martes, 25 de marzo de 2025

COLOMBIA: La polarización política como amenaza a la democracia y a los derechos fundamentales


Nada que no se haya dicho... 

La polarización política, en su forma extrema, representa una de las amenazas más significativas para la estabilidad democrática contemporánea. El incremento de divisiones ideológicas erosiona los fundamentos de la democracia, abre paso a regímenes autoritarios o totalitarios  y pone en riesgo los derechos fundamentales de los ciudadanos y ciudadanas. Desde los orígenes de la república se evidencia que la polarización extrema no solo obstaculiza el diálogo democrático, sino que también facilita la concentración de poder, la exclusión de sectores sociales, la violencia y el conflicto armado y la degradación del Estado de derecho.

1. Una idea básica de DEMOCRACIA a tener en cuenta. 

La democracia moderna se fundamenta en principios como el pluralismo, el respeto a los derechos humanos, el equilibrio de poderes y la deliberación pública. Sin embargo, cuando el espectro político se fragmenta en posiciones irreconciliables, estos principios pueden verse debilitados o desconocidos arbitrariamente. La polarización política transforma el debate en confrontación, convierte al  oponente en enemigo y socava  la confianza en las instituciones instrumentalizada políticamente por los operadores de política . Esta dinámica facilita el ascenso de liderazgos autoritarios o totalitarios que prometen orden y unidad a costa de las libertades civiles.(Uribe, Bolsonaro, Bukele, Milei, Trump....Maduro, Ortega...  ) 

I. Causas de la polarización política

La polarización política se expresa  en los procesos  mediante los cuales las diferencias ideológicas y políticas se vuelven más pronunciadas y los ciudadanos y líderes sociales y políticos se agrupan en extremos opuestos del espectro político contemplándose como enemigos irreconciliables  . Este fenómeno puede ser intensificado por distintos factores: el dogmatismo y el sectarismo  político,  la desigualdad social y económica, los medios de comunicación corporativos y partidistas, las redes sociales, y la instrumentalización del discurso identitario cada vez más comprometido con procesos autoritarios. 

En contextos de crisis extrema, la polarización puede alcanzar niveles críticos, generando una narrativa de “nosotros contra ellos” que destruye el escenario democrático, genera enfrentamiento, violencia, criminalidad política y guerra. 

II. Los efectos de la polarización sobre las instituciones democráticas

La polarización extrema tiende a paralizar los procesos legislativos y a deteriorar la confianza en los mecanismos de representación, el abstencionismo es muestra clara de ello. Cuando los partidos dejan de cooperar y se convierten en enemigos, las instituciones se ven atrapadas en una "guerra de trincheras grupistas". Este ambiente de disfuncionalidad puede ser aprovechado por actores autoritarios que se presentan como salvadores de la patria, dispuestos a restaurar el orden a través de medidas extraordinarias. Ese modelo de  polarización extrema abre la puerta a regímenes  autoritarios o totalitarios y a escalamiento de la conflictividad y la violencia.

III. El  Autoritarismo erosiona  la práctica de los derechos humanos y fundamentales 

Los regímenes autoritarios que emergen en contextos de polarización extrema suelen justificar la limitación de derechos en nombre de la seguridad nacional o la estabilidad social (Seguridad Democrática). Se reprime o captura la libertad de prensa, se persigue a la oposición política, se judicializa al adversario  y se restringe el derecho a la protesta.

 La polarización contribuye a deshumanizar al adversario político, lo que facilita la normalización de prácticas violatorias de los derechos humanos y criminales que desembocan en terrorismo de Estado. La concentración del poder y la captura del Estado en manos de una élite social,  económica y política con fines de lucro personal, empresarial o corporativo, clientelistas y corrupta impide el ejercicio de derechos, empobrece  a la población  y debilita el Estado de derecho que termina manipulado del lado de los intereses dominantes.

IV. Fractura social y autoritarismo 

En la historia de la humanidad  el ascenso de líderes autoritarios fue precedido por una profunda fractura social e ideológica. Estos gobiernos, una vez en el poder, consolidaron su control mediante la manipulación de instituciones, el uso del poder judicial como arma política y la supresión de las voces disidentes.

La experiencia de Colombia al respecto es ilustrativa y su mejor ejemplo los constituye el Gobierno de la Seguridad Democrática, la manipulación política de la institucionalidad, su instrumentación juridica y criminal y la degradación permanente de los fundamentos del orden constitucional al servicio de quienes ejercen el poder y se benefician empresarialmente de él. 

V. La polarización política en Colombia es una amenaza para la democracia y el ejercicio de  los derechos fundamentales

La democracia no se sostiene únicamente por instituciones formales, sino por un delicado equilibrio entre el pluralismo, la participación ciudadana y el respeto mutuo entre actores políticos. Cuando este equilibrio se rompe, y las diferencias ideológicas se convierten en trincheras de odio, la democracia empieza a resquebrajarse desde dentro. En Colombia, desde la primera república la polarización política se ha convertido en una enfermedad crónica del sistema político un problema estructural de la nación en el camino de la construcción Democrática. Alimentada por décadas de conflicto armado, violencia estructural y una corrupción endémica, la polarización ha debilitado la legitimidad de las instituciones, ha erosionado la cohesión social y ha abierto la puerta a discursos autoritarios que amenazan los derechos fundamentales de la ciudadanía.

