viernes, 19 de febrero de 2016


CAMILO,  LA PAZ Y EL POSTCONFLICTO
CARLOS MEDINA GALLEGO
Docente –Investigador
Universidad Nacional de Colombia
Centro de Pensamiento y Seguimiento al Proceso de Paz- CPSPP-


Esta conmemoración se da en una coyuntura muy particular; el avance de las conversaciones de paz del Gobierno Nacional con la insurgencia de las FARC-EP y el desarrollo de la fase exploratoria de conversaciones con el ELN. El tema de la paz ocupa la agenda nacional y después de más de sesenta años de conflicto armado parece tener eco y resonancia en la insurgencia y en el gobierno nacional, el clamor nacional de paz hecho por distinto sectores de la sociedad colombiana, a través de diferentes eventos y las más diversas manifestaciones populares y sociales.

Convocar la figura y el pensamiento de Camilo Torres Restrepo, resulta no solo pertinente, sino necesario en esta fase de incertidumbres y búsquedas de imaginarios de unidad y posibilidades de organización política para abordar la fase de un posible postconflicto cargado de movilización social y política,  y posibilidades democráticas de que sectores tradicionalmente excluidos puedan convertirse en distintos territorios y a diferentes niveles en auténticas alternativas de poder, eso si y solo sí, pueden encontrarse en un proceso unitario en el que se reconozca y respete la diferencia, y se fijen propósitos comunes en el marco de procesos de corto, mediano y largo alcance en el que adquieran forma y realidad histórica las expresiones del poder popular y ciudadano en torno a agendas reivindicativas y plataformas políticas esenciales.

 Esta es una idea central del pensamiento de Camilo Torres Restrepo, en el periodo que precede a su incorporación al ELN, por la cual se movilizo en todo el país, encontrando importantes respaldos, pero igualmente, abrumadoras y desesperanzantes expresiones de dogmatismo y sectarismo político de las izquierdas tradicionales, que no permitieron que la idea germinara y se consolidara en un gran movimiento social y político de raigambre popular. El concepto de Unidad y la necesidad de un Frente Unido del pueblo, en torno a una plataforma de lucha social y política, fueron en su momento y sigue siendo aun un componente del pensamiento de Camilo, profundamente valido.

Han pasado cincuenta años y el desarrollo de la confrontación social y política ha dejado una estela de tragedia, terror y muerte del que la sociedad colombiana tiene la responsabilidad y obligación de salir, y la izquierda, los movimientos sociales y políticos, las distintas poblaciones y las gentes que habitan todos los territorios, el compromiso de construirse desde una perspectiva política que coloca al centro del proceso de reconstrucción del país la tarea central de trabajar por la unidad y la organización de los sectores populares en el marco de una práctica política renovada y vigorosa con el suficiente musculo unitario como para convertirse en alternativa de poder. La necesidad de organizar y potenciar la capacidad de participación y de construcción de escenarios de poder social y popular en el marco de una democracia renovada y trasformada por nuevos modelos de gobierno, gobernabilidad y gobernanza hacen parte de los imaginarios de Camilo que hoy es necesario recuperar para que los sectores populares protagonicen en los diversos territorios los procesos de cambio que se requieren para construirse en “dignidad” conforme lo soñó Camilo.  

Camilo se le ha dimensionado desde su condición de sacerdote – revolucionario y especial admiración se ha mostrado por su disposición para la lucha, incluyendo la lucha armada, como la forma de oponerse a la violencia institucional a través de la contravionlencia, en un contexto de estrecheces democráticas y agudas persecuciones, asesinatos, masacres, desapariciones y desplazamientos generados por los ajustes requeridos para el desarrollo del modelo político y las urgencias del capitalismo emergente en nuestro país. Siendo hijo de la violencia, no era de su naturaleza el ejercicio de la misma. Lo que era propio de su condición humana era su capacidad para hacer uso de la que Albert Einstein llamo la más poderosa y creativa de todas las fuerzas de la naturaleza, el amor humano, que en Camilo adquiere una condición revolucionaria y profundamente humanista al hacerse amor eficaz.

Camilo no solo es de la generación de la violencia y el conflicto social, sino, también lo es de la segunda postguerra y de la guerra fría, de las luchas de liberación y descolonización, de la oleada revolucionaria de América Latina despertada por la revolución cubana; es en síntesis un hombre de su tiempo. Pero su esencia, el material de que esta hecho,  es de humanismo y de amor. Su condición cristina y revolucionaria, se unieron para conducir sus prácticas a la entrega absoluta y a las incertidumbres de la lucha armada en las consignas del ELN.

El 10 de Febrero de 2015,  la Comisión de Historia del Conflicto y las Victimas (CHDCV) entrego el informe final, 12 ensayos y dos relatorías que colocan a disposición de la nación las distintas explicaciones de los orígenes, causas, determinantes y consecuencias del conflicto social, político y armado en nuestro país. No hay  una única historia, no hay una única verdad. Gran parte de las explicaciones que se dan desde los distintos horizontes teóricos e interpretativos, muestran la complejidad de fenómenos que Camilo en su momento tuvo que sortear, enfrentar y pensar en sus posibles soluciones.

El país fue resolviendo parte de las agendas de lucha de la década de los sesenta, en mi percepción de manera insuficiente, creando un déficit de atención social que se hizo inmanejable con el paso del tiempo y los gobiernos. No logro construir ni un Estado ni una institucionalidad lo suficientemente fuerte como para dar albergue a una sociedad civil fuerte, organizada y capaz de generar, legal y legítimamente, los cambios que requería el país. El proceso de modernización del Estado y la sociedad siguió la desafortunada ruta de la violencia y la guerra y, contó con unas elites políticas y económicas, mezquinas y corruptas, que no les importo desangrar el país, si sus intereses se veían afectados. 

Hoy se requiere de una nueva lectura de los procesos y conflictos  que ayuden a potenciar el imaginario de rutas de solución; recuperar las autonomías del pensamiento social y político para pensarse en contextos reales y formular para sus problemas,  con suficiente autonomía,  políticas públicas pertinentes. Esa es una preocupación Camilista. 

