EL PODER
POPULAR COMO CIMIENTO DE TRANSFORMACIONES DEMOCRÁTICAS Y CONSTRUCTOR DE PAZ EN
LOS TERRITORIOS.
En sociedades atravesadas por la violencia estructural, el odio político y la desigualdad, como la colombiana, construir un modelo de convivencia democrática exige ir más allá de las fórmulas institucionales tradicionales. La democracia representativa, cautiva muchas veces de intereses oligárquicos y corporativos, ha demostrado ser insuficiente para garantizar el ejercicio pleno de los derechos y las condiciones de bienestar de las mayorías populares, especialmente en los territorios más abandonados y violentados del país. En este contexto, la construcción del poder popular se presenta no sólo como una estrategia legítima de resistencia y transformación social, sino como un fundamento indispensable para consolidar una paz duradera, democrática e incluyente.
El poder popular no es un eslogan ideológico ni una categoría reservada a los discursos radicales; es la expresión concreta de la soberanía ciudadana en acción. Es el ejercicio autónomo, deliberativo y organizado de las comunidades para decidir sobre los asuntos que afectan su vida colectiva, gestionar sus recursos, defender sus derechos y construir territorios de paz. Su propósito central es garantizar que la democracia deje de ser una ficción institucional y se convierta en un instrumento real de dignificación y bienestar, en especial para los sectores históricamente excluidos: campesinos, pueblos indígenas, comunidades afrodescendientes, poblaciones urbanas marginalizadas, mujeres, juventudes y diversidades.
I. El poder popular frente a la violencia estructural y la desigualdad
Colombia es un país marcado por una profunda desigualdad territorial, étnica y socioeconómica. Durante décadas, el modelo de desarrollo ha favorecido la concentración de la riqueza en manos de una minoría y ha abandonado vastas regiones a la pobreza, el atraso y la violencia. En estos territorios, la presencia estatal ha sido intermitente, cooptada o represiva, cuando no directamente funcional a los intereses de élites locales y redes criminales.
Esta situación ha producido un círculo vicioso de deslegitimación institucional, polarización social y reproducción de la violencia. Los acuerdos de paz y las políticas de seguridad ciudadana resultan insuficientes si no se acompañan de una estrategia integral de empoderamiento popular y transformación democrática en el nivel local. De ahí que la construcción de poder popular se plantee como una condición sine qua non para romper con las lógicas de exclusión, clientelismo y represión.
En comunidades donde el Estado llega principalmente con policías, fiscales o militares, fortalecer la capacidad organizativa y deliberativa de la ciudadanía es el primer paso para revertir la desconfianza y tejer relaciones sociales basadas en el respeto, la solidaridad y el diálogo. El poder popular permite así crear territorios de paz desde abajo, cimentados en el ejercicio consciente y colectivo de los derechos.
II. Democracia participativa y directa como sustento del poder popular
El marco constitucional colombiano, particularmente tras la Constitución de 1991, reconoce mecanismos de democracia participativa y directa: cabildos abiertos, consultas populares, presupuestos participativos, juntas de acción comunal, veedurías ciudadanas, entre otros. Sin embargo, estos instrumentos han sido muchas veces vaciados de contenido por prácticas burocráticas, tecnocráticas o clientelistas.
La construcción de poder popular implica revitalizar y profundizar estos mecanismos, pero también trascenderlos hacia formas más sustantivas de autogobierno comunitario y gestión participativa de los territorios. No se trata de suplantar al Estado, sino de democratizarlo desde sus bases, promoviendo un modelo de gobernanza en el que el pueblo sea protagonista activo y no mero espectador.
Una democracia participativa y directa exige reconocer la diversidad de formas organizativas populares: consejos comunitarios afrocolombianos, cabildos indígenas, organizaciones campesinas, procesos urbanos barriales, redes feministas y de juventudes, entre otras. El respeto a la diferencia y la construcción del consenso son elementos fundamentales en este proceso. La pluralidad cultural, étnica y política del país debe ser vista como una riqueza y no como un obstáculo, lo que requiere una pedagogía democrática sostenida y una ética del diálogo y el reconocimiento mutuo.
