martes, 26 de agosto de 2025

 




 ENTERRAR EL RÉGIMEN PRESIDENCIALISTA Y HACER UNA REFORMA POLÍTICA PARA INSTAURAR UN RÉGIMEN UNICAMERAL EFICIENTE



El sistema presidencialista que ha regido en muchos países de América Latina, incluyendo a Colombia, ha mostrado signos evidentes de agotamiento y deformación. Lo que en su origen fue pensado como una forma de equilibrio entre poderes y estabilidad institucional, se ha convertido en una concentración de poder que favorece el autoritarismo, distorsiona la voluntad popular y bloquea la renovación democrática. 

A esto se suma el papel decadente del Congreso, convertido en un instrumento de clientelismo, politiquería y corrupción, más interesado en la repartija de cuotas burocráticas y contratos que en legislar con visión de país.

 Ante esta situación, se requiere una reforma estructural del régimen político que revise a fondo el presidencialismo y transforme al Congreso en una institución unicameral, más eficiente, representativa y políticamente sólida.

 Este ensayo reflexiona sobre la crisis del presidencialismo, las distorsiones del sistema bicameral, y propone una hoja de ruta para una reforma institucional profunda.

I. EL AGOTAMIENTO DEL PRESIDENCIALISMO 

El régimen presidencialista, heredado del modelo estadounidense pero profundamente deformado por las dinámicas políticas latinoamericanas, ha mostrado múltiples limitaciones. En primer lugar, la figura del presidente concentra en exceso las funciones de jefe de Estado, jefe de Gobierno y comandante supremo de las Fuerzas Armadas, lo cual crea una arquitectura institucional propicia para el personalismo y el caudillismo.

 Este diseño ha hecho de la política una pugna de liderazgos mesiánicos, donde la figura presidencial se convierte en el centro absoluto de la vida pública, mientras los demás poderes del Estado, especialmente el Legislativo, terminan subordinados o cooptados por el poder presidencial o por la oposición como es el caso colombiano.

Además, el presidencialismo en su práctica concreta ha sido fuente recurrente de crisis institucionales. Presidentes con mayorías precarias en el Congreso ven bloqueada su agenda legislativa, lo cual da lugar a parálisis políticas que afectan la gobernabilidad. En otros casos, mandatarios con amplias mayorías congresionales terminan dominando el Legislativo, desnaturalizando la división de poderes y promoviendo una democracia meramente formal. El régimen presidencialista ha demostrado su incapacidad para sostener equilibrios democráticos sólidos y eficaces.

La hiperconcentración del poder presidencial también ha dado paso a prácticas autoritarias disfrazadas de legalidad, como el uso arbitrario de facultades extraordinarias, la proliferación de estados de excepción, la manipulación del gasto público con fines políticos y el control indirecto sobre organismos de control. Esto ha generado una ciudadanía desencantada, desconfiada y desmovilizada, que percibe a las instituciones como instrumentos de élites políticas corruptas y no como canales legítimos de representación y deliberación democrática.

II. EL CONGRESO BICAMERAL: INEFICIENCIA, CLIENTELISMO Y DECADENCIA 

El Congreso colombiano, como muchos otros en la región, ha sido blanco de múltiples críticas, en gran medida justificadas. La estructura bicameral compuesta por Senado y Cámara de Representantes, lejos de generar un sistema de pesos y contrapesos efectivo, ha favorecido la duplicación de funciones, el gasto burocrático excesivo y la dilación legislativa. Muchas leyes se estancan entre una y otra cámara o son objeto de negociaciones oscuras que priorizan intereses particulares sobre el bien común.

Pero más grave aún es el papel del Congreso como epicentro del clientelismo político. Desde allí se articula una red de favores, contratos, cuotas burocráticas, nombramientos y componendas que han hecho del Legislativo un mercado de intereses, donde el voto se canjea por prebendas y no por ideas. Esta práctica ha erosionado gravemente la legitimidad del Congreso y ha contribuido a su desprestigio social. No sorprende que en las encuestas de opinión sea una de las instituciones peor valoradas por la ciudadanía.

La politiquería y la corrupción son prácticas estructurales que se han normalizado dentro del Congreso. Buena parte de los legisladores no representan intereses ciudadanos genuinos, sino maquinarias políticas regionales financiadas por clanes familiares, grupos económicos o, en el peor de los casos, actores ilegales. Las elecciones legislativas se han convertido en costosas campañas financiadas por recursos cuyo origen muchas veces no se puede rastrear, generando una representación distorsionada y cooptada.

Además, el sistema bicameral, al no contar con un diseño funcional claro de diferenciación entre cámaras, termina siendo redundante. No existe una justificación sólida para mantener dos cámaras legislativas que discuten los mismos temas, duplican procedimientos y encarecen el proceso legislativo. La creación de un Congreso unicameral permitiría simplificar el trámite de las leyes, reducir los costos del aparato legislativo y aumentar la eficiencia institucional.

