Un pensamiento propositivo para la paz de Colombia
CARLOS MEDINA GALLEGO
Docente Investigador
Universidad Nacional de Colombia
Este 3 de febrero de
2015, se cumplieron 86 años del natalicio del sacerdote, sociólogo y líder
social y político Camilo Torres Restrepo; el 15 de Febrero se han cumplido 49 años de su muerte en las
filas de las guerrillas del Ejército de Liberación Nacional (ELN), en el
corregimiento de Patio Cemento en el Departamento de Santander. El próximo 12
de mayo, han de conmemorase los 50 años de la propuesta de Frente Unido del
Pueblo hecha por Camilo, alrededor de una plataforma de lucha y una idea de
unidad de las fuerzas democráticas, de izquierda y populares para transitar el
difícil camino de la lucha política e impulsar las trasformaciones necesarias
para el bienestar de las clases populares y en general de la sociedad
colombiana.
Estas
conmemoraciones se dan en una coyuntura muy particular; el avance de las conversaciones
de paz del Gobierno Nacional con la insurgencia de las FARC-EP y el desarrollo
de la fase exploratoria de conversaciones con el ELN. El tema de la paz ocupa
la agenda nacional y después de más de sesenta años de conflicto armado parece
tener eco y resonancia en la insurgencia y en el gobierno nacional, el clamor
nacional de paz hecho por distinto sectores de la sociedad colombiana, a través
de distintos eventos y las más diversas manifestaciones populares y sociales.
Convocar la figura y
el pensamiento de Camilo Torres Restrepo, resulta no solo pertinente, sino
necesario en esta fase de incertidumbres y búsquedas de imaginarios de unidad y
posibilidades de organización política para abordar la fase de un posible postconflicto
cargado de movilización social y política,
y posibilidades democráticas de que sectores tradicionalmente excluidos
puedan convertirse en distintos territorios y a diferentes niveles en
auténticas alternativas de poder, eso si y solo sí, pueden encontrarse en un
proceso unitario en el que se reconozca y respete la diferencia, y se fijen
propósitos comunes en el marco de procesos de corto, mediano y largo alcance en
el que adquieran forma y realidad histórica las expresiones del poder popular y
ciudadano en torno a agendas reivindicativas y plataformas políticas
esenciales.
Esta es una idea central del pensamiento de
Camilo Torres Restrepo, en el periodo que precede a su incorporación al ELN,
por la cual se movilizo en todo el país, encontrando importantes respaldos,
pero igualmente, abrumadoras y desesperanzantes expresiones de dogmatismo y
sectarismo político de las izquierdas tradicionales, que no permitieron que las
ideas germinaran y se consolidaran en un gran movimiento social y político de
raigambre popular. El concepto de Unidad y la necesidad de un Frente Unido del
pueblo, entorno a una plataforma de lucha social y política, fue en su momento
y sigue siendo aun un componente del pensamiento de Camilo, profundamente
valido.
Han pasado casi cincuenta
años y el desarrollo de la confrontación social y política ha dejado una estela
de tragedia, terror y muerte del que la sociedad colombiana tiene la
responsabilidad y obligación de salir, y la izquierda, los movimientos sociales
y políticos, las distintas poblaciones y las gentes que habitan todos los
territorios, el compromiso de construirse desde una perspectiva política que
coloca al centro del proceso de reconstrucción del país la tarea central de
trabajar por la unidad y la organización de los sectores populares en el marco
de una práctica política renovada y vigorosa con el suficiente musculo unitario
como para convertirse en una auténtica alternativa de poder. La necesidad de
organizar y potenciar la capacidad de participación y de construcción de
escenarios de poder social y popular en el marco de una democracia renovada y
trasformada por nuevos modelos de gobierno, gobernabilidad y gobernanza hacen
parte de los imaginarios de Camilo que hoy es necesario recuperar para que los
sectores populares protagonicen en los diversos territorios los procesos de
cambio que se requieren para construirse en “dignidad” conforme lo soñó Camilo.
Al conmemorarse este
nuevo aniversario de la desaparición física de Camilo Torres Restrepo, resulta
útil echar mano de su pensamiento para desde su vigencia aportar a las
urgencias políticas de hoy y a las de la construcción de una paz, con libertad,
democracia y justicia social.
1.
Camilo la violencia y la guerra revolucionaria
Camilo se le ha
dimensionado desde su condición de sacerdote – revolucionario y especial
admiración se ha mostrado por su disposición para la lucha, incluyendo la lucha
armada, como la forma de oponerse a la violencia institucional a través de la
contravionlencia, en un contexto de estrecheces democráticas y agudas
persecuciones, asesinatos, masacres, desapariciones y desplazamientos generados
por los ajustes requeridos para el desarrollo del modelo político y las
urgencias del capitalismo emergente en nuestro país. Siendo hijo de la violencia,
no era de su naturaleza el ejercicio de la misma. Lo que era propio de su
condición humana era su capacidad para hacer uso de la que Albert Einstein
llamo la más poderosa y creativa de todas las fuerzas de la naturaleza, el amor
humano, que en Camilo adquiere una condición revolucionaria y profundamente
humanista al hacerse amor eficaz.
Camilo nace en el
fervor de las luchas sociales y sindicales de finales de la década del treinta
en donde los actores que han de desarrollar los conflictos del siglo XX, apenas se están configurando en sus
identidades sociales y construyendo sus respectivas agendas de derechos y
reivindicación, marcadas desde sus comienzos por prácticas de exclusión y violencia
criminal: Ahí están las luchas de los campesinos por la tierra y el trabajo
digno en las asociaciones y ligas campesinas que marcaron rutas hacia la
demanda de las primeras y hasta hoy insuficientes reformas agrarias; Los
obreros emergiendo a la historia y soportando la explotación de las empresas
transnacionales en enclaves criminales del petróleo y del banano, levantando
huelgas por derechos fundamentales como el trabajo, la jornada laboral, el
descanso, el salario digno, la
seguridad, el derecho a la organización sindical y a la huelga; las comunidades
indígenas retomando las luchas de la resistencia, de la mano de Quintín Lame, para conservar sus territorios, mantener sus
condición de pueblos y naciones comunitarias, conservar sus lenguas y
dialectos, las formas de la organización social y política, su cultura, sus
prácticas de justicia, su autonomía. El movimiento de las mujeres unidas en sus
derechos a los trabajadores y sus reivindicaciones en lo esencial; trabajo - descanso - educación como bien supo
enunciarlo y defenderlo María Cano; el Movimiento cívico y ciudadano
levantándose contra el clientelismo, el manzanillismo y la corrupción en las
empresas publicas del acueducto, el alumbrado y el tranvía, enfrentado
funcionarios corruptos y prácticas de nepotismo en la calles, de manera
multitudinaria animados por caudillos naturales; los estudiantes cumpliendo con
su servicio social voluntario de seguridad reemplazando policías violentas,
criminales y corruptas.