La corta e intensa vida de Camilo Torres Restrepo entre 1947 momento en que ingresa a la Facultad de Derecho de la Universidad Nacional de Colombia y,  1966 cuando muere en Patio Cemento en las filas del Ejercito de Liberación Nacional, atraviesa cuatro etapas esenciales:

La primera etapa (1947-1954), es de búsquedas juveniles y decisiones de vida que lo llevan del Derecho al Sacerdocio, de las leyes a la teología y la filosofía. Es una época de formación y profundización de su espíritu humano en un contexto de compromiso religioso que va definir de manera sustancial su forma de concebirse en el mundo de lo social.

La segunda etapa (1955-1958), la constituye su proceso de formación científica en la Universidad de Lovaina y su preocupación temprana por involucrar a la Iglesia con las situaciones sociales a través de la comprensión de la naturaleza de los conflictos entendidos en las lógicas de la investigación sociológica, en esta etapa, hay un fuerte acercamiento a las realidades sociales resultantes del mundo urbano y rural y una defensa cerrada de un cristianismo ideal, que comienza a tomar distancia del cristianismo institucional que solo le preocupa el acompañamiento espiritual de sus feligreses, es en este periodo que madura su idea y legado del amor eficaz y sus reflexiones sobre el sentido de la caridad y la dimensión social de la solidaridad.  

La tercera etapa (1959-1963), se inicia con su regreso a la Universidad Nacional como Capellán Auxiliar y su particular compromiso con las comunidades estudiantiles y barriales a través de  MUNIPROC (Movimiento Universitario para Promoción Comunal), que tiene la particularidad de inaugurar la extensión solidaria en la Universidad y colocar a los estudiantes con las realidades de la pobreza y la marginalidad de un mundo campesino que se hace urbano. Es un periodo de profunda sensibilidad social e inmersión en las dinámicas y conflictos sociales, en su comprensión y estudio. Es en este periodo que se hace co-fundador del departamento de Sociología, maestro y funcionario público, decano del Instituto de Administración Social de la Escuela Superior de Administración Pública (ESAP),  impulsor de la Acción Comunal, miembro de la junta directiva del Instituto Colombiano de la Reforma Agraria-Incora-, fundador de la Unidad de Acción Rural en Casanare,  entre otros cargos y responsabilidades que asume.

Pero es también en este periodo que se profundizan sus contradicciones con la institucionalidad y las jerarquías de la iglesia, que su cristianismo social se ahonda y consolida en franca oposición con la prácticas tradicionales de una iglesia subordinada al orden establecido y profundamente anticomunista, que arrastra la tragedia de haber sido protagonista principal de un devastador periodo de violencia dirigido en lo esencial a general los procesos de consolidación de un modelo de desarrollo económico de capitalismo dependiente que requería del cambio del mapa de tenencia, uso y propiedad de la tierra y que afectaría profundamente el mapa demográfico de la nación. Es en este periodo que se produce su mayor acercamiento a la comprensión de la violencia y al estudio del mundo rural.

La cuarta etapa (1964-1966), es de radicalización de su compromiso social y político. En este periodo se produce su mayor relacionamiento con las organizaciones políticas de izquierda y los sectores democráticos de los partidos tradicionales, una intensa actividad con las organizaciones sindicales, campesinas y populares. En octubre de 1964 reúne a un grupo de intelectuales y científicos de diversas corrientes ideológicas y políticas interesados en buscar un consenso en puntos mínimos de acción hacia un cambio de estructuras donde se comienza a elaborar una plataforma para un movimiento de unidad popular, que dará origen al proyecto del Frente Unido del Pueblo; se agudizan las contradicciones con las jerarquías de la iglesia, se produce su separación de la institución y inicia su carrera vertiginosa en torno al Frente Unido para lo cual se crea el semanario.

El 18 de octubre de 1965 viaja a las montañas de Santander donde se incorpora como combatiente al Ejército de Liberación Nacional, decisión que hace pública el 7 de enero de 1966, mediante una Proclama al pueblo colombiano. El 15 de febrero de 1966 muere en combate en Patio Cemento, corregimiento de El Carmen, municipio de San Vicente de Chucurí, departamento de Santander.

1.      Camilo, la violencia, el Frente Nacional y la Paz.

Camilo vivió un periodo muy “parecido” al que hemos vivido en las últimas décadas y,  al que nos aprestamos a vivir,  si el proceso de solución política integral, al conflicto armado llega a un acuerdo de finalización. Si se dan cuenta, las dos primeras etapas de la vida de Camilo, se dieron en el marco de la violencia interpartidista, el desarrollo de las guerrillas liberales, la dictadura Militar de Gustavo Rojas Pinilla, la amnistía y la desmovilización parcial de las guerrillas y el pacto de impunidad de las elites liberal y conservadora que se consolida en el Frente Nacional.

Las dos siguientes etapas se dan en el marco de lo que se denominaría hoy la “transición y el postconflicto” y se corresponden con las administraciones de Alberto Lleras Camargo y Guillermo León Valencia.

El Gobierno de lleras Camargo, denominado el gobierno de la restauración nacional, se fijo tres objetivos centrales en este periodo de transición y consolidación de las instituciones frentenacionalistas: encontrar un modelo político de colaboración bipartidista en todas las ramas del poder público, capaz de eliminar la confrontación burocrática entre las dos colectividades históricas; erradicar la persistente violencia política en las áreas rurales del país, primordialmente en los departamentos del Valle del Cauca, Caldas, Tolima, Huila y Cauca; y hacer los ajustes estructurales que posibilitaran superar la crisis sociales y económicas y ajustar el modelo a las necesidades del desarrollo capitalista.

El gobierno de Guillermo León Valencia, llamado equivocadamente, el presidente de la Paz, reivindicado por su nieta Paloma Valencia,  hoy senadora de la republica por el Centro Democrático, de quien se conoce su posición frente a los diálogos que actualmente cursan en la Habana entre el gobierno Nacional y las FARC, constituye el gobierno en que se desarrollaron los operativos que dieron origen a la operación Marquetalia y por esa vía a las FARC.  

