martes, 26 de agosto de 2025

 




EL PROGRESISMO EN EL BRASIL
Historia, Desafíos y Perspectivas Futuras

La experiencia de los gobiernos progresistas en Brasil ha sido una de las más influyentes en América Latina durante el siglo XXI. Desde la llegada del Partido de los Trabajadores (PT) al poder con Luiz Inácio Lula da Silva en 2003, hasta el actual tercer mandato de Lula iniciado en 2023, Brasil ha vivido un proceso oscilante de reformas sociales, confrontación política, embates institucionales y una polarización intensa que refleja los dilemas del progresismo en la región. 

1. La llegada del progresismo al poder: el ascenso del PT y de Lula

El ascenso del progresismo en Brasil se materializó en 2003 con la elección de Luiz Inácio Lula da Silva como presidente. Dirigente sindical metalúrgico y fundador del Partido de los Trabajadores, Lula encarnó la esperanza de millones de brasileños excluidos del desarrollo económico del país. Tras tres intentos fallidos, su victoria fue el resultado de una alianza amplia que incluyó sectores populares, movimientos sociales, académicos, intelectuales progresistas y también sectores empresariales moderados.

Su llegada al poder no implicó una ruptura revolucionaria, sino un giro reformista con fuerte orientación social. Lula adoptó una estrategia de “conciliación de clases”, combinando políticas de inclusión social con respeto a las reglas macroeconómicas heredadas del neoliberalismo. Esto le permitió mantener estabilidad financiera y al mismo tiempo desarrollar programas emblemáticos como Bolsa Familia, Fome Zero, el incremento real del salario mínimo, y el acceso ampliado a la educación superior pública con el programa ProUni.

2. Obstáculos institucionales y la resistencia de los poderes tradicionales

Desde el inicio, los gobiernos progresistas enfrentaron resistencias profundas de los sectores tradicionales del poder: el sistema político fuertemente fragmentado, un poder legislativo dominado por intereses clientelares y conservadores, y un poder judicial que, con el tiempo, mostró su parcialidad ideológica.

El Congreso Nacional, con su multiplicidad de partidos, obligó al PT a establecer alianzas con sectores del llamado “centrão” – bloques parlamentarios pragmáticos, conservadores y propensos al clientelismo. Esto generó tensiones internas y contradicciones programáticas. Por su parte, el poder judicial, especialmente en la última década, fue protagonista de una ofensiva contra el progresismo a través de la Operación Lava Jato, liderada por el entonces juez Sérgio Moro. Aunque la lucha contra la corrupción fue presentada como objetivo principal, con el tiempo se evidenció una instrumentalización política del sistema judicial para deslegitimar al PT y a Lula, quien fue encarcelado injustamente en 2018, impidiéndole participar en las elecciones de ese año, lo que abrió el camino al ascenso de la extrema derecha con Jair Bolsonaro.

3. Logros en derechos, justicia social e inclusión

Durante los gobiernos de Lula (2003-2010) y Dilma Rousseff (2011-2016), Brasil vivió una transformación social significativa:

Reducción de la pobreza: Según datos del Banco Mundial, durante los mandatos de Lula y Dilma más de 30 millones de personas salieron de la pobreza.

Ampliación del acceso a la educación: La creación de nuevas universidades públicas y la ampliación de cupos para estudiantes de bajos ingresos, afrodescendientes e indígenas fueron avances sustantivos en equidad educativa.

Reconocimiento de derechos: Se fortalecieron políticas de acción afirmativa, se reconocieron derechos de comunidades quilombolas e indígenas, y se crearon espacios de participación social como las conferencias nacionales temáticas.

No obstante, estas conquistas convivieron con límites importantes. Persistieron altos niveles de desigualdad estructural, violencia contra comunidades tradicionales y lentitud en la reforma agraria. La política de conciliación limitó enfrentamientos más radicales con el latifundio, los grandes bancos y el sistema mediático hegemónico, que mantuvieron su poder intacto.

4. Golpe parlamentario y retrocesos: el caso Dilma Rousseff

La crisis económica de 2015, sumada a una ofensiva mediática y judicial contra el gobierno, llevó a la destitución de Dilma Rousseff en 2016 mediante un impeachment sin crimen de responsabilidad comprobado, lo cual configuró un verdadero golpe parlamentario blando, apoyado por sectores del Congreso, del poder judicial y del empresariado.