Camilo desarrolla su
niñez en medio de aceleradas y conflictivas transformaciones que buscan llevar
el país de una economía señorial centrada en el campo a un capitalismo
dependiente requerido de centros urbanos y mano de obra. Crece a la sombra de
las reformas liberales y la violencia política interpartidista, atraviesa en su
juventud la dictadura del General Gustavo Rojas Pinilla, para llegar cargado de
vitalidad de entusiasmos, compromisos y amor eficaz al Frente Nacional, dar
origen a un importante proceso político, como el del Frente Unido del pueblo,
transformándose en escasos cuatro años de sociólogo y sacerdote, en líder y
dirigente social y político y, en defensor de la contraviolencia, movido por un
altruismo extremo, en guerrillero del ELN.
Camilo es sabedor de
los problemas de los campesino y de los habitantes de los barrios populares;
desarrolla trabajo con comunidades en los barrios del sur de la ciudad capital,
en Tunjuelito y en San Carlos, conoce los padecimientos de la reforma agraria,
la violencia del campo y en particular los movimientos agrarios del sur del país
construidos por colonos que a punta de necesidad van ampliando la frontera
agrícola, participa en los programas institucionales de la reforma agraria y se
angustia con las amenazas contra Marquetalia, el Pato, Guayabero y Riochiquito,
señaladas como repúblicas independientes; sabe de los padecimientos de los
trabajadores en las fabricas, de sus sindicatos y de sus luchas y, vive con
especial pasión las luchas estudiantiles en su condición de capellán de la
Universidad Nacional de Colombia.
Camilo no solo es de
la generación de la violencia y el conflicto social, sino, también lo es de la
segunda postguerra y de la guerra fría, de las luchas de liberación y
descolonización, de la oleada revolucionaria de América Latina despertada por
la revolución cubana; es en síntesis un hombre de su tiempo. Pero su esencia,
el material de que esta hecho, es de
humanismo y de amor eficaz. Su condición cristina y revolucionaria, se unieron
para conducir sus prácticas de amor y humanismo, a la entrega absoluta y a las incertidumbres
de la lucha armada en las consignas del ELN.
Este 10 de Febrero
la Comisión de Historia del Conflicto y las Victimas (CHDCV) entrego el informe
final, 12 ensayos y dos relatorías que colocan a disposición de la nación las
distintas explicaciones de los orígenes, causas, determinantes y consecuencias
del conflicto social, político y armado en nuestro país. No hay una única historia, no hay una única verdad.
Gran parte de las explicaciones que se dan desde los distintos horizontes
teóricos e interpretativos, muestran la complejidad de fenómenos que Camilo en
su momento tuvo que sortear, enfrentar y pensar en sus posibles soluciones.
El país fue
resolviendo parte de las agendas de lucha de la década de los sesenta, en mi percepción
de manera insuficiente, creando un déficit de atención social que se hizo
inmanejable con el paso del tiempo y los gobiernos. No logro construir ni un
Estado ni una institucionalidad lo suficientemente fuerte como para dar
albergue a una sociedad civil fuerte, organizada y capaz de generar, legal y
legítimamente, los cambios que requería el país. El proceso de modernización
del Estado y la sociedad siguió la desafortunada ruta de la violencia y la
guerra y, contó con unas elites políticas y económicas, mezquinas y corruptas,
que no les importo desangrar el país, si sus intereses se veían afectados.
Hoy se requiere de
una nueva lectura de los procesos y conflictos
que ayuden a potenciar el imaginario de rutas de solución; recuperar las
autonomías del pensamiento social y político para pensarse en contextos reales
y formular para sus problemas, con
suficiente autonomía, políticas públicas
pertinentes. Esa es una preocupación Camilista.
2.
Pluralismo Utópico y unidad política.
A las puertas de un
proceso que esta por construirse hay que volver a retomar la senda transitada
por Camilo que fue llenando de urgencias y profundas preocupaciones sobre la
necesidad de construir a las clases populares, en un sujeto social, que cargado
de reconocimiento e identidades propias que explicitan las condiciones de su
realidad social e histórica, se erigen en sujetos de derechos, definen a través
de programas y plataformas sus agendas reivindicativas y de derechos, y desde
allí, se hacen sujetos político, convirtiéndose en comunidades organizadas, con
capacidad de movilización, decisión y gestión política y social.
Hay una realidad
concreta que da razón por los estados de pobreza, marginalidad, indigencia,
desempleo y falta de oportunidades, para construirse en dignidad y hay una explicación
amplia de los determinantes económicos que generan y agudizan esas realidades a
través de las inequidades, la exclusión, la discriminación y todo lo que ello
genera en materia de traumatismos sociales y anomias.
Pensarse en términos
de las urgencias del presente, definir una plataforma de realizaciones para lo
inmediato, posesionar en las comunidades el sentido de lo que significa la
unidad como fundamento de poder, y la organización como posibilidad
trasformadora, en poner en marcha, para estos tiempos lo que Camilo pretendió
hacer para su tiempo. Desde luego, que esa es una tarea difícil y de las más
altas responsabilidades y no puede realizarse si no se cuenta con una fuerza
inteligente y comprometida dispuesta a colocar su proyecto de vida al servicio
de la construcción de lo humano y su “dignificación”. Una tarea que requiere
reconocerse como distintos y respetarse para poder construir unidad y
organización, que son sin duda los dos mayores retos que tiene todo proceso de
participación política que se fije como propósito transformar la sociedad.
Desideologizar el discurso, politizar la
práctica.
Esta etapa, si se me
permite, debe desideologizarse, que no significa renunciar a las ideologías, a
tener principios o a hacer parte de un proyecto ético y político que es capaz
de pensarse en relación con el futuro y el bienestar de la nación; no, es una etapa
para pensarse esencialmente en el escenario de la política que es en el que se
construyen los procesos de cambio que requiere el país y en el que todos los
sectores deben ser protagonistas de primera línea.