Es en estos dos gobiernos de transición y posconflicto en que se van generando las condiciones para que se inicie la nueva fase de guerra que actualmente, se busca cerrar y que si no se hace de manera correcta será la puerta de entrada a un nuevo ciclo de violencia. Quiero señalar algunos elementos que nos permiten comparar los dos momentos y llamar la atención sobre los riesgos de un postconflicto mal desarrollado como lo fue el del Frente Nacional, pero lo quiero hacer en el marco de la vigencia del pensamiento de Camilo Torres Restrepo.  

2.      Sobre la participación de Estados Unidos.

La presencia de estados Unidos en los dos momentos ha estado acompañada de planes de guerra y planes de paz. Recordemos que el conflicto de la década del sesenta se da en el marco del impulso de la doctrina de la seguridad nacional y que para el caso colombiano se impulsa el Plan Lasso, como un plan de guerra contra las insurgencia y el avance del comunismo en el continente.

Desde 1959, el gobierno de los Estados Unidos envió unos "Equipos Especiales de Estudio", compuesto por expertos de contrainsurgencia para investigar la situación de seguridad interna de Colombia. De esos equipos y sus recomendaciones surgió la nueva política de contrainsurgencia que se instituyó como Plan Lasso en 1962 e hizo un llamamiento para las operaciones militares y los programas de acción cívica en las zonas violentas. A instancias de los Estados Unidos, el gobierno colombiano comenzó a atacar a las comunidades campesinas y agrarias, organizadas como movimiento agrario y autodefensas contra la agresión paramilitar en la década del sesenta, en un intento de controlar los territorios en las zonas catalogadas por el Senador Álvaro Gómez Hurtado como Republicas Independientes, las que recibieron la descarga de toda la capacidad orientada del Estado para su destrucción. Resultado de ese Plan se produce la Operación Marquetalia.

Se impulso de manera simultánea, durante la administración de John F Kennedy, La Alianza para el Progreso que tenía el doble propósito de detener el avance comunista y mantener la hegemonía norteamericana en los países de América Latina a través de programas que disminuyeran la conflictividad social y ajustaran la estructura estatal a los requerimientos del desarrollo del modelo capitalista. En el marco de este programa se busco el impulso de una reforma agraria y mejoramiento de la productividad agrícola, el desarrollar el sistema de libre comercio entre los países latinoamericanos, la inversión social, el desarrollo Políticas fiscales y monetaria, programas de vivienda social, salud comunitaria,  educación a nivel general  y programas de tecnología básica alternativa  dirigida a los bajos estratos ( tecnologías agrícolas, industriales, etc.), entre otros programas sanitarios y de bienestar social. Todo el programa era financiado a través de las organizaciones de la ONU y la OEA.

Este periodo que cerramos de manera similar cuenta con el Plan Colombia del que se conmemoran 15 años de guerra. Fue concebido como un plan para luchar contra el narcotráfico y termino siendo un plan contrainsurgente al unirse la lucha revolucionaria con las actividades del narcotráfico en la denominación de narcoterroristas, acuñada por los Estados Unidos. Un plan de guerra que se desarrollo no solo contra las FARC, sino contra los territorios, las poblaciones y los movimientos sociales y políticos y, cuyo componente social fue absolutamente precario. Ahora, como en el tiempo de Camilo, se pretende impulsar el mismo plan con la denominación de Colombiapaz, como un plan de re-construcción en la fase de Postconflicto, porque como lo ha dicho Obama si hemos sido socios en tiempos de guerra, vamos a seguir siendo socios en tiempos de paz.

En síntesis, el Gobierno norteamericano ha estado presente en los dos momentos financiando la guerra y subsidiando la paz.

3.      Sobre los problemas estructurales vigentes.   
  
Como se puede extrapolar de las iniciativas de la Alianza para el Progreso, el país atravesaba en su momento histórico por una crisis similar a la que atraviesa hoy en materia económica que lo obliga a redefinir la política fiscal y monetaria, a buscar la integración económica latinoamericana o mundial a través de los TLC y, a diseñar soluciones estructurales para la ciudad y el campo, en el camino de disminuir la pobreza y combatir el desempleo que Camilo ya avizoraba como crítico en sus estudios sobre la proletarización de Bogotá.

Los esfuerzos por resolver el problema agrario a través de la Ley 135 de 1961, de los cuales se hizo partícipe Camilo, se vinieron a pique y generaron mayor conflictividad campesina y guerra, por la postura mezquina de los propietarios de la tierra, su voracidad concentradora y la incapacidad del Estado y de los gobiernos de la época para someterlos. La ampliación de la frontera agrícola a través de los programas de colonización espontanea y dirigida, genero un mapa de tenencia y uso que no coincidió con el mapa de propiedad de la tierra y que constituye la esencia del conflicto agrario. Hoy está seriamente amenazadas las pocas ventajas que para los campesinos tiene la ley 160 en materia de Zonas de Reserva Campesinas y,  sobre todo, en la definición que los baldíos de la nación es para dar tierra a los pobres del campo, los que ahora se pretenden entregar al desarrollo agrario empresarial, aumentando la concentración de la tierra, ya extremada en las lógicas del despojo paramilitar.  

Hoy se ha llegado en la mesa de conversaciones de la Habana a un nuevo acuerdo político sobre el desarrollo rural integral que debe ser tomado en serio y desarrollado a plenitud. No solo se trata de transformar el campo y generar desarrollo rural empresarial, sino de permitir que se fortalezca la economía campesina, se salvaguarde el medio ambiente y se garantice la seguridad alimentaria de la nación. Las zonas de reserva campesina, no pueden ser consideradas como lo vienen haciendo algunos las nuevas republicas independientes, como tampoco los territorios de paz que se establezcan. La confrontación entre la ZRC y Las Zonas de Interés de Desarrollo Rural Económico y Social (Zidres) de iniciativa empresarial no puede dar origen a un nuevo modelo de exclusión en el campo y a un nuevo ciclo de violencia. 