Vi. La polarización como consecuencia histórica del conflicto colombiano

Colombia no es ajena a las divisiones ideológicas profundas. La historia política del país ha estado marcada por enfrentamientos entre proyectos opuestos: Camilo Torres - Antonio Nariño, Francisco de Paula  Santander - Simón Bolívar , liberales y conservadores, Estado y guerrillas, uribismo y progresismo para solo señalar algunos casos. Estas tensiones no solo se han dado en el plano del discurso, sino que se han materializado en violencia real, con consecuencias devastadoras para millones de personas.

 La guerra interna que ha vivido Colombia durante más de seis décadas no solo ha dejado muertos, desplazados y desaparecidos, sino que ha sedimentado una narrativa de “amigo-enemigo” que impide la construcción de consensos. En este contexto, la política se convierte en un campo de batalla, y no en un espacio de deliberación democrática que busca el concenso para garantizar el bienestar general de la Nación. 

VI. De la polarización ideológica a la justificación del autoritarismo

Uno de los efectos más preocupantes de la polarización es su capacidad para deslegitimar al oponente político al punto de negar su derecho a participar en la vida democrática. En Colombia, esta lógica ha sido recurrente: se acusa al contradictor de ser guerrillero, narcotraficante, paramilitar o traidor a la patria, dependiendo del lugar desde el cual se hable. Esta estigmatización y criminalización del otro no solo deteriora el debate público, sino que crea las condiciones para aceptar soluciones autoritarias. La ciudadanía, cansada del caos, de la violencia y de la corrupción, puede verse seducida por figuras que prometen “mano dura”, aunque eso implique renunciar a libertades civiles y derechos fundamentales. El gobierno de Álvaro Uribe Vélez es claro ejemplo de ello. 

VII. El papel de la corrupción y la exclusión social en los procesos de polarización 

La polarización en Colombia no puede entenderse sin analizar las causas estructurales que la alimentan y esas se remontan al origen de la republica. La corrupción sistemática, la inequidad social y la falta de oportunidades han generado una profunda desconfianza hacia las instituciones. Esta desconfianza se transforma en rabia, en resentimiento, y es fácilmente explotada por sectores políticos que, en lugar de proponer soluciones, instrumentalizan el dolor social para alimentar su base electoral vendiendo odio sobre el adversario político . Estás prácticas en lugar de unir, dividen. En lugar de construir, destruyen. La democracia se degrada cuando el debate público gira en torno al miedo, la desinformación y la descalificación permanente del otro.

VIII. El riesgo para los derechos fundamentales
Cuando la polarización extrema se convierte en la norma, los derechos humanos son los primeros en ser sacrificados. En Colombia, la estigmatización de líderes sociales, defensores de derechos humanos, periodistas y opositores políticos ha creado un clima hostil en el que el disenso se castiga y la crítica se percibe como amenaza. Esto se agrava cuando las instituciones judiciales y de control pierden independencia y se utilizan como herramientas de persecución política. Cuando el poder legislativo es una empresa corrupta al servicio de los intereses del gran Capital. 

 La historia reciente ha demostrado que, en medio de la polarización, los derechos pierden valor frente a la retórica de seguridad y orden, una retórica que siempre esconde prácticas de represión, violencia estatal, social y criminal. 

Una reflexión final 

Colombia enfrenta un reto crucial: superar la polarización política antes de que destruya por completo las bases de su ya frágil democracia. El país no puede seguir preso de discursos que perpetúan el conflicto, criminalizan la diferencia y justifican la exclusión. Urge una reconstrucción del pacto social, una apuesta real por el diálogo y una reforma profunda de las instituciones para que respondan a las necesidades de todos los ciudadanos, y no solo a los de las élites económicas y políticas. Solo así será posible frenar la deriva autoritaria y garantizar los derechos fundamentales de las poblaciones que habitan los distintos territorios del país . La democracia colombiana está en juego, y el costo de ignorar la polarización puede ser irreparable. La polarización política, cuando no se gestiona adecuadamente, tiene el potencial de destruir los cimientos de la democracia. En lugar de ser un motor de pluralismo y debate, puede convertirse, como lo ha sido por años en nuestro país,  en un instrumento de división y odio. La historia demuestra que la polarización extrema no solo paraliza los procesos democráticos, sino que los destruye. 

El país está entrando en un periodo político complejo en dónde es imperativo promover una cultura política basada en el diálogo, la tolerancia y el respeto por la diversidad ideológica como pilares esenciales de toda democracia sostenible y eso no siempre es fácil, la historia de la república así lo evidencia. 

Una nueva cultura política, crítica,  incluyente y transformadora, resulta nuestra mayor urgencia, la conciencia no se da silvestre y el odio se siembra muy facil cuando no existe una pensamiento critico.

No hay comentarios:

Publicar un comentario