El 15 de Enero del
2006, en la conmemoración de los 40 años
de la muerte de Camilo, uno de los más destacados y juiciosos constructores del
Pensamiento Camilista, Orlando Fals Borda (qepd), hizo una ilustrativa
disertación sobre los imaginario del Frente Unido del Pueblo propuesto por
Camilo, que él acompaño, para señalar que: “El Padre
Camilo Torres Restrepo…, creó el Frente Unido como un aparato político que él
denominó “pluralista”. En esta forma logró armar una nueva utopía para el país.
Esta utopía tenía ingredientes especiales, como aquellos derivados de
convicciones religiosas y del examen de la realidad nacional y de las
revoluciones latinoamericanas contemporáneas, en especial la cubana…, la utopía
pluralista de Camilo Torres… Al trascender la realidad y pasar al plano de la
práctica, su planteamiento tiende a modificar profundamente el orden de cosas
existente, produciendo crisis sociales y personales, induciendo el examen
crítico de la sociedad e impulsando el cambio subversor necesario” (Fals Borda.
UN 15.02.2006)
Ese pluralismo
utópico adquiere forma y sentido en el presente de Camilo, y vigencia en
esta Colombia de hoy. Cómo podría no tener valor y sentido un planteamiento
como el formulado en la Plataforma de Frente Unido del Pueblo, en donde se
afirma: “El aparato político que debe organizarse
debe ser de carácter pluralista, aprovechando al máximo el apoyo de los nuevos
partidos, de los sectores inconformes de los partidos tradicionales, de las
organizaciones no políticas y, en general, de las masas”. Una mirada que no se
encasilla que transciende los reservados espacios de la izquierda para pensarse
con la sociedad en su conjunto. La idea de Camilo adquiere sentido, no en
cuanto que se queda como enunciado teórico que orienta desde el discurso el que
hacer de los otros, sino en cuanto entiende y asume el cambio subvertor necesario, en la propia corporalidad de su territorio
y en la práctica social y política que lo habita.
Tal vez,
sea injusto afirmar, que la gran tragedia que la izquierda colombiana y de sus
liderazgos más reconocidos, es que trabajaron más con el discurso y la
ideología, que con la realidad y con la práctica transformadora de la misma,
que hicieron asistencialismo revolucionario, y asumieron con misticismo un
compromiso sin una ruta que construyera en el presente como ejemplos, lo que
debía ser el futuro. Llevados por una inapropiada forma de concebir la
ideología generaron más fraccionamiento y dispersión, que unidad y dinámicas de
trasformación. Si bien las ideologías guían el accionar político es la política
como practica la que construye la realidad histórica.
En Camilo, el
pluralismo utópico es una herramienta para unir grupos diversos, y hacerlos
mover hacia una misma dirección. Se presenta como una estrategia que busca
cambiar las reglas del juego, y que al hacerlo quiere promover el cambio del
orden social y político en que se desarrolla (Fals 2006). Pero, por su
misma naturaleza diversa no busca crear sistemas cerrados y autoritarios, sino,
sociedades libres y abiertas que persiguen la utopía del desarrollo humano y de
la libre personalidad. Una sociedad en la
que se encuentran diversas tendencias, pero que tienen las mismas metas
valoradas, aquellas que hoy podríamos definir como provenientes de pueblos
originarios. Con este fin se unen todas en un impulso común de creación que
permite una amplia libertad de cruces ideológicos, y que ofrece alternativas
para escoger las vías de acción con base en una moderna racionalidad. (Fals
2006)
La unida
en la diversidad es el fundamento del pensamiento unitario de Camilo, pero es
esa diversidad, ese pluralismo utópico,
es el constituye la esencia de un autentico régimen democrático. He ahí un
aporte fundamental a la paz en nuestra Colombia del Siglo XXI.
La
produccion de Camilo busca dar razón por las causalidades del conflicto y las
necesidades de las clases populares, de ahí su preocupación por la pobreza como
tema de investigación científica, sociológica y política, por las
transformaciones del campo y el mejoramiento de la vida de las comunidades
rurales, su particular compromiso con los sectores sociales que van
configurando en la marginalidad las nuevas formas de habitar y demandar en
derechos los espacios urbanos, acompañando las demandas en vivienda, servicios
públicos, salud, educación, trabajo… elementos todos constitutivos de su
concepción de la dignidad humana, la que une a la construcción de las
responsabilidades y la demanda de obligaciones de las clases populares, en su
cerrada convicción, de que nadie puede quedarse por fuera de las dinámicas y
los procesos de cambio que requiere el país.
Construir los cambios con todos,
desde el amor eficaz.
Si se
logra sustraer de los radicalismos de la época, sus mensajes y proclamas, y se centra su lectura en los argumentos, con
que se construyen sus llamados, entonces podemos acercarnos a un Camilo
preocupado por darle a los sectores populares un papel determinante en el
cambio de su actitud frente a la vida en los procesos de dignificación de la
misma. Sacar a camilo de los radicalismos de la época es conservar el discurso en sus raíces (Fals
Borda), en su esencia más pertinente e histórica, en su validez trascendente, y
esa es una tarea que debe fijarse todo Camilista autentico.
No es inútil en la Colombia de hoy, en ese
camino que se construye con esfuerzo para pasar de la guerra a la paz, de la
violencia a la convivencia democrática, de la exclusión al pluralismo utópico, llamar
la atención, como lo hizo Camilo en su momento, sobre la violencia
institucional, los partidos políticos liberal y conservador, las izquierdas y los
comunistas, los militares y las fuerza pública en general, las elites políticas
y económicas…, el desempleo, las
mujeres, los campesinos, los pobres de las ciudades, los cristianos, los
sindicalistas, y en fin sobre las necesidades y urgencias de hoy de lo que ayer
Camilo llamo las clases populares.
No es fácil para el país, después de
sesenta o más años de conflicto, apostarle con credibilidad a un horizonte de
futuro que ofrezca una paz estable y duradera para unos, y para otros, con justicia social y democracia. No resulta
fácil, porque existe viva una memoria de engaños e incumplimientos, de inútiles
sacrificios, de muerte y desconocimiento de responsabilidades, una memoria de
injusticia y de impunidad. No obstante, esa desafortunada realidad no se puede
perder la esperanza que podemos vivir en un país distinto construido por todos.
Desde luego que la confianza, credibilidad y seguridad en los procesos se
construye día a día, con auténticos hechos paz, desescalando los espíritus y
las malas intenciones, los rencores, los odios y las trágicas cadenas de
venganza.
Camilo nos ha heredado una radiografía de
la violencia y un pronóstico de su escalamiento hasta la deshumanización.