El concepto de paz con justicia social, recoge la necesidad que las transformaciones del postconflicto se inscriban en la garantía de los derechos fundamentales y humanos en un favorecimiento general de las poblaciones tanto en el ámbito de lo rural como en las complejas condiciones y conflictividades del mundo urbano. Acá en este momento es necesario revisar y ponderar en alta estima la plataforma del Frente Unido, que hizo las reclamaciones,  que en ese periodo de transición,  exigía con mayor vehemencia Camilo Torres Restrepo. 

Además de los conflictos agrarios y sociales que Camilo tiene que vivir, estudiar y enfrentar, está el conflicto político y el constreñimiento que sufre la democracia que se produce en el pacto del Frente Nacional, a través de la exclusión de las terceras fuerzas y un anticomunismo que se consumió todo tipo de inconformidad y protesta democrática y pacífica, que no está muy lejos de las políticas de seguridad y defensa que en los ultimos gobiernos han catalogado cualquier movilización social de amenaza terrorista, persiguiendo, judicializando y condenando a miles de luchadores populares, sindicales y políticos en el país, cuando no los han criminalizado.

Una de las características de ese periodo de transición, que vivió Camilo,  es que se reactivaron las luchas sociales y políticas, se incrementaron los conflictos agrarios, urbanos, sindicales, cívicos y estudiantiles y hubo una eclosión de fuerzas políticas de izquierda, que no pocas veces estuvieron acompañadas por intentos de organización armada, dada la tradición histórica del país en materia de luchas políticas y los impactos del momento histórico mundial cargado de levantamientos y revoluciones sociales y anticoloniales. Lo que hay que esperan en el postconflicto armado que se avecina es una nueva ola de movilizaciones sociales y luchas reivindicativas que deben ser tratadas de manera distinta a la de la represión, la violencia y la criminalización. Al igual de una transformación significativa de las prácticas políticas en una autentica ampliación y profundización de la democracia.       

Una situación muy parecida de dispersión de las fuerzas democráticas transformadoras a la que existe hoy, tuvo que vivir Camilo y de ahí, su discurso de unidad, la plataforma y la propuesta del Frente Unido. El posconflicto que se avecina, que ya comenzó, en su fase de transición, no puede cerrar la democracia y convertirse en un escenario de macartizacion y señalamientos a quienes se movilizan de la guerra hacia la política y aspiran a hacerse protagonistas esenciales de las luchas democráticas en los escenarios del ejercicio del poder político.

El llamado de Camilo en las entrañas del Frente Nacional, a todas las fuerzas políticas y sociales democráticas es a refundar la política, darle mayor protagonismo a los sectores sociales y populares, convertirlos en auténticos sujetos de la política, dirigiéndolos hacia un procesos de transformaciones estructurales. La situación de hoy, no es muy distinta a la de ese momento y, harían bien las FARC, el ELN y las distintas formas de organización política de izquierda democrática, así como los movimientos sociales y populares, de hacer una relectura del pensamiento unitario de Camilo y de la idea del Frente Unido, en el camino de refundar la política y lo político, de construirse en alternativa de poder en un escenario de luchas democráticas, que esta antecedido de la experiencia de las democracias alternativas de América Latina, vistas como camino, más allá de las especificidades de sus propios conflictos internos.

4.      Reformas constitucionales de fondo.

La etapa vivida por Camilo también deja enseñanzas que se han repetido en los procesos de postconflicto anteriores a los que se avecinan y que se manifiestan en una incrementación de la violencia paramilitar e institucional, el asesinato de los protagonistas de los procesos (Rafael Uribe Uribe, Guadalupe Salcedo, Carlos Pizarro Leongomez… entre otro centenar) y un incremento del bandolerismo y la delincuencia, por un tratamiento institucional insuficiente y desafortunado de los procesos.

Esos reprochables incidentes de la muerte de los protagonistas no se pueden volver a producir, como tampoco el incumplimiento de los acuerdos y la utilización de cualquier pretexto para pasar por encima de los mismos deshaciéndolos desde el autoritarismo y la arbitrariedad del poder estatal.

El proceso deben llenarse de al menos cuatro tipos de seguridades, la seguridad física de quienes se normalizan para que se conserve a plenitud su vida y puedan ejercer la totalidad de sus derechos ciudadanos; la seguridad jurídica para que no se les persiga y se les abra permanentemente procesos judiciales o se les extradite; la seguridad política para que los acuerdos se cumplan a través de su incorporación a los fundamentos constitucionales y, se produzcan las aperturas en el sistema político, de partidos y electoral que los lleve en la lucha democrática a seguir persistiendo por las transformaciones estructurales del país  y a los planes y programas de desarrollo  nacionales, territoriales y locales: la seguridad social y económica, para quienes se van de la guerra puedan construirse en un nuevo proyecto de vida digna.

Comparar los dos momentos resulta motivador e interesante si de uno se extraen las enseñanzas para que el segundo no repita en equivocaciones lo que condujo a una nueva época de violencia y conflicto armado.

5.     CAMILO TORRES RESTREPO: Un pensamiento propositivo para la paz de Colombia


A las puertas de un proceso que esta por construirse hay que volver a retomar la senda transitada por Camilo que fue llenando de urgencias y profundas preocupaciones sobre la necesidad de construir a las clases populares, en un sujeto social, que cargado de reconocimiento e identidades propias que explicitan las condiciones de su realidad social e histórica, se erigen en sujetos de derechos, definen a través de programas y plataformas sus agendas reivindicativas y de derechos, y desde allí, se hacen sujetos político, convirtiéndose en comunidades organizadas, con capacidad de movilización, decisión y gestión política y social.

Hay una realidad concreta que da razón por los estados de pobreza, marginalidad, indigencia, desempleo y falta de oportunidades, para construirse en dignidad y hay una explicación amplia de los determinantes económicos que generan y agudizan esas realidades a través de las inequidades, la exclusión, la discriminación y todo lo que ello genera en materia de traumatismos sociales y anomias.