La salida de Dilma dio paso al gobierno neoliberal de Michel Temer, que desmontó políticas sociales, congeló el gasto público por 20 años y flexibilizó derechos laborales. Más adelante, el triunfo electoral de Jair Bolsonaro en 2018 profundizó la ofensiva conservadora con ataques al medio ambiente, a los pueblos indígenas, a la prensa y a las instituciones democráticas.

5. El retorno de Lula y la recomposición democrática

En 2022, Lula fue electo nuevamente presidente tras un proceso judicial que anuló sus condenas por falta de garantías. Su retorno marcó una esperanza para reconstruir el Estado social, recuperar políticas públicas y frenar la deriva autoritaria del bolsonarismo. Sin embargo, lo hizo en condiciones más adversas: un país polarizado, con un Congreso aún más conservador, una economía debilitada y una sociedad marcada por el odio político.

Lula optó por un gobierno de unidad amplia, integrando figuras centristas, para asegurar gobernabilidad. Esto le ha permitido ciertos avances, como la reactivación de políticas ambientales, el restablecimiento de relaciones con organismos multilaterales y el retorno de Brasil a foros internacionales como CELAC, BRICS y UNASUR. A pesar de esto, el margen de maniobra sigue limitado por la presión del Congreso, los militares y las élites económicas.

6. Política exterior, soberanía y liderazgo regional

Una de las características más importantes del progresismo brasileño ha sido su enfoque en una política exterior soberana, multilateral y orientada hacia el Sur Global. Durante los mandatos de Lula, Brasil consolidó su liderazgo regional, promoviendo la integración latinoamericana a través de espacios como la UNASUR, MERCOSUR y CELAC.

En el plano global, impulsó alianzas estratégicas con África, Asia y el Medio Oriente, y fue un actor clave en el grupo BRICS (Brasil, Rusia, India, China y Sudáfrica), desafiando la hegemonía unipolar de Estados Unidos.

Este enfoque fue desmantelado por Bolsonaro, quien alineó su política exterior con la ultraderecha global, especialmente con Donald Trump, y promovió una visión aislacionista y antiglobalista. El tercer gobierno de Lula ha intentado revertir este retroceso, reafirmando el papel de Brasil como mediador en conflictos internacionales, defensor del medio ambiente y promotor de la soberanía de los pueblos.

7. Desafíos actuales del gobierno progresista

El gobierno actual de Lula enfrenta múltiples retos:

Gobernabilidad legislativa: La coalición oficialista es minoritaria en el Congreso. El “presidencialismo de coalición” obliga a constantes negociaciones que diluyen el proyecto progresista.

Judicialización de la política: A pesar de la rehabilitación de Lula, el sistema judicial sigue actuando con sesgos ideológicos.

Extrema derecha movilizada: El bolsonarismo mantiene una base electoral firme, capacidad de movilización y poder en los estados y municipios.

Crisis climática y presiones internacionales: La protección de la Amazonía es una prioridad internacional, pero choca con intereses extractivistas internos.

Reactivación económica con inclusión: El gobierno debe combinar crecimiento con redistribución, frente a una estructura productiva dependiente de exportaciones primarias.

8. Futuro del progresismo en Brasil

El progresismo brasileño tiene posibilidades reales de continuar siendo una fuerza central en la política del país, pero para ello debe afrontar tareas estratégicas:

1. Profundizar la democracia participativa, retomando la conexión con los movimientos sociales.

2. Reformar el sistema político, reduciendo el poder del clientelismo y fortaleciendo partidos programáticos.

3. Promover una economía popular y solidaria, capaz de generar empleo, garantizar derechos y reducir desigualdades.

4. Luchar contra las desigualdades raciales y de género, de manera estructural.

5. Consolidar una política exterior soberana, basada en la cooperación Sur-Sur y el multilateralismo.

IDEA FUERZA FINAL 

Los gobiernos progresistas en Brasil han sido una referencia fundamental para América Latina. Han demostrado que es posible gobernar con orientación popular y democrática en un contexto de capitalismo periférico. Sin embargo, también han evidenciado las tensiones y límites de ese camino: las alianzas contradictorias, las resistencias institucionales, las crisis económicas y la ofensiva de las derechas.

El futuro del progresismo en Brasil dependerá de su capacidad para reinventarse, movilizar a las bases sociales, construir nuevas mayorías y mantener viva la esperanza de una sociedad más justa, igualitaria y democrática. En ese sentido, el Brasil de Lula sigue siendo un laboratorio político de gran relevancia para la región y el mundo.

CARLOS MEDINA GALLEGO 

Historiador- Analista Político

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