Apenas, este 10 de Febrero del 2015, La Comisión Histórica del Conflicto y las
Victimas (CHDV), ha entregado su informe y en no pocos párrafos se repite lo
que Camilo en su momento había señalado sobre los orígenes del conflicto:
“Durante más de 150 años la
casta económica, dice Camilo, las pocas
familias que tienen casi toda la riqueza colombiana, ha usurpado el poder
político en su propio provecho. Ha usado todas las artimañas y trampas para
conservar ese poder engañando al pueblo.
Inventaron la división entre liberales y conservadores. Esta división, que no comprendía el pueblo, sirvió para sembrar el odio entre los mismos elementos de la clase popular. Esos odios ancestrales transmitidos de padres a hijos han servido únicamente a la oligarquía. Mientras los pobres pelean, los ricos gobiernan en su propio provecho. El pueblo no entendía la política de los ricos, pero toda la rabia que sentía por no poder comer ni poder estudiar, por sentirse enfermo, sin casa, sin tierra y sin trabajo, todo ese rencor lo descargaban los liberales pobres contra los conservadores pobres y los conservadores pobres contra los liberales pobres. Los oligarcas, los culpables de la mala situación de los pobres, miraban felices los toros desde la barrera, ganando dinero y dirigiendo el país. Lo único que dividía a los oligarcas liberales de los oligarcas conservadores era el problema de la repartición del presupuesto y de los puestos públicos. El presupuesto nacional, las rentas públicas, no alcanzaban para dejar satisfechos a los oligarcas conservadores y liberales reunidos. Por eso peleaban para llegar al poder; para saldar las cuentas electorales dándole puestos públicos a los gamonales adictos y repartirse el presupuesto excluyendo totalmente a los del otro bando político.
Cuarenta años los liberales no tuvieron puestos y después les sucedió otro tanto a los conservadores durante 16 años. Las diferencias políticas y religiosas ya habían cesado. Ya no se peleaba entre los oligarcas sino por la plata del gobierno y por los puestos públicos. Mientras tanto, el pueblo se daba cuenta de que su lucha por el partido liberal o por el partido conservador lo hundía cada vez más en la miseria. Los ricos no se daban cuenta de que el pueblo estaba harto de ellos. Cuando apareció Jorge Eliécer Gaitán enarbolando la bandera de la restauración moral de la República, lo hizo tanto en contra de la oligarquía liberal como de la conservadora. Por eso las dos oligarquías fueron anti gaitanistas. La oligarquía liberal se volvió gaitanista después que la oligarquía conservadora mató a Gaitán en las calles de Bogotá.
Ya iniciada en el camino de la violencia para conservar el poder, la oligarquía no parará en el uso de esa violencia. Puso a los campesinos liberales a que se mataran con los conservadores. Cuando la agresividad, el odio y el rencor de los pobres se desbordaron en una lucha entre los necesitados de Colombia, la oligarquía se asustó y propició el golpe militar. El gobierno militar tampoco sirvió en forma suficientemente eficaz a los intereses de la oligarquía. Entonces el jefe de la oligarquía liberal, doctor Alberto Lleras Camargo, y el jefe de la oligarquía conservadora, doctor Laureano Gómez, se reunieron para hacer un examen de conciencia y se dijeron: "Por estar peleando por el reparto del presupuesto y del botín burocrático, casi perdemos el poder para la oligarquía. Dejémosnos de pelear por eso haciendo un contrato, dividiéndonos el país como quien se divide una hacienda, por mitad, entre las dos oligarquías. La paridad y la alternación nos permiten un reparto equitativo y así podemos formar un partido nuevo, el partido de la oligarquía." Así nació el Frente Nacional como el primer partido de clase, como el partido de la oligarquía colombiana.(Mensaje a la oligarquía)
Camilo no deja de cuestionar
esas lógicas de paz que restituyen los derechos de los ricos y dejan en iguales
o peores condiciones a los desposeídos, una paz de ajustes, sin cambios sustanciales
que favorezcan a los marginados, a los excluidos, a los más desprotegidos, por
eso no duda en manifestarse contra el nuevo pacto:
“El Frente Nacional ofreció
paz y los campesinos siguen siendo asesinados; se realizaron matanzas obreras
de los azucareros y de Santa Bárbara, se invadieron las universidades y se aumentó
el presupuesto de guerra.
El Frente Nacional dijo que remediaría la situación financiera, y duplicó la deuda externa produciendo tres devaluaciones (hasta ahora) y con ellas la miseria del pueblo colombiano por varias generaciones. El Frente Nacional dijo que haría la reforma agraria, y no hizo sino dictar una ley que garantiza los intereses de los ricos en contra de los derechos de los pobres”. (Mensaje a la oligarquía)
Este proceso de conversaciones
y de acuerdos políticos, que avanza entre el gobierno nacional y la
insurgencia, no puede repetir esta historia de tragedias e incumplimientos, la
clase política tienen una responsabilidad con el país de refundar la política para ponerla al servicio de la construcción
del interés público y del interés común, de la protección y defensa de los
patrimonios estratégicos de la nación. Pero las bases sociales de los partidos
políticos y de los movimientos sociales tienen que aprender a distinguir entre
los líderes que se comportan como auténticos servidores públicos y los que como
servidores se comportan como auténticos delincuentes. Ampliar y profundizar la
democracia, es parte de los elementos centrales del pensamiento de Camilo, que
se sintetizan en la necesidad de que el pueblo a través de sus mejores y más
nobles representantes sea quien esté llamado al ejercicio del poder político.
Pero, también es una
responsabilidad de las elites económicas comprometerse en la generación de una
mejor y más justa sociedad, deben contribuir significativamente a generar mayor
equidad y mayor bienestar; deben entender lo que significa el valor agregado
que le da a la actividad económica una sociedad en paz. La finalización del
conflicto no puede mantenerse en una sociedad en la que crece la pobreza y en
donde la realidad no deja de burlarse de los estándares de medición de los
tecnócratas y burócratas del Estado. Las elites económicas que participaron en
la financiación de la guerra tienen una obligación moral con la financiación de
la paz. Pero sobre todo, tienen que domesticar y someter al justo límite del
reconocimiento legítimo social sus procesos de beneficio económico. No se
trata, como ya lo señalo Gaitán, de
combatir la riqueza que genera bienestar y progreso, se trata de combatir y
acabar, la riqueza que genera pobreza y violencia.