Pensarse en términos de las urgencias del presente, definir una plataforma de realizaciones para lo inmediato, posesionar en las comunidades el sentido de lo que significa la unidad como fundamento de poder, y la organización como posibilidad trasformadora, en poner en marcha, para estos tiempos lo que Camilo pretendió hacer para su tiempo. Desde luego, que esa es una tarea difícil y de las más altas responsabilidades y no puede realizarse si no se cuenta con una fuerza inteligente y comprometida dispuesta a colocar su proyecto de vida al servicio de la construcción de lo humano y su “dignificación”. Una tarea que requiere reconocerse como distintos y respetarse para poder construir unidad y organización, que son sin duda los dos mayores retos que tiene todo proceso de participación política que se fije como propósito transformar la sociedad.  

6.      Desideologizar el discurso, politizar la práctica.  

Esta etapa, si se me permite, debe desideologizarse, que no significa renunciar a las ideologías, a tener principios o a hacer parte de un proyecto ético y político que es capaz de pensarse en relación con el futuro y el bienestar de la nación; no, es una etapa para pensarse esencialmente en el escenario de la política que es en el que se construyen los procesos de cambio que requiere el país y en el que todos los sectores deben ser protagonistas de primera línea.

El 15 de Febrero del 2006,  en la conmemoración de los 40 años de la muerte de Camilo, uno de los más destacados y juiciosos constructores del Pensamiento Camilista, Orlando Fals Borda (qepd), hizo una ilustrativa disertación sobre los imaginario del Frente Unido del Pueblo propuesto por Camilo, que él acompaño, para señalar que: “El Padre Camilo Torres Restrepo…, creó el Frente Unido como un aparato político que él denominó “pluralista”. En esta forma logró armar una nueva utopía para el país. Esta utopía tenía ingredientes especiales, como aquellos derivados de convicciones religiosas y del examen de la realidad nacional y de las revoluciones latinoamericanas contemporáneas, en especial la cubana…, la utopía pluralista de Camilo Torres… Al trascender la realidad y pasar al plano de la práctica, su planteamiento tiende a modificar profundamente el orden de cosas existente, produciendo crisis sociales y personales, induciendo el examen crítico de la sociedad e impulsando el cambio subversor necesario” (Fals Borda. UN 15.02.2006) 
  
Ese  pluralismo utópico adquiere forma y sentido en el presente de Camilo, y vigencia en esta Colombia de hoy. Cómo podría no tener valor y sentido un planteamiento como el formulado en la Plataforma de Frente Unido del Pueblo, en donde se afirma: “El aparato político que debe organizarse debe ser de carácter pluralista, aprovechando al máximo el apoyo de los nuevos partidos, de los sectores inconformes de los partidos tradicionales, de las organizaciones no políticas y, en general, de las masas”. Una mirada que no se encasilla que transciende los reservados espacios de la izquierda para pensarse con la sociedad en su conjunto. La idea de Camilo adquiere sentido, no en cuanto que se queda como enunciado teórico que orienta desde el discurso el que hacer de los otros, sino en cuanto entiende y asume el cambio subvertor necesario, en la propia corporalidad de su territorio y en la práctica social y política que lo habita. 

Tal vez, sea injusto afirmar, que la gran tragedia que la izquierda colombiana y de sus liderazgos más reconocidos, es que trabajaron más con el discurso y la ideología, que con la realidad y con la práctica transformadora de la misma, que hicieron asistencialismo revolucionario, y asumieron con misticismo un compromiso sin una ruta que construyera en el presente como ejemplos, lo que debía ser el futuro. Llevados por una inapropiada forma de concebir la ideología generaron más fraccionamiento y dispersión, que unidad y dinámicas de trasformación. Si bien las ideologías guían el accionar político es la política como practica la que construye la realidad histórica.

 En Camilo, el pluralismo utópico es una herramienta para unir grupos diversos, y hacerlos mover hacia una misma dirección. Se presenta como una estrategia que busca cambiar las reglas del juego, y que al hacerlo quiere promover el cambio del orden social y político en que se desarrolla (Fals 2006). Pero, por su misma naturaleza diversa no busca crear sistemas cerrados y autoritarios, sino, sociedades libres y abiertas que persiguen la utopía del desarrollo humano y de la libre personalidad. Una sociedad en la que se encuentran diversas tendencias, pero que tienen las mismas metas valoradas, aquellas que hoy podríamos definir como provenientes de pueblos originarios. Con este fin se unen todas en un impulso común de creación que permite una amplia libertad de cruces ideológicos, y que ofrece alternativas para escoger las vías de acción con base en una moderna racionalidad. (Fals 2006)

La unida en la diversidad es el fundamento del pensamiento unitario de Camilo, pero es esa diversidad, ese pluralismo utópico, es el constituye la esencia de un autentico régimen democrático. He ahí un aporte fundamental a la paz en nuestra Colombia del Siglo XXI.

La produccion de Camilo busca dar razón por las causalidades del conflicto y las necesidades de las clases populares, de ahí su preocupación por la pobreza como tema de investigación científica, sociológica y política, por las transformaciones del campo y el mejoramiento de la vida de las comunidades rurales, su particular compromiso con los sectores sociales que van configurando en la marginalidad las nuevas formas de habitar y demandar en derechos los espacios urbanos, acompañando las demandas en vivienda, servicios públicos, salud, educación, trabajo… elementos todos constitutivos de su concepción de la dignidad humana, la que une a la construcción de las responsabilidades y la demanda de obligaciones de las clases populares, en su cerrada convicción, de que nadie puede quedarse por fuera de las dinámicas y los procesos de cambio que requiere el país.  

7.      Construir los cambios con todos, desde  el amor eficaz. 

Si se logra sustraer de los radicalismos de la época, sus mensajes y proclamas,  y se centra su lectura en los argumentos, con que se construyen sus llamados, entonces podemos acercarnos a un Camilo preocupado por darle a los sectores populares un papel determinante en el cambio de su actitud frente a la vida en los procesos de dignificación de la misma. Sacar a Camilo de los radicalismos de la época  es conservar el discurso en sus raíces (Fals Borda), en su esencia más pertinente e histórica, en su validez trascendente, y esa es una tarea que debe fijarse todo Camilista autentico.

