TRANSICIÓN ENERGÉTICA, DESCARBONIZACIÓN DE LA ECONOMÍA Y ENERGÍAS ALTERNATIVAS:
Caminos para un futuro energético sustentable.
A mí amigo LUCHO HERNÁNDEZ una vida trabajando el tema.
En la actualidad, el planeta enfrenta una crisis climática sin precedentes causada, en gran medida, por el modelo energético predominante basado en la explotación de combustibles fósiles. Petróleo, gas natural y carbón han sido los pilares del desarrollo industrial y económico de los últimos dos siglos, pero su uso intensivo ha provocado un incremento alarmante de gases de efecto invernadero (GEI) en la atmósfera, desencadenando fenómenos como el calentamiento global, la acidificación de los océanos, la pérdida de biodiversidad y la alteración de los ciclos hidrológicos.
Ante este panorama, la transición energética y la adopción de energías alternativas no solo son una necesidad urgente, sino también una oportunidad histórica para repensar el modelo de desarrollo humano, reducir las desigualdades y garantizar la sostenibilidad del planeta.
EL IMPACTO CLIMÁTICO DEL MODELO ENERGÉTICO ACTUAL
El sistema energético global es responsable de aproximadamente el 73% de las emisiones de GEI, de las cuales la mayor parte proviene del uso de combustibles fósiles en sectores como la generación eléctrica, el transporte, la industria pesada y la construcción. Este modelo extractivista y altamente dependiente del carbono ha llevado a una alteración del equilibrio climático planetario. El Panel Intergubernamental sobre Cambio Climático (IPCC) ha advertido que, si no se reducen drásticamente las emisiones globales en esta década, el aumento de la temperatura media global superará los 1,5°C con respecto a los niveles preindustriales, umbral a partir del cual los impactos climáticos serán catastróficos e irreversibles.
Entre los efectos más visibles del cambio climático se encuentran el derretimiento acelerado de los polos y glaciares, el aumento del nivel del mar, la mayor frecuencia e intensidad de huracanes, incendios forestales, olas de calor, sequías prolongadas y la alteración de las estaciones agrícolas. Estos fenómenos no solo afectan al medio ambiente, sino que también comprometen la seguridad alimentaria, hídrica y energética de millones de personas, agravando las crisis humanitarias, los desplazamientos forzados y los conflictos por recursos.
El modelo energético fósil también conlleva impactos sociales y territoriales profundos. La extracción de petróleo y carbón ha estado históricamente asociada a conflictos sociales, desplazamientos de comunidades, contaminación de aguas y suelos, y destrucción de ecosistemas. Además, perpetúa un patrón económico concentrador, dependiente y muchas veces corrupto, que enriquece a unas pocas corporaciones transnacionales mientras precariza a las poblaciones locales.
LA TRANSICIÓN ENERGÉTICA COMO IMPERATIVO GLOBAL
Frente a esta situación crítica, la transición energética aparece como una estrategia integral para descarbonizar la economía, mitigar el cambio climático y construir sociedades más justas, resilientes y sostenibles. Esta transición implica no solo sustituir fuentes fósiles por energías limpias, sino transformar radicalmente la forma en que producimos, distribuimos y consumimos energía. Se trata de un proceso técnico, económico, político y cultural de gran envergadura que debe ser planificado democráticamente, con justicia social y enfoque territorial.
El Acuerdo de París (2015) marcó un hito en la gobernanza climática internacional al comprometer a los países a reducir sus emisiones y alcanzar la neutralidad de carbono en la segunda mitad del siglo XXI. Sin embargo, la ambición y cumplimiento de estos compromisos aún es insuficiente. La ventana de oportunidad para evitar los peores escenarios climáticos se está cerrando rápidamente, y solo una acción decidida y urgente puede revertir la trayectoria actual.
ENERGÍAS ALTERNATIVAS: Posibilidades y desafíos
Las energías alternativas, también llamadas energías renovables, son aquellas que provienen de fuentes naturales capaces de regenerarse en escalas de tiempo humanas y que tienen un bajo impacto ambiental. Entre las principales se encuentran la energía solar, eólica, hidroeléctrica de pequeña escala, geotérmica, mareomotriz y la biomasa sostenible. Estas tecnologías han experimentado un notable desarrollo en las últimas décadas, al punto que muchas de ellas ya son competitivas en costos frente a los combustibles fósiles.