Hoy se convoca un proceso de
reflexión sobre el papel de la fuerza pública en el postconflicto, que no puede
dejar de lado una reflexión sobre sus dignidades y valores brutalmente
desfigurados en su privatización y la desfiguración de su función
constitucional. No es fácil, no dejarse llevar por la tentación de la provocativa
y si se quiere valida reflexión de Camilo sobre, la composición de la fuerza
pública, de sus valores y de su papel en un momento tan importante para la
institución como el que atraviesa en este instante del proceso de paz. Desde
luego que en estos sesenta años de guerra los miembros de la institución se han
transformado, se han formado profesionalmente y han fortalecido y consolidado
su espíritu de cuerpo. Pero eso, no le resta validez a la reflexión que Camilo
hace en el Mensaje que envía a los
militares a mediados de la década del sesenta:
En varias ocasiones he visto a
campesinos y obreros uniformados, dentro de los cuales nunca he encontrado
elementos de la clase dirigente, golpear y perseguir a campesinos, obreros y
estudiantes que representan a la mayoría de los colombianos. Ni dentro de los
suboficiales, ni dentro de los oficiales, con raras excepciones, he encontrado
a miembros de la oligarquía…
Puede ser que el motivo para que los militares obren así sea la entrega a las leyes, a la constitución y a la Patria. Pero la Patria colombiana consiste principalmente en sus hombres y la mayoría de estos sufre y no disfruta del poder. La Constitución es violada constantemente al no dar trabajo, propiedad, ni libertad, ni participación en el poder a un pueblo que debe ser, de acuerdo con la Constitución, el que decida de los asuntos políticos en el país. La Constitución es violada cuando se mantiene un estado de excepción después de haber cesado las causas que fueron el pretexto para su declaración. Las leyes son violadas cuando se detiene a los ciudadanos sin orden de captura, cuando se retiene la correspondencia, cuando se impide transitar por las calles a los ciudadanos, cuando se controlan los teléfonos y se miente y se engaña...
Quizás es necesario informar más a los militares sobre el lugar en donde está la patria, la constitución y las leyes, para que no crean que la patria está formada por las 24 familias que actualmente protegen, por quienes dan su sangre y de quienes reciben tan mala remuneración.
Para Camilo Torres Restrepo,
cuando la fuerza pública retome el papel que les ha sido asignado
constitucionalmente, en materia de seguridad y defensa, se fijen como propósito
la defensa de la nación, el territorio, la institucionalidad democrática y las
leyes:
“El honor de las fuerzas
armadas no será entonces mancillado por el capricho de la oligarquía y de los
lacayos que tengan a su servicio las fuerzas armadas. No veremos más a
generales de tres soles ser destituidos por haber hablado de reformas de
estructura y de grupos de presión. No veremos más a generales que tienen un
origen en la clase media echados por (corruptos) con escándalos públicos
mientras que los superiores de la clase alta o relacionados con la oligarquía
colombiana hacen (de la corrupción un negocio) que logran mantener oculto, corrupción
que va directamente contra los intereses del país y contra la soberanía
nacional”.(Mensaje a los Militares)
Son distintos los llamados que
entraña el mensaje de Camilo en estos tiempos presentes a los militares: la
necesidad de superar las diferencias sociales, étnicas y culturales al interior
de la institución para que esta se construya en un orden de seres iguales,
independiente de su raza, su condición social o cultural; una institución donde
sus miembros cuentan con un universo de oportunidades para formarse, no solo en
la carrera militar, sino como seres humanos y profesionales al servicio de su
país; una fuerza pública al servicio de la nación y no de los intereses de las
elites económicas y del capital; que cumple con funciones naturales de su
condición de fuerzas armadas y militares que no es otra que la defensa de la
nación, el territorio, la institucionalidad y la ley; el ofrecimiento y
garantía plena de la seguridad ciudadana y la lucha eficaz contra el crimen
organizado, nacional y trasnacional. Una fuerza pública que tenga lo justamente
necesario para desempeñarse con eficiencia y sea tan grande como humana y
técnicamente se requiera.
Camilo nos convoca a superar
la estigmatización y el señalamiento que se hace al pensamiento crítico, a los
líderes sociales, políticos y populares de enemigos de la institucionalidad, de
la nación y de la democracia. Ampliar y profundizar la democracia requiere del
reconocimiento de la diversidad, de la posibilidad del disenso, de la
existencia de una oposición fuerte, de la desestigmatización de las prácticas
de oposición y de su legitimación. Esto demanda, que sectores de la fuerza
pública, de las elites económicas y sociales y políticas superen la concepción
anticomunista, antisubversiva y el señalamiento a sus contradictores. A este respecto Camilo es claro en su mensaje
a los comunistas:
“No puedo ser anticomunista ni
como colombiano, ni como sociólogo, ni como cristiano, ni como sacerdote. No
soy anticomunista como colombiano, porque el anticomunismo se orienta para
perseguir a compatriotas inconformes, comunistas o no, de los cuales la mayoría
es gente pobre. No soy anticomunista como sociólogo, porque en los
planteamientos comunistas para combatir la pobreza, el hambre, el
analfabetismo, la falta de vivienda, la falta de servicios para el pueblo, se
encuentran soluciones eficaces y científicas. No soy anticomunista como
cristiano, porque creo que el anticomunismo acarrea una condenación en bloque
de todo lo que defienden los comunistas y, entre lo que ellos defienden, hay
cosas justas e injustas. Al condenarlos en conjunto, nos exponen a condenar
igualmente lo justo y lo injusto, y eso es anticristiano. No soy anticomunista
como sacerdote, porque aunque los mismos comunistas no lo sepan, entre ellos puede
haber muchos que son auténticos cristianos. Si están de buena fe, pueden tener
la gracia santificante y si tienen la gracia santificante y aman al prójimo se
salvarán. Mi papel como sacerdote, aunque no esté en el ejercicio del culto
externo, es lograr que los hombres se encuentren con Dios, y, para eso, el
medio más eficaz es hacer que los hombres sirvan al prójimo de acuerdo a su
conciencia. Yo no pienso hacer proselitismo respecto de mis hermanos los
comunistas, tratando de llevarlos a que acepten el dogma y a que practiquen el
culto de la Iglesia. Pretendo, eso sí, que todos los hombres obren de acuerdo
con su conciencia, busquen sinceramente la verdad y amen a su prójimo de forma
eficaz.
Los comunistas deben saber muy
bien que yo tampoco ingresaré a sus filas, que no soy ni seré comunista, ni
como colombiano, ni como sociólogo, ni como cristiano, ni como sacerdote”.