No es inútil en la Colombia de hoy, en ese camino que se construye con esfuerzo para pasar de la guerra a la paz, de la violencia a la convivencia democrática, de la exclusión al pluralismo utópico, llamar la atención, como lo hizo Camilo en su momento, sobre la violencia institucional, los partidos políticos liberal y conservador, las izquierdas y los comunistas, los militares y las fuerza pública en general, las elites políticas y económicas…,  el desempleo, las mujeres, los campesinos, los pobres de las ciudades, los cristianos, los sindicalistas, y en fin sobre las necesidades y urgencias de hoy de lo que ayer Camilo llamo las clases populares.

No es fácil para el país, después de sesenta o más años de conflicto, apostarle con credibilidad a un horizonte de futuro que ofrezca una paz estable y duradera para unos, y para otros,  con justicia social y democracia. No resulta fácil, porque existe viva una memoria de engaños e incumplimientos, de inútiles sacrificios, de muerte y desconocimiento de responsabilidades, una memoria de injusticia y de impunidad. No obstante, esa desafortunada realidad no se puede perder la esperanza que podemos vivir en un país distinto construido por todos. Desde luego que la confianza, credibilidad y seguridad en los procesos se construye día a día, con auténticos hechos paz, desescalando los espíritus y las malas intenciones, los rencores, los odios y las trágicas cadenas de venganza. 

Camilo nos ha heredado una radiografía de la violencia y un pronóstico de su escalamiento hasta la deshumanización. Apenas, este 10 de Febrero del 2015, La Comisión Histórica del Conflicto y las Victimas (CHDV), ha entregado su informe y en no pocos párrafos se repite lo que Camilo en su momento había señalado sobre los orígenes del conflicto.

Camilo no deja de cuestionar esas lógicas de paz que restituyen los derechos de los ricos y dejan en iguales o peores condiciones a los desposeídos, una paz de ajustes, sin cambios sustanciales que favorezcan a los marginados, a los excluidos, a los más desprotegidos, por eso no duda en manifestarse contra el nuevo pacto.  

Este proceso de conversaciones y de acuerdos políticos, que avanza entre el gobierno nacional y la insurgencia, no puede repetir esta historia de tragedias e incumplimientos, la clase política tienen una responsabilidad con el país de refundar la política para ponerla al servicio de la construcción del interés público y del interés común, de la protección y defensa de los patrimonios estratégicos de la nación. Pero las bases sociales de los partidos políticos y de los movimientos sociales tienen que aprender a distinguir entre los líderes que se comportan como auténticos servidores públicos y los que como servidores se comportan como auténticos delincuentes. Ampliar y profundizar la democracia, es parte de los elementos centrales del pensamiento de Camilo, que se sintetizan en la necesidad de que el pueblo a través de sus mejores y más nobles representantes sea quien esté llamado al ejercicio del poder político.

Pero, también es una responsabilidad de las elites económicas comprometerse en la generación de una mejor y más justa sociedad, deben contribuir significativamente a generar mayor equidad y mayor bienestar; deben entender lo que significa el valor agregado que le da a la actividad económica una sociedad en paz. La finalización del conflicto no puede mantenerse en una sociedad en la que crece la pobreza y en donde la realidad no deja de burlarse de los estándares de medición de los tecnócratas y burócratas del Estado. Las elites económicas que participaron en la financiación de la guerra tienen una obligación moral con la financiación de la paz. Pero sobre todo, tienen que domesticar y someter al justo límite del reconocimiento legítimo social sus procesos de beneficio económico. No se trata,  como ya lo señalo Gaitán, de combatir la riqueza que genera bienestar y progreso, se trata de combatir y acabar, la riqueza que genera pobreza y violencia.   

Hoy se convoca un proceso de reflexión sobre el papel de la fuerza pública en el postconflicto, que no puede dejar de lado una reflexión sobre sus dignidades y valores brutalmente desfigurados en su privatización y la desfiguración de su función constitucional. No es fácil, no dejarse llevar por la tentación de la provocativa y si se quiere valida reflexión de Camilo sobre, la composición de la fuerza pública, de sus valores y de su papel en un momento tan importante para la institución como el que atraviesa en este instante del proceso de paz. Desde luego que en estos sesenta años de guerra los miembros de la institución se han transformado, se han formado profesionalmente y han fortalecido y consolidado su espíritu de cuerpo. Pero eso, no le resta validez a la reflexión que Camilo hace en el Mensaje que envía a los  militares a mediados de la década del sesenta.

Para Camilo Torres Restrepo, cuando la fuerza pública retome el papel que les ha sido asignado constitucionalmente, en materia de seguridad y defensa, se fijen como propósito la defensa de la nación, el territorio, la institucionalidad democrática y las leyes:

“El honor de las fuerzas armadas no será entonces mancillado por el capricho de la oligarquía y de los lacayos que tengan a su servicio las fuerzas armadas. No veremos más a generales de tres soles ser destituidos por haber hablado de reformas de estructura y de grupos de presión. No veremos más a generales que tienen un origen en la clase media echados por (corruptos) con escándalos públicos mientras que los superiores de la clase alta o relacionados con la oligarquía colombiana hacen (de la corrupción un negocio) que logran mantener oculto, corrupción que va directamente contra los intereses del país y contra la soberanía nacional”.(Mensaje a los Militares)

Son distintos los llamados que entraña el mensaje de Camilo en estos tiempos presentes a los militares: la necesidad de superar las diferencias sociales, étnicas y culturales al interior de la institución para que esta se construya en un orden de seres iguales, independiente de su raza, su condición social o cultural; una institución donde sus miembros cuentan con un universo de oportunidades para formarse, no solo en la carrera militar, sino como seres humanos y profesionales al servicio de su país; una fuerza pública al servicio de la nación y no de los intereses de las elites económicas y del capital; que cumple con funciones naturales de su condición de fuerzas armadas y militares que no es otra que la defensa de la nación, el territorio, la institucionalidad y la ley; el ofrecimiento y garantía plena de la seguridad ciudadana y la lucha eficaz contra el crimen organizado, nacional y trasnacional. Una fuerza pública que tenga lo justamente necesario para desempeñarse con eficiencia y sea tan grande como humana y técnicamente se requiera.

