidentales, el sistema de dominación
tiene hegemonía; el Estado tiene más posibilidades de defenderse, tiene
fortalezas y ejércitos construidos en torno a los intereses del poder
económico, el que ya no es solamente nativo, sino, trasnacional.
La guerra de posiciones, es la que caracteriza a las
sociedades occidentales, es una
guerra por la construcción de una
nueva hegemonía, requiere de la participación de las más amplias masas, no es
el resultado de un golpe de mano dado por el imperio de la voluntad de grupo o
de partido, requiere del desarrollo de un trabajo social y político largo y
difícil, de procesos de acumulación táctica y política de poder, de avances y
retrocesos, de largos aprendizajes, de la construcción de nuevos lenguajes
persuasivos que comprometan una revolución en el universo de la cultura
política de la sociedad civil. Es una guerra que se construye en el ejercicio
legitimo de los poderes locales por las comunidades en los territorios y que se
articulan en propósitos de carácter y alcance más amplios en lo nacional,
regional y global.
Hoy en América Latina
el escenario no es el de la guerra de
movimientos, sino, de la guerra de posiciones, déjenme hacer
un énfasis acentuado, así esta
expresión parezca un pleonasmo, guerra
política, hay un crecimiento de la sociedad civil, de los movimientos
populares, de la opinión publica critica, de la participación de los partidos
en alianzas y coaliciones político-sociales, de importantes y legítimos
empoderamientos de las poblaciones en los territorios, si se me permite de
construcción de nuevas formas de resistencia unidas a nuevas hegemonías… (Bolivia, Ecuador…).
Para Gramsci, la
revolución, la transformación social, es un proceso complejo y contradictorio,
requiere de disputar el consenso, las voluntades ciudanías, el sentido
común del conjunto de la población y de las amplias masas. Tal vez, el
mayor esfuerzo hay que hacerlo en el camino de recuperar para la causa del bien el sentido común, no puede seguir siendo cierto que nadie crea en la
utopía de la felicidad humana y se le siga apostando a las formas de
dominación, exclusión y marginalidad global.
Nosotros nos movemos
en un universo confuso de sociedad occidental “democrático-autoritaria”, en la
que la sociedad política ejerce hegemonía y fuerte influencia sobre las masas,
una sociedad que está dispuesta a aceptar todos los cambios que no tengan que
ver con reemplazar el modelo de la economía de mercado y el sistema político
que la sostiene. Esto es que está dispuesta a vivir en la pobreza generalizada
y en la opresión política.
En el
espíritu Gramsciano las necesidades de hoy giran en torno a la construcción de
un vigoroso movimiento de voluntad colectiva y popular, que surge en la
iniciativa de las clases subalternas que cuestionan el modelo de democracia y
la economía de mercado y están dispuestos a emprender el camino de una guerra de posiciones que ha de
estructurar en el orden de las relaciones históricas una nueva hegemonía. Se
trata de lograr que quienes tienen el consenso de la población para
desarrollar, reproducir y defender su poder lo pierdan a favor de otro bloque
histórico de poder.
El concepto de lo orgánico en Gramsci, resulta de la mayor
utilidad hoy cuando se referencia con el tipo de militancia que se construye colectivamente
en el universo de cambios reales y en perspectivas holísticas de la
transformación política de la sociedad.
La guerra de posiciones es la búsqueda de
hegemonía por parte del movimiento social y político de las clases subalternas,
a través de una dirección intelectual y
moral, en momentos en los cuales no existe la fuerza suficiente para
quebrar la hegemonía y dominación de
clase a través de una guerra de movimientos. Es la confrontación en el
escenario de la lucha política que se reviste de las legitimidades que le
concede su capacidad para mover las fuerzas sociales hacia propósitos de
transformaciones estructurales de la sociedad y el Estado, en el ámbito
político del poder hegemónico dominante.
Aun hoy amplios sectores de la izquierda se
mueven en profundas contradicciones en relación con la participación decidida
en el sistema de partidos y el sistema electoral hegemónico, dejando estos
escenarios a sus contradictores y adversarios, para que se fortalezcan en el
ejercicio del poder político. Es una lucha inútil entre reformistas y
radicales. Ni los unos ni los otros se ven fortalecidos en sus posturas
excluyentes. Tampoco resulta útil la diferenciación entre Institucionales y no
institucionales, no se puede renunciar por insignificante que sean los espacios
de la burocracia estatal.
La
lucha electoral, en la actualidad lo que permite es construcción de hegemonía,
acumulación de fuerzas, es ocupar la atención de la sociedad burguesa y
politica, es asechar al adversario político en el lugar que legaliza el
ejercicio de su poder. La lucha política electoral, se transforma, en uno de los más importantes
frentes para ir conquistando posiciones,
así se considere que no es el único.