Hay en este planteamiento de
Camilo, una percepción profundamente democrática y creativa de los comunistas,
más allá del sentido de sus estructuras partidarias o de sus imaginarios
totalitarios. Expresa la validez de la agenda
comunista en lo que se refiere a su preocupación altruista por el bienestar
de lo humano; combatir la pobreza, el hambre, el analfabetismo, la falta de vivienda,
la falta de servicios para el pueblo, encontrar soluciones eficaces y
científicas… a sus problemas; pero igual se preocupa por llamar la atención
y establecer
la diferencia entre lo que social, política y económicamente justo e injusto. Y
lo justo en Camilo es la construcción permanente de la dignidad humana a través
de la práctica del amor eficaz. Por eso Camilo le da un lugar a las creencias y
a la fe de los militantes de izquierda y no concibe para ellos, ni para los
cristianos y su compromiso con los cambios estructurales de la sociedad y el
Estado, que allí haya contradicción alguna.
Es indiscutible el papel
jugado por los medios de comunicación, por lo general en manos de los grupos
económicos, en la construcción de una cultura del señalamiento la
estigmatización y el escalamiento del conflicto. No existe una responsabilidad
social e institucional de esos medios grupos en la construcción de una cultura
de convivencia democrática. Camilo ya lo había señalado en su momento y lo
grave es que no ha cambiado en cincuenta años la actitud de los medios en el
incremento de la polarización:
“No importa que la gran prensa
se obstine en presentarme como comunista. Prefiero seguir mi conciencia a
plegarme a la presión de la oligarquía. Prefiero seguir las normas de los
Pontífices de la Iglesia antes que las de los pontífices de nuestras clases
dirigentes. Juan XXIII me autoriza para marchar en unidad de acción con los
comunistas, cuando dice en su encíclica Pacem
in terris: "Se ha de distinguir también cuidadosamente entre
las teorías filosóficas sobre la naturaleza, el origen, el fin del mundo y del
hombre, y las iniciativas de orden económico, social, cultural o político, por
más que tales iniciativas hayan sido originadas e inspiradas en tales teorías
filosóficas; porque las doctrinas, una vez elaboradas y definidas, ya no
cambian, mientras que tales iniciativas encontrándose en situaciones históricas
continuamente variables, están forzosamente sujetas a los mismos cambios.
Además, ¿quién puede negar que, en dictados de la recta razón e intérpretes de
las justas aspiraciones del hombre, puedan tener elementos buenos y merecedores
de aprobación?".
Nutrido por el contenido de la
encíclicas papales, Camilo, señala algo que en muchas ocasiones sus seguidores
más ciegos no alcanzan percibir porque se nutren de sus ideas de manera
ortodoxa y sectaria, sin comprender que en Camilo la dialéctica de las
trasformaciones hacia parte esencial de su percepción del mundo:
"Teniendo presente esto,
puede a veces suceder que ciertos contactos de orden práctico, que hasta aquí
se consideraban como inútiles en absoluto, hoy por el contrario sean provechosos,
o puedan llegar a serlo. Determinar si tal momento ha llegado o no, como
también establecer las formas y el grado en que hayan de realizarse contactos
en orden a conseguir metas positivas, ya sea en el campo económico o social, ya
también en el campo cultural o político, son puntos que sólo puede enseñar la
virtud de la prudencia, como reguladora que es de todas las virtudes que rigen
la vida moral tanto individual como social." (En el mensaje a los
comunistas).
Un papel especial tienen los cristianos y los
católicos que jugar en el proceso de las transformaciones del orden social y
político. Su compromiso con sus creencias tiene que revestirse de una práctica
eficaz que los conduzca a la realización plena del ser humano. Por esto Camilo,
no deja de lado la responsabilidad que en general tienen los católicos con la
construcción del bienestar y de la paz:
Lo principal en el Catolicismo es el
amor al prójimo. "El que ama a su prójimo cumple con su ley." (S.
Pablo, Rom. XIII, 8). Este amor, para que sea verdadero, tiene que buscar
eficacia. Si la beneficencia, la limosna, las pocas escuelas gratuitas, los
pocos planes de vivienda, lo que se ha llamado "la caridad", no
alcanza a dar de comer a la mayoría de los hambrientos, ni a vestir a la
mayoría de los desnudos, ni a enseñar a la mayoría de los que no saben, tenemos
que buscar medios eficaces para el bienestar de las mayorías.
Camilo sabe que la
“revolución”, que tanto espanta a las clases dominantes, no es otra cosa que la
materialización de una agenda mínima de derechos, en un proceso de
construcciones democráticas en que el pueblo, los sectores marginados, puedan acceder al ejercicio del poder para
impulsar desde allí los cambios que se requieran, la “revolución” para él, es la manera eficaz y amplia de
realizar el amor para todos:
“ La Revolución, por lo tanto, es la
forma de lograr un gobierno que dé de comer al hambriento, que vista al
desnudo, que enseñe al que no sabe, que cumpla con las obras de caridad, de
amor al prójimo, no solamente en forma ocasional y transitoria, no solamente
para unos pocos, sino para la mayoría de nuestros prójimos. Por eso la
Revolución no solamente es permitida sino obligatoria para los cristianos que
vean en ella la única manera eficaz y amplia de realizar el amor para todos. Es
cierto que "no haya autoridad sino de parte de Dios" (S. Pablo, Rom.
XXI, 1). Pero Santo Tomás dice que la atribución concreta de la autoridad la
hace el pueblo.
Una principal preocupación
siente Camilo por las comunidades y problemas de la vida urbana, tema que hasta
ahora poco ha sido trabajado en las mesas de conversación con la insurgencia;
hoy las ciudades requieren de especial atención, de juiciosos estudios e
investigaciones que definan rutas de futuro y bienestar para sus pobladores
porque lo que se visualiza dadas las particulares condiciones de la vida
urbana, es la intensificación de los conflictos urbanos girando desde la
miseria y la exclusión hacia los problemas de la inseguridad y la violencia
urbana. Pero sin duda el mayor problema de las ciudades, sin que deje de
existir en las zonas rurales es el desempleo. Camilo no dejo de tomar en
consideración la crítica situación de los desempleados y la necesidad de que se
organicen y movilicen en torno a sus derechos:
“…los desempleados, dice
Camilo, son los que más duramente soportan las consecuencias de nuestro
subdesarrollo. La miseria de sus hogares, la angustia de no poder llevar al
hogar el mercado necesario, de no poder pagar el arrendamiento, de no poder
educar a los hijos, les está demostrando a todos los desempleados la necesidad
de emprender la lucha... Ellos saben más que nadie que no son pobres porque no
quieren trabajar sino porque no hay donde trabajar. Ellos saben que no es que
el pueblo sea perezoso sino que la oligarquía que ahora es dueña de las fuentes
de trabajo y es “dueña” del Estado no hace nada eficaz para solucionar
verdaderamente sus problemas…Pero lo más grave está en que esa situación de
desempleo crónico no tiende a solucionarse sino que por el contrario cada día
el problema se hace más agudo…”. (Mensaje a los desempleados)
Más allá de las
trasformaciones políticas y de la solución de los problemas tradicionales
unidos al mapa de propiedad, tenencia y usos de la tierra; al reconocimiento de
los derechos de los campesino, Camilo,
llama la atención sobre la necesidad de luchar porque la sociedad y el
Estado garanticen el ejercicio pleno y de calidad de uno de los derechos
fundamentales de la condición humana porque a través de él se garantiza la construcción
de la vida digna: El derecho al trabajo.