Camilo nos convoca a superar la estigmatización y el señalamiento que se hace al pensamiento crítico, a los líderes sociales, políticos y populares de enemigos de la institucionalidad, de la nación y de la democracia. Ampliar y profundizar la democracia requiere del reconocimiento de la diversidad, de la posibilidad del disenso, de la existencia de una oposición fuerte, de la desestigmatización de las prácticas de oposición y de su legitimación.   Esto demanda, que sectores de la fuerza pública, de las elites económicas y sociales y políticas superen la concepción anticomunista, antisubversiva y el señalamiento a sus contradictores. 

Hay en este planteamiento de Camilo, una percepción profundamente democrática y creativa de los comunistas, más allá del sentido de sus estructuras partidarias o de sus imaginarios totalitarios. Expresa la validez de la agenda comunista en lo que se refiere a su preocupación altruista por el bienestar de lo humano;  combatir la pobreza, el hambre, el analfabetismo, la falta de vivienda, la falta de servicios para el pueblo, encontrar soluciones eficaces y científicas… a sus problemas; pero igual se preocupa por llamar la atención y  establecer la diferencia entre lo que social, política y económicamente justo e injusto. Y lo justo en Camilo es la construcción permanente de la dignidad humana a través de la práctica del amor eficaz. Por eso Camilo le da un lugar a las creencias y a la fe de los militantes de izquierda y no concibe para ellos, ni para los cristianos y su compromiso con los cambios estructurales de la sociedad y el Estado, que allí haya contradicción alguna.   

Es indiscutible el papel jugado por los medios de comunicación, por lo general en manos de los grupos económicos, en la construcción de una cultura del señalamiento la estigmatización y el escalamiento del conflicto. No existe una responsabilidad social e institucional de esos medios y esos grupos en la construcción de una cultura de convivencia democrática. Camilo ya lo había señalado en su momento y lo grave es que no ha cambiado en cincuenta años la actitud de los medios en el incremento de la polarización.

Un papel  especial tienen los cristianos y los católicos que jugar en el proceso de las transformaciones del orden social y político. Su compromiso con sus creencias tiene que revestirse de una práctica eficaz que los conduzca a la realización plena del ser humano. Por esto Camilo, no deja de lado la responsabilidad que en general tienen los católicos con la construcción del bienestar y de la paz.

Camilo sabe que la “revolución”, que tanto espanta a las clases dominantes, no es otra cosa que la materialización de una agenda mínima de derechos, en un proceso de construcciones democráticas en que el pueblo, los sectores marginados,  puedan acceder al ejercicio del poder para impulsar desde allí los cambios que se requieran, la “revolución”  para él, es la manera eficaz y amplia de realizar el amor para todos.

Una principal preocupación siente Camilo por las comunidades y problemas de la vida urbana, tema que hasta ahora poco ha sido trabajado en las mesas de conversación con la insurgencia; hoy las ciudades requieren de especial atención, de juiciosos estudios e investigaciones que definan rutas de futuro y bienestar para sus pobladores porque lo que se visualiza dadas las particulares condiciones de la vida urbana, es la intensificación de los conflictos urbanos girando desde la miseria y la exclusión hacia los problemas de la inseguridad y la violencia urbana. Pero sin duda el mayor problema de las ciudades, sin que deje de existir en las zonas rurales es el desempleo. Camilo no dejo de tomar en consideración la crítica situación de los desempleados y la necesidad de que se organicen y movilicen en torno a sus derechos.

Más allá de las trasformaciones políticas y de la solución de los problemas tradicionales unidos al mapa de propiedad, tenencia y usos de la tierra; al reconocimiento de los derechos de los campesino, Camilo,  llama la atención sobre la necesidad de luchar porque la sociedad y el Estado garanticen el ejercicio pleno y de calidad de uno de los derechos fundamentales de la condición humana porque a través de él se garantiza la construcción de la vida digna: El derecho al trabajo.

Más allá de las ridículas estadísticas oficiales sobre el desempleo el reclamo que debe animar hoy a amplios sectores de la población es cuales son las rutas que ha de seguir la economía y la política pública para garantizarles a los colombianos en condiciones de trabajar un empleo digno y de calidad. Porque sin la menor duda el ejercicio del derecho al trabajo es uno de los cimientos más fuertes que puede tener una paz estable y duradera.

Las universidades y los jóvenes universitarios tienen una responsabilidad mayor con la consolidación un proceso de paz y la construcción de una sociedad más democrática y justa. Una amplia reflexión ha hecho Camilo Torres Restrepo sobre el papel de las universidades en la construcción del desarrollo del país y en la formación de los profesionales más idóneos para desempeñarse en los distintos frentes de trabajo. No solo hizo referencia a la pertinencia de los programas, sino al compromiso efectivo de los mismos con las comunidades; El fue sin la menor duda el primero en llevarse los estudiantes a servir a las comunidades barriales a través del Movimiento Universitario de Promoción Comunal (MUNIPROC). Para Camilo, unir la universidad a las comunidades a través de los jóvenes en un contacto cargado de aprendizajes y compromisos  fue siempre esencial. Su condición de capellán de la Universidad Nacional de Colombia, lo coloco frente a la realidad del mundo juvenil, de sus inquietudes, niveles de compromiso y, desde luego, con sus carencias y limitaciones. No deja de ser válida hoy la radiografía que con crudeza y realismo hace del papel de los estudiantes en la vida social y política del país, en su propia condición social y sobre todo en las dificultades que tienen para organizarse y comprometerse con los cambios del país.         