Por
esto, la estrecha vinculación que tiene
la guerra de posiciones “gramsciana” con las elecciones, está dada por ser una
útil estrategia que si se adecúa
perfectamente a nuestro contexto permite acumular en la construcción de nuevas
hegemonías. Pero es prerrequisito de este modelo de confrontación la construcción
de un movimiento unitario amplio y democrático en el que tengan cavidad todos
los actores sociales y políticos dispuestos a apuntarle a la trasnformacion
humanista de la sociedad
En
definitiva, lo que debe tener claro todo dirigente
social y político es que la estrategia no es sólo poder – aunque este sea
decisivo— sino una mezcla entre poder y hegemonía
y, que esta debe entenderse de manera sencilla como la particular forma en que
se suman los esfuerzos y identidades de los distintos grupos sociales, clases
populares y subalternas, para sobre propósitos comunes construirse en el marco
de las relaciones del poder en cambios estructurales y significativos que
benefician a la totalidad de la sociedad.
En ese sentido, las elecciones no son bajo
ninguna circunstancia el espacio mediante el cual los movimientos sociales y
políticos conquistan el poder, sino sólo
el espacio mediante el cual puede construir su particular forma de hegemonía…
La
construcción de una nueva hegemonía implica la construcción de una nueva
institucionalidad, de una nueva legitimidad, de un nuevo bloque histórico y eso
implica desarrollar en el ámbito de la política lo que Gramsci ha denominado la
guerra de posiciones. La guerra de movimientos puede conceder el gobierno sin la
posibilidad de ser Estado, permitir el acceso a lo legal sin revestirlo de lo legítimo.
La
guerra de posiciones se construye desde lo legítimo, subvierte la forma de
existir, de participar, y de consistir de los movimientos sociales y políticos,
del pueblo como ciudadanos activos, de la sociedad civil, si esta se libera de
las ataduras con la fue construida por Gramsci, para no hablar de los otros
referentes, para pensarse en otra perspectiva como el espacio de ejercicio de
la lucha política de las clase subalternas.
Un concepto de Sociedad Civil y
resistencia
Voy a desprenderme del concepto tradicional de la sociedad civil que da
cavidad a todas las formas de organización
privada que cumplen de una u otra manera con el mantenimiento del poder
dominante como poder hegemónico, para construirla desde los imaginarios de las
clases subalternas y populares.
Entiendo
por sociedad
civil todas las formas organizadas de la población civil que se
encuentran al margen del poder económico y político en condiciones de oposición
política y resistencia social, al sociedad política (Estado) y la sociedad burguesa,
articuladas en torno al propósito común de la lucha por el ejercicio del poder
construyéndose en realidades que se transforman y transforman la sociedad y el
Estado.
La sociedad civil constituida por los
movimientos sociales y políticos, de izquierda y democráticos que se construyen
en procesos de unidad en torno a un gran frente político. La sociedad civil
como el espacio en el que adquiere forma la hegemonía de las clases subalternas
y populares.
Este noción de sociedad civil establece un
lugar para el ejercicio de su práctica política en las luchas de resistencia,
pero esta no se circunscribe ya, únicamente,
al escenario de la movilización y la protesta, sino, que esta más allá,
en la construcción de nueva territorialidades de poder en torno a la defensa de
los territorios, sus recursos y los derechos de las poblaciones. Esto significa
que la sociedad civil se construye en nuevas formas de organización para la
gobernabilidad y la gobernanza de los territorios, estructura nuevas
institucionalidades, modifica la finalidad en sus distintas instituciones sociales, elabora y
desarrolla proyectos concretos de organización y funcionamientos económicos,
participativos y solidarios.
La
resistencia se constituye en la forma Estado y disputa las voluntades al poder
hegemónico a la vez que se construye como nueva hegemonía de tipo contra-hegemónico. Esto obliga a la
sociedad civil en los territorios a generar una dinámica interna de
funcionamiento, que se preocupa por autorregularse, disciplinarse y construirse
en el ámbito de la seguridad humana para su propia conservación. Pero igualmente
a transformar en la práctica las relaciones sociales de produccion y dominación
existentes en el ámbito en el que ejercer el poder se hace posible y se reviste
de las legitimidades del acompañamiento
y la defensa social de las transformaciones que se emprenden.
Tal vez, hoy el campo de combate más urgente
de desarrollar es el de la cultura
política de la sociedad civil, su desalienación y desenajenación,
constituyen la base esencial de los empoderamientos de la misma en la
construcción de la nueva hegemonía. Este proceso esta precedido de obligados
desaprendizajes de viejas e inútiles practicas, de imaginarios dogmaticos y
sectarios, de equivocados procesos de unidad, sobre todo, de una lucha interior
colectiva contra las formas del sometimiento cultural de la ideología dominante
y de su ordenamiento hegemónico.
Gramsci ha dado un lugar privilegiado a
los intelectuales orgánicos, que desde luego no son los académicos, a las
nuevas dirigencias dotas un proyecto ético y político renovador y de una moral
pública que se prueba en la práctica social y políticas.
Este país requiere de una urgente
transformación de imaginarios y prácticas, para construirse en un proceso en el
que los acuerdos de la Habana, apenas llegarían a ser, un aporte importante
pero insuficiente, en el camino de las
transformaciones por realizarse.
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