La energía solar fotovoltaica, por ejemplo, es una de las más accesibles y descentralizadas, lo que permite su implementación a pequeña escala en hogares, comunidades rurales y zonas aisladas. La energía eólica, por su parte, ha demostrado ser altamente eficiente en zonas costeras o de fuerte régimen de vientos (Orinoquia Colombiana). Ambas tienen la ventaja de no emitir GEI durante su operación, reducir la dependencia energética externa y fomentar la creación de empleos verdes.
No obstante, la transición hacia energías alternativas enfrenta desafíos significativos: la intermitencia de algunas fuentes (como la solar o la eólica), la necesidad de sistemas de almacenamiento energético, la adecuación de las redes eléctricas, la disponibilidad de minerales críticos para la fabricación de tecnologías renovables (como litio, cobre, cobalto), y los conflictos sociales que pueden surgir si estos procesos se desarrollan sin participación ciudadana o con lógicas extractivistas.
RUTAS VIABLES PARA LA TRANSICIÓN ENERGÉTICA
La transición energética no puede depender únicamente del mercado ni de decisiones tecnocráticas. Requiere políticas públicas robustas, participación social activa y una visión de largo plazo. A continuación, se proponen algunas rutas viables para impulsar una transición energética justa y sostenible:
1. Elaborar planes nacionales de descarbonización
Los gobiernos deben establecer hojas de ruta claras y ambiciosas para alcanzar la neutralidad de carbono, con metas sectoriales vinculantes y mecanismos de verificación. Estos planes deben incluir calendarios de cierre de plantas de carbón y petróleo, sustitución progresiva de vehículos de combustión por eléctricos, eficiencia energética en edificaciones y procesos industriales, y expansión de las energías renovables.
2. Invertir en investigación, innovación y formación
La transición requiere un salto tecnológico y de capacidades humanas. Es fundamental fomentar la investigación en almacenamiento de energía, redes inteligentes, hidrógeno verde y soluciones integradas para comunidades. A su vez, se deben capacitar técnicos, ingenieros, trabajadores y líderes sociales para que puedan participar activamente en este cambio.
3. Fomentar la descentralización y la democratización energética
El acceso a la energía debe ser un derecho y no un privilegio. Se deben impulsar modelos de generación distribuida, cooperativas energéticas, sistemas comunitarios y esquemas de participación ciudadana que empoderen a los territorios y reduzcan la concentración corporativa del sector. Esto fortalece la soberanía energética y la resiliencia local.
4. Eliminar subsidios a los combustibles fósiles
A nivel global, los subsidios a los combustibles fósiles superan los 7 billones de dólares anuales. Redirigir estos recursos hacia energías limpias, transporte público sostenible y adaptación climática tendría un enorme impacto positivo en términos ambientales y sociales.
5. Promover una transición justa y con enfoque diferencial
Las comunidades y trabajadores que dependen actualmente de industrias fósiles deben ser parte de la transición. Es necesario garantizar mecanismos de reconversión laboral, protección social, compensación territorial y justicia ambiental. Asimismo, se debe reconocer y respetar la diversidad étnica, cultural y de género en la planificación energética.
6. Reforzar la cooperación internacional y el financiamiento climático
Los países del Sur Global, que menos han contribuido a la crisis climática pero que más sufren sus efectos, necesitan apoyo técnico y financiero para desarrollar sus transiciones. Las transferencias tecnológicas, los fondos verdes y el alivio de la deuda pueden ser herramientas clave para avanzar hacia una transición global equitativa.
UNA IDEA FUERZA A MANERA DE CIERRE
La humanidad se encuentra en una encrucijada histórica. El modelo energético basado en combustibles fósiles ha llevado al planeta al borde del colapso climático y ambiental. La transición hacia energías alternativas no es una opción, sino una necesidad urgente. Sin embargo, esta transición debe ser justa, democrática y planificada con criterios de sostenibilidad, equidad y participación.
Abrazar las energías limpias es también una oportunidad para imaginar un nuevo contrato social, en el que la energía sea un bien común, el ambiente un patrimonio a cuidar y la tecnología una aliada del bienestar colectivo. El tiempo de actuar es ahora. El futuro del planeta y de las próximas generaciones depende de las decisiones que tomemos en esta década crucial. La descarbonización de la economía y la transición energética son los pilares de ese futuro posible.
CARLOS MEDINA GALLEGO
Historiador- Analista Político
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