Más allá de las ridículas
estadísticas oficiales sobre el desempleo el reclamo que debe animar hoy a
amplios sectores de la población es cuales son las rutas que ha de seguir la
economía y la política pública para garantizarles a los colombianos en
condiciones de trabajar un empleo digno y de calidad. Porque sin la menor duda
el ejercicio del derecho al trabajo es uno de los cimientos más fuertes que
puede tener una paz estable y duradera.
Las universidades y los
jóvenes universitarios tienen una responsabilidad mayor con la consolidación un
proceso de paz y la construcción de una sociedad más democrática y justa.
Una amplia reflexión ha
hecho Camilo Torres Restrepo sobre el papel de las universidades en la
construcción del desarrollo del país y en la formación de los profesionales más
idóneos para desempeñarse en los distintos frentes de trabajo. No solo hizo
referencia a la pertinencia de los programas, sino al compromiso efectivo de
los mismos con las comunidades; El fue sin la menor duda el primero en llevarse
los estudiantes a servir a las comunidades barriales a través del Movimiento
Universitario de Promoción Comunal (MUNIPROC). Para Camilo, unir la universidad
a las comunidades a través de los jóvenes en un contacto cargado de
aprendizajes y compromisos fue siempre
esencial. Su condición de capellán de la Universidad Nacional de Colombia, lo
coloco frente a la realidad del mundo juvenil, de sus inquietudes, niveles de
compromiso y, desde luego, con sus carencias y limitaciones. No deja de ser
válida hoy la radiografía que con crudeza y realismo hace del papel de los
estudiantes en la vida social y política del país, en su propia condición
social y sobre todo en las dificultades que tienen para organizarse y
comprometerse con los cambios del país:
“El estudiante universitario –el de las
universidades donde no hay delito de opinión y el de los colegios donde hay
libertad de expresión- tiene simultáneamente dos privilegiados: el de poder
ascender en la escala social mediante el ascenso en los grados académicos, y el
de poder ser inconformes y manifestar su rebeldía sin que esto impida este
ascenso. En la fase agitacional…, la labor estudiantil ha sido de gran
eficacia. En la fase organizativa su labor ha sido secundaria en Colombia. En
la lucha directa, no obstante las honrosas excepciones que se han presentado en
nuestra historia…, el papel tampoco ha sido determinante.
Una de las causas principales para que la
contribución del estudiante a (los cambios estructurales del país) sea
transitoria y superficial es la falta de compromiso del estudiante en la lucha
económica, familiar y personal. Su inconformismo tiende a ser emocional (por
sentimentalismos o por frustración) o puramente intelectual. Esto explica
también el hecho de que al término de la carrera universitaria el inconformismo
desaparezca o por lo menos se oculte y el estudiante rebelde deje de serlo para
convertirse en un profesional burgués que para comprar los símbolos de
prestigio de la burguesía tiene que vender su conciencia a cambio de (hoy,
cualquier) remuneración.
Estas circunstancias pueden ocasionar graves
peligros a una respuesta madura y responsable de los estudiantes al momento
histórico que está viviendo Colombia. La crisis económica y política se está
haciendo sentir con todo el rigor sobre los obreros y los campesinos. El
estudiante, generalmente aislado de estos, puede creer que basta una actividad (política)
superficial o puramente especulativa. Esa misma falta de contacto puede hacer
que el estudiante traicione su vocación histórica; que cuando el país le exige
una entrega total, el estudiante continúe can palabrería y buenas intenciones,
nada más.
Cuando el movimiento de masas le exige un trabajo
cotidiano y continuo, el estudiante se conforme con gritas, pedreas y
manifestaciones esporádicas. Que cuando la clase popular les exige una
presencia efectiva, disciplinada y responsable en sus filas, las estudiantes
contesten con promesas vanas o con disculpas.
Quiero solamente exhortar a los estudiantes a que
ellos tomen contacto con las autenticas fuentes de información para determinar
cuál es el momento, cual su responsabilidad y cual tendrá que ser en
consecuencia la respuesta necesaria. Esperamos que los estudiantes respondan a
la llamada que les hace su patria en este momento trascendental de su historia
y que para eso dispongan su ánimo para oírla y seguirla con una generosidad sin
límite”. (Mensaje a los estudiantes)
Desde muy temprano,
Camilo, al abordar la relación entre la universidad y los problemas
sociales, advertía que para preocuparse
por ellos se requería de una dosis mínima de altruismo, porque, no de otra
manera se sale de espacio del egoísmo, para colocarse en dirección de la
conquista y la salvaguarda del interés colectivo.
Para Camilo, la
universidad ha tenido siempre el papel de formar los dirigentes de un país,
tanto desde el punto de vista científico, como desde el punto de vista ético.
