viernes, 4 de abril de 2025



LA CONSTRUCCIÓN DE UNA SOCIEDAD EN PAZ, DEMOCRATICA Y CON JUSTICIA SOCIAL , requiere de la participación social.


La construcción de una sociedad en paz, democrática y con justicia social no puede ser concebida como un proyecto reaccionario y una utopía socialdemócrata. 

Por el contrario, es un proceso transformador y revolucionario cuya realización exige el reconocimiento y la participación activa de todos los sectores sociales, especialmente aquellos históricamente marginados, como los campesinos, pueblos indígenas, obreros, comunidades afrodescendientes, mujeres, estudiantes y sectores populares. La inclusión de estas voces no solo fortalece la legitimidad del proyecto democrático, sino que garantiza que la justicia social sea real, amplia y sostenible porque no viene de arriba hacia abajo, sino, que se construye desde abajo y con los de abajo. 

En primer lugar, es indispensable comprender que la democracia no se limita al ejercicio del voto ni a la existencia de instituciones formales. Una democracia verdadera es aquella que se construye desde la base social, con una ciudadanía activa que participa en la toma de decisiones que afectan sus vidas. Los campesinos, por ejemplo, desempeñan un papel fundamental en la soberanía alimentaria, el cuidado del medio ambiente y la preservación de saberes ancestrales. Su exclusión de los espacios de deliberación y toma de decisiones implica no solo una injusticia histórica, sino también una pérdida invaluable para el diseño de políticas públicas sostenibles.

 Los pueblos indígenas han sido guardianes de territorios ricos en biodiversidad y han desarrollado formas de organización comunitaria basadas en la reciprocidad, la armonía con la naturaleza y la justicia restaurativa. Su participación activa en los procesos sociales y políticos es esencial para descolonizar las estructuras del Estado y avanzar hacia modelos de desarrollo más equitativos, interculturales y respetuosos de la pluralidad.

La clase obrera, motor del desarrollo económico, ha sido también objeto de explotación y precarización. Su inclusión en las discusiones sobre políticas laborales, derechos económicos y bienestar colectivo es crucial para revertir las lógicas de desigualdad estructural. Una democracia que no escuche a sus trabajadores está condenada a reproducir la injusticia bajo el ropaje de la legalidad y a encontrase permanentemente con la inconformidad y la protesta legítima 

En el caso de las comunidades afrodescendientes, su participación implica reconocer las profundas raíces del racismo estructural y trabajar activamente para erradicarlas. Las negritudes han sido protagonistas en luchas por la dignidad, la cultura y la vida, y su voz es imprescindible para la construcción de una sociedad plural, incluyente y libre de discriminación.

Las mujeres, que históricamente han sido marginadas del poder político y económico, deben ocupar un lugar central en cualquier proyecto de justicia social. La equidad de género no puede ser un simple eslogan, sino un principio transversal en la construcción de paz y democracia. Incorporar la perspectiva de las mujeres permite cuestionar y transformar estructuras patriarcales que perpetúan la violencia y la exclusión. Pero igualmente un feminismo capturado por las agendas neoliberales como agente de división y dispersión. 

Los estudiantes y la juventud, por su parte, encarnan el potencial transformador de la sociedad. Su participación activa en movimientos sociales y en la formulación de propuestas educativas, culturales y políticas es clave para garantizar la renovación democrática y la vigencia de los derechos en las futuras generaciones.  

Finalmente, los sectores populares en su conjunto, organizados en barrios, cooperativas, movimientos sociales y culturales, son el tejido vivo de la sociedad. Su participación fortalece la democracia participativa, descentraliza el poder y promueve la corresponsabilidad ciudadana en la construcción del bien común.

Una sociedad en paz, democrática y con justicia social no puede edificarse sobre la exclusión ni el silenciamiento de los sectores populares. Solo a través de la participación activa, protagónica y vinculante de campesinos, indígenas, obreros, afrodescendientes, mujeres, estudiantes y demás sectores sociales, se puede construir un proyecto nacional justo, plural y sostenible. 

La paz no es simplemente la ausencia de conflicto, sino la presencia de justicia, y esta solo se logra cuando todas las voces son escuchadas y tienen poder para transformar la realidad.

CMG- DIA 
ABRIL 5 DE 2025

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