III. El poder popular como garante de derechos y bienestar
El ejercicio del poder popular tiene como propósito central garantizar los derechos de la población, particularmente de los más desfavorecidos. Esto implica ir más allá de la defensa simbólica de los derechos y avanzar hacia su realización concreta en los territorios. Entre las funciones prioritarias del poder popular están:
1. Defender el territorio frente a la depredación extractivista, la militarización y el despojo. Los pueblos y comunidades tienen el derecho de decidir sobre el uso de sus tierras y recursos, así como de proteger sus culturas y formas de vida.
2. Promover economías solidarias y alternativas. El poder popular impulsa modelos económicos basados en la autogestión, la soberanía alimentaria, el comercio justo y el bienestar colectivo, desafiando las lógicas de acumulación y exclusión del capitalismo neoliberal.
3. Fortalecer la educación, la salud y los servicios públicos con control comunitario. Las comunidades organizadas pueden desempeñar un papel clave en la vigilancia y gestión de los servicios sociales, garantizando su calidad, equidad y pertinencia cultural.
4. Garantizar la seguridad humana desde enfoques no represivos. El poder popular contribuye a construir formas de seguridad comunitaria basadas en la prevención, la mediación de conflictos y la justicia restaurativa, superando la militarización de la vida cotidiana.
5. Fomentar una cultura democrática y de paz. A través de prácticas deliberativas, educación política y procesos de memoria y reconciliación, el poder popular puede contribuir a desactivar los discursos de odio, superar las heridas del conflicto y promover la convivencia pacífica.
IV. Retos de la construcción del poder popular en una sociedad polarizada
Construir poder popular en Colombia enfrenta desafíos significativos, derivados tanto de la estructura social del país como de dinámicas políticas e ideológicas recientes.
La fragmentación social y el individualismo. Décadas de neoliberalismo han erosionado los lazos comunitarios y promovido una cultura del éxito individual, que dificulta la construcción de proyectos colectivos.
La criminalización de la protesta y la estigmatización del liderazgo social. En muchos territorios, quienes promueven procesos de poder popular son objeto de amenazas, persecuciones y violencia letal. Defender la vida de los líderes y lideresas sociales es una condición básica para avanzar.
La cooptación clientelista de las organizaciones populares. Parte del desafío es resistir la instrumentalización de las formas de organización popular por parte de partidos y gobiernos que buscan convertirlas en maquinaria electoral o redes de cooptación.
La diversidad cultural y la construcción del consenso. En una sociedad plurietnica y multicultural como la colombiana, la construcción del consenso democrático no puede basarse en imposiciones homogéneas. Se requiere una ética intercultural que respete las diferencias y construya acuerdos desde el reconocimiento de los derechos y la dignidad de todos los pueblos.
La polarización política y mediática. El clima de odio y confrontación exacerbado por sectores extremistas, incluidos medios corporativos y redes sociales, dificulta la construcción de diálogos democráticos y alimenta percepciones distorsionadas sobre el poder popular, al que se caricaturiza como amenaza subversiva o populista.
V. Horizontes estratégicos: hacia una democracia radicalmente democrática
Frente a estos retos, la construcción de poder popular debe pensarse como parte de un horizonte estratégico más amplio: avanzar hacia una "democracia" radicalmente democrática, capaz de devolverle al pueblo el control sobre su destino colectivo. Esto supone:
- Constituir redes territoriales de poder popular que articulen experiencias locales, intercambien aprendizajes y fortalezcan capacidades organizativas.
- Promover reformas institucionales que reconozcan y garanticen el autogobierno comunitario, así como el derecho de las comunidades a participar en la planificación, presupuesto y gestión de los asuntos públicos.
- Impulsar una pedagogía política y cultural orientada a la construcción de ciudadanía crítica, solidaria y pluralista.
- Construir alianzas amplias entre movimientos sociales, sectores progresistas, gobiernos locales y nacionales comprometidos con la democratización real del país.
- Combatir toda forma de violencia, sectarismo o exclusión en los procesos de construcción de poder popular, asegurando que estos sean siempre espacios de respeto a la dignidad y los derechos de todos y todas.
VI. El poder popular como horizonte de paz y bienestar
En una sociedad como la colombiana, atravesada por profundas heridas históricas, violencias persistentes y desigualdades estructurales, construir un modelo de paz y bienestar sostenible exige democratizar el poder en todos los niveles. No bastan las reformas desde arriba ni la buena voluntad de los gobiernos: es necesario que el pueblo organizado se constituya en protagonista activo de las transformaciones.