Desde el punto de vista científico dotando a los futuros profesionales de
aquellos conocimientos indispensables para investigar y resolver los problemas
del país, de su sociedad. Desde el punto de vista ético…dirigiendo sus
inquietudes científicas, al servicio de su prójimo…, esta que fue una
preocupación de su tiempo sigue siendo vigente, contiene en su esencia el
concepto de pertinencia, una universidad que se construye alrededor de los
problemas de la nación y la sociedad, pero que adicionalmente, a su desarrollo
académico y científico se erige como un proyecto político y ético en el
servicio de los intereses comunes. Camilo tuvo como preocupación central, no
solo la formación de nuevos liderazgos comprometidos con las urgencias y
necesidades de las poblaciones y territorios, sino, de los nuevos dirigentes
del país comprometidos con la solución de los problemas estructurales de la
nación. Es por esto que no dudo en hacer
afirmaciones como:
“La
universidad debe estructurar un anticonformismo científico entre los
estudiantes…toda la educación universitaria colombiana…, debería estar
impregnada de la realidad nacional. Se habla ya, como un lugar común, de que la
universidad está de espaldas al país. Creemos que está de espaldas al país en
primer lugar académicamente; es lógico que un país en desarrollo muchísimos
elementos sean foráneos…y con eso se corre el riesgo de estar formando
profesionales que no sean para Colombia. Con un correctivo como la
investigación, podríamos realmente lograr la adaptación de todas las cátedras a
la realidad nacional. Si lográramos que todos los profesores de la Universidad
Nacional investigaran y sus cátedras no fueran solamente reproducción de
manuales o de teorías ajenas, la elaboración de una nueva ciencia basada en la
investigación de los problemas y necesidades del país tendríamos una propuesta
académica más acorde con las necesidades de la nación.”(La universidad y el
cambio Social).
Esta preocupación de
Camilo vuelve a tener vigencia en los ajustes que debe tener las universidades para
responder a las urgencias presentes y futuras del país en materia de solución
de sus más sentidos y estructurales problemas. Una universidad para la paz solo
puede pensarse en relación con carreras pertinentes, nuevas lógicas de
relacionamiento de la investigación con los problemas del país, una muy
decidida y consistente política de extensión solidaria en la que participen de
manera decidida los estudiantes y se relación desde la especificidad de sus
saberes con las realidades sociales de sus ejercicio profesional. Cada unidad
académica debe convertirse en una escuela de pensamiento, investigación y
compromiso con las realidades del país.
Una invitación para releer y visibilizar la vigencia del pensamiento
de Camilo
En febrero de 2015, se
estará cumpliendo 50 años del “nacimiento” de Camilo Torres Restrepo a la
historia del país, seguramente dicha conmemoración estará repleta de actos y
muy variadas celebraciones, lo que resulta bien. No obstante, lo que requiere
el país es hacer del pensamiento de Camilo una herramienta para la construcción
del bienestar de la nación, la ampliación y profundización de la democracia ,
unido a un vigoroso proceso de unidad que convierta a los sectores
populares y a las fuerzas políticas
democráticas en una autentica alternativa de poder. Camilo tiene que volver a
ser la voz de los campesinos reivindicando el derecho a la propiedad de la tierra para el que la trabaja en un
contexto de realidades en las que la tenencia empresarial no anula las
posibilidades de una economía campesina pujante erigida sobre la
sustentabilidad y la soberanía alimentaria de la nación, el mejoramiento de la
calidad de vida de las familias y comunidades campesinas, el reconocimiento y
valoración de sus condición social y cultural, en el marco de la afirmación
plena de sus derechos ciudadanos.
Camilo debe volver a ser
la voz de los trabajadores y de los obreros, de la amplia población de
desempleados, en la recuperación y consolidación del derecho al trabajo, en el
mejoramiento de la calidad del empleo y de todas las garantías laborales y
prestacionales. Su voz debe volver a los sindicatos a reclamar a los dirigentes
sindicales por su burocratización y su perdida efectiva de compromiso con los
derechos de los trabajadores. A demandarles estar del lado de las urgencias
políticas del momento.
Camilo debe volver a ser
la voz de las mujeres, construyéndose en procesos de empoderamiento y lucha por
la deuda histórica que se tiene con ellas en materia de sacrificio y derechos.
Las jóvenes tienen que emprender una cruzada de organización nacional de
mujeres con una agenda propia y un proyecto ético y político democratico que
las lleve al ejercicio político del poder.
Nuevamente, debe
amplificarse la crítica de Camilo a la incapacidad de los estudiantes para
construir organización nacional y para estar del lado de los sectores populares
en las luchas sociales y políticas por acceder al ejercicio del poder. Ellos
mismos deben liberarse de falsos prejuicios para articularse desde muy temprano
a la construcción de un modelo de democracia que se amplia y profundiza, con su
presencio ética y política, en los órganos de dirección del estado y en los
espacio de elección popular.
La voz de Camilo debe
volver a sonar al interior de las brigadas, los batallones, y puestos de
seguridad de la fuerza pública recordándoles que la patria es el pueblo y que
defender la patria es proteger al pueblo. No pueden seguir siendo los bomberos de
la inconformidad apagando con represión los incendios que generan las elites
políticas y económicas con su desfachatez y ambición. Para recordar a los
militares que su papel no es hacer la guerra contra los humildes, sino
conservar y garantizar la paz.
Camilo y toda la iglesia
debe volver a leer desde los pulpitos las encíclicas papales de Vaticano II,
que dieron origen al compromiso de sectores de la institución con los pobres y
sus problemas, que convirtieron el amor al prójimo, en amor eficaz. Hoy el país
requiere que en todas las iglesias se hable de la paz y que se haga conciencia
a católicos y cristianos de su compromiso con la construcción de la misma.
Camilo, debe volver a
transitar por los barrios populares con sus grupos de estudiantes haciendo los
nuevos diagnósticos de la pobreza y construyendo las agendas de derechos de los
pobladores urbanos. Su prédica política se afianza en la necesidad en que la
paz se construya desde los territorios, con las poblaciones y sus agendas de
derechos.
Un camino largo esta por
recorrerse en el proceso de solución política al conflicto armado y en él deben
comprometerse todos los sectores sociales, económicos y políticos de la nación,
con objetividad y realismo. El pensamiento de Camilo está cargado de propuestas
esenciales.
Bogotá, Febrero, 15 de
2015
Referencia Bibliográfica:
Para el desarrollo de este articulo fueron tomados los documentos esenciales de
Camilo Torres Restrepo en lo esencial el mensaje a los campesino, a las
mujeres, a la oligarquía, a los militares, a los sindicalistas, a los
colombianos, a los cristianos, a los comunistas y a los estudiantes: igualmente
los trabajos de Orlando Falsa Borda sobre el pluralismo utópico y la vigencia
del pensamiento de Camilo; También fue objeto de consulta el trabajo de Eduardo
Umaña Luna sobre el Humanismo en Camilo. Se consultaron textos de Camilo tales
como: Universidad y Cambio Social (1964), Critica y autocritica (1964), entre
otros documentos referenciados a sus vida en la Universidad Nacional. El texto
se construye en el marco de una reflexión libre sobre las ideas de Camilo, en
el que el autor se tomo el atrevimiento de escoger y ajustar algunos de los
textos transcritos para hacer más evidente su vigencia en el contexto de los
tiempos presentes.
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