III. HACIA UNA REFORMA POLÍTICA E INSTITUCIONAL 

Frente a esta crisis de representación y funcionamiento del sistema político, es urgente promover una reforma profunda que ataque de raíz los problemas estructurales. Esta reforma debe tener tres pilares fundamentales: la transformación del régimen presidencialista, la conversión del Congreso en una institución unicameral eficiente, y el desmontaje de las redes clientelistas que han capturado el poder legislativo.

1. SUPERAR EL PRESIDENCIALISMO CONCENTRADOR 

Es necesario avanzar hacia un régimen semi-presidencial o parlamentario que distribuya de forma más equilibrada las funciones del poder ejecutivo. Una opción sería conservar la figura del presidente como jefe de Estado, con funciones simbólicas y diplomáticas, y designar un jefe de Gobierno elegido por el Congreso, responsable de ejecutar las políticas públicas y rendir cuentas directamente al Legislativo. Este modelo permitiría una mayor flexibilidad política, facilitaría la formación de mayorías parlamentarias estables y obligaría a construir consensos en lugar de imponer decisiones unilaterales. Para eso es necesario transformar el Congreso de la República convirtiéndolo en una institución seria que trabaja por un proyecto de país y de nación claro y renuncia a las prácticas clientelistas, politiqueros y corruptas.

2. CONGRESO UNICAMERAL Y REPRESENTATIVO 

La conversión del Congreso en una cámara única, con una composición más reducida pero altamente cualificada, permitiría optimizar los recursos públicos y agilizar el trámite legislativo. Esta cámara unicameral debería estar diseñada con criterios de representación proporcional, garantizando la inclusión de las minorías políticas, étnicas y sociales. La creación de comisiones técnicas especializadas y la profesionalización de los equipos legislativos contribuirían a elevar la calidad del debate y la producción normativa.

3. SANEAMIENTO ÉTICO E INSTITUCIONAL DEL PODER LEGISLATIVO 

La reforma debe incluir mecanismos estrictos de transparencia y control sobre la financiación de campañas, la declaración de bienes, los conflictos de interés y la rendición de cuentas de los congresistas o parlamentarios según sea el modelo que se adopte. 

La participación ciudadana debe fortalecerse con la incorporación de mecanismos de revocatoria de mandato, audiencias públicas obligatorias y control social sobre las iniciativas legislativas. Además, se debe implementar un estatuto anticorrupción robusto que sancione de forma ejemplar a quienes utilicen el Congreso para enriquecerse o favorecer intereses ilegales.

4. RUTA PARA LA REFORMA 

Una reforma de esta magnitud no puede realizarse desde los escritorios del poder ni imponerse verticalmente. Requiere un proceso de deliberación pública amplio, participativo y democrático. La convocatoria a una Asamblea Nacional Constituyente puede ser el mecanismo adecuado, siempre que esté claramente delimitada en sus funciones y garantice la participación plural. Otra alternativa viable es realizar la reforma por vía legislativa, siempre que el Congreso actual esté dispuesto a renunciar a privilegios y transformar su propia naturaleza, lo cual, aunque poco probable, podría empujarse mediante una presión ciudadana sostenida.

En cualquier caso, la participación de la sociedad civil, los movimientos sociales, las universidades, los sindicatos, los medios de comunicación y los ciudadanos organizados será clave para evitar que la reforma sea secuestrada por los mismos actores que han degradado el sistema actual.

IV. UNA DEMOCRACIA FUNCIONAL Y ÉTICA 

La transformación del régimen presidencialista y la reforma del Congreso hacia una estructura unicameral no es simplemente una opción técnica o una ocurrencia académica. Es una necesidad histórica que responde a la profunda crisis de legitimidad y eficacia del sistema político actual. Mantener el statu quo significa prolongar la decadencia de la democracia, permitir que el poder siga capturado por intereses particulares y condenar a la ciudadanía a la desilusión permanente con sus instituciones.

Es hora de asumir con decisión una reforma política que no sea cosmética ni oportunista, sino estructural y ética. Colombia necesita un nuevo pacto institucional que recupere la dignidad de la política, fortalezca los mecanismos de representación democrática y haga de las instituciones canales eficaces para resolver los problemas de la sociedad. 

Para ello, hay que desmontar el clientelismo, combatir la corrupción, superar el presidencialismo personalista y construir un Congreso eficiente, transparente y conectado con los ciudadanos. Solo así será posible avanzar hacia una democracia más sólida, justa y sostenible.

CARLOS MEDINA GALLEGO 

Historiador- Analista Político

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