Desde muy temprano, Camilo, al abordar la relación entre la universidad y los problemas sociales,  advertía que para preocuparse por ellos se requería de una dosis mínima de altruismo, porque, no de otra manera se sale de espacio del egoísmo, para colocarse en dirección de la conquista y la salvaguarda del interés colectivo.  Para Camilo,  la universidad ha tenido siempre el papel de formar los dirigentes de un país, tanto desde el punto de vista científico, como desde el punto de vista ético. Desde el punto de vista científico dotando a los futuros profesionales de aquellos conocimientos indispensables para investigar y resolver los problemas del país, de su sociedad. Desde el punto de vista ético…dirigiendo sus inquietudes científicas, al servicio de su prójimo…, esta que fue una preocupación de su tiempo sigue siendo vigente, contiene en su esencia el concepto de pertinencia, una universidad que se construye alrededor de los problemas de la nación y la sociedad, pero que adicionalmente, a su desarrollo académico y científico se erige como un proyecto político y ético en el servicio de los intereses comunes. Camilo tuvo como preocupación central, no solo la formación de nuevos liderazgos comprometidos con las urgencias y necesidades de las poblaciones y territorios, sino, de los nuevos dirigentes del país comprometidos con la solución de los problemas estructurales de la nación. 

Esta preocupación de Camilo vuelve a tener vigencia en los ajustes que debe tener las universidades para responder a las urgencias presentes y futuras del país en materia de solución de sus más sentidos y estructurales problemas. Una universidad para la paz solo puede pensarse en relación con carreras pertinentes, nuevas lógicas de relacionamiento de la investigación con los problemas del país, una muy decidida y consistente política de extensión solidaria en la que participen de manera decidida los estudiantes y se relación desde la especificidad de sus saberes con las realidades sociales de sus ejercicio profesional. Cada unidad académica debe convertirse en una escuela de pensamiento, investigación y compromiso con las realidades del país.

8.      Una invitación para releer y visibilizar la vigencia del pensamiento de Camilo

Lo que requiere el país es hacer del pensamiento de Camilo una herramienta para la construcción del bienestar de la nación, la ampliación y profundización de la democracia , unido a un vigoroso proceso de unidad que convierta a los sectores populares  y a las fuerzas políticas democráticas en una autentica alternativa de poder. Camilo tiene que volver a ser la voz de los campesinos reivindicando el derecho a la propiedad de la tierra para el que la trabaja en un contexto de realidades en las que la tenencia empresarial no anula las posibilidades de una economía campesina pujante erigida sobre la sustentabilidad y la soberanía alimentaria de la nación, el mejoramiento de la calidad de vida de las familias y comunidades campesinas, el reconocimiento y valoración de sus condición social y cultural, en el marco de la afirmación plena de sus derechos ciudadanos.

Camilo debe volver a ser la voz de los trabajadores y de los obreros, de la amplia población de desempleados, en la recuperación y consolidación del derecho al trabajo, en el mejoramiento de la calidad del empleo y de todas las garantías laborales y prestacionales. Su voz debe volver a los sindicatos a reclamar a los dirigentes sindicales por su burocratización y su pérdida efectiva de compromiso con los derechos de los trabajadores. A demandarles estar del lado de las urgencias políticas del momento.

Camilo debe volver a ser la voz de las mujeres, construyéndose en procesos de empoderamiento y lucha por la deuda histórica que se tiene con ellas en materia de sacrificio y derechos. Las jóvenes tienen que emprender una cruzada de organización nacional de mujeres con una agenda propia y un proyecto ético y político democrático que las lleve al ejercicio político del poder. 

Nuevamente, debe amplificarse la crítica de Camilo a la incapacidad de los estudiantes para construir organización nacional y para estar del lado de los sectores populares en las luchas sociales y políticas por acceder al ejercicio del poder. Ellos mismos deben liberarse de falsos prejuicios para articularse desde muy temprano a la construcción de un modelo de democracia que se amplia y profundiza, con su presencio ética y política, en los órganos de dirección del estado y en los espacio de elección popular.

La voz de Camilo debe volver a sonar al interior de las brigadas, los batallones, y puestos de seguridad de la fuerza pública recordándoles que la patria es el pueblo y que defender la patria es proteger al pueblo. No pueden seguir siendo los bomberos de la inconformidad apagando con represión los incendios que generan las elites políticas y económicas con su desfachatez y ambición. Para recordar a los militares que su papel no es hacer la guerra contra los humildes, sino conservar y garantizar la paz.

Camilo y toda la iglesia debe volver a leer desde los pulpitos las encíclicas papales de Vaticano II, que dieron origen al compromiso de sectores de la institución con los pobres y sus problemas, que convirtieron el amor al prójimo, en amor eficaz. Hoy el país requiere que en todas las iglesias se hable de la paz y que se haga conciencia a católicos y cristianos de su compromiso con la construcción de la misma.

Camilo, debe volver a transitar por los barrios populares con sus grupos de estudiantes haciendo los nuevos diagnósticos de la pobreza y construyendo las agendas de derechos de los pobladores urbanos. Su prédica política se afianza en la necesidad en que la paz se construya desde los territorios, con las poblaciones y sus agendas de derechos.

Un camino largo esta por recorrerse en el proceso de solución política al conflicto armado y en él deben comprometerse todos los sectores sociales, económicos y políticos de la nación, con objetividad y realismo. El pensamiento de Camilo está cargado de propuestas esenciales.

Bogotá, Febrero, 15 de 2016  

Referencia Bibliográfica: Para el desarrollo de este articulo fueron tomados los documentos esenciales de Camilo Torres Restrepo en particular el mensaje a los campesino, a las mujeres, a la oligarquía, a los militares, a los sindicalistas, a los colombianos, a los cristianos, a los comunistas y a los estudiantes: igualmente los trabajos de Orlando Falsa Borda sobre el pluralismo utópico y la vigencia del pensamiento de Camilo; También fue objeto de consulta el trabajo de Eduardo Umaña Luna sobre el Humanismo en Camilo. Se consultaron textos de Camilo tales como: Universidad y Cambio Social (1964), Critica y autocritica (1964), entre otros documentos referenciados a sus vida en la Universidad Nacional. El texto se construye en el marco de una reflexión libre sobre las ideas de Camilo, en el que el autor se tomo el atrevimiento de escoger y ajustar algunos de los textos transcritos para hacer más evidente su vigencia en el contexto de los tiempos presentes.   
                       

    
    




         


    

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