martes, 26 de agosto de 2025

 



DESEMPLEO, INFORMALIDAD Y FEMINIZACION DE LA POBREZA EN COLOMBIA 

Un análisis estructural y propuestas de política pública

A raíz de la aprobación de la reforma laboral, que beneficia un sector importante de los trabajadores, se amerita hacer un analisis de la relación entre el desempleo, la informalidad laboral y la feminización de la pobreza en Colombia, con base en datos recientes y fuentes institucionales. 

A pesar de la reforma laboral y la disminución de la tasa de desempleo, el empleo de baja calidad y sin garantías continúa siendo la norma para millones de trabajadores y trabajadoras. En este ensayo se evidencian las brechas estructurales de género en el mercado laboral y se plantea un conjunto de recomendaciones de política pública para enfrentar esta problemática de forma integral.

1. EMPLEO,  INFORMALIDAD Y CALIDAD LABORAL EN COLOMBIA.

Colombia enfrenta una contradicción estructural en su mercado laboral: mientras las cifras agregadas muestran una disminución sostenida del desempleo, la informalidad, la precarización y las desigualdades de género persisten y, en algunos casos, se agudizan. Esta situación alimenta la reproducción de la pobreza, especialmente en los hogares encabezados por mujeres, donde la falta de empleo formal, el acceso limitado a la protección social y la persistencia de roles de género tradicionalmente asignados se traducen en vulnerabilidad económica y social. 

De acuerdo con el Departamento Administrativo Nacional de Estadística (DANE), la tasa de desempleo en Colombia para mayo de 2025 fue del 9 %, la más baja para ese mes en más de dos décadas. No obstante, esta mejora cuantitativa contrasta con la calidad del empleo: según el Banco de la República y BBVA Research, más del 74 % de los empleos creados recientemente pertenecen al sector informal, es decir, sin contrato legal, afiliación a la seguridad social o derechos laborales garantizados.

La informalidad alcanza un 56 % a nivel nacional, con variaciones significativas entre zonas urbanas (43 %) y rurales (más del 70 %). Estas cifras reflejan una estructura laboral segmentada y excluyente, en la que millones de trabajadores subsisten sin acceso a pensiones, salud, licencias remuneradas o mecanismos de protección frente al despido arbitrario.

2. GÉNERO Y SEGMENTACIÓN OCUPACIONAL: UNA CRÍTICA AL MODELO  LABORAL 

Aunque los hombres presentan una tasa de informalidad levemente superior en promedio, el análisis interseccional revela que las mujeres —especialmente en zonas rurales, con bajos niveles educativos o con responsabilidades de cuidado— enfrentan condiciones laborales más precarias. La tasa de participación laboral femenina apenas supera el 56 %, frente al 76 % de los hombres, y la tasa de desempleo de las mujeres es superior en al menos 4,6 puntos porcentuales.

Esta desigualdad no es sólo numérica, sino estructural: las mujeres están sobrerrepresentadas en sectores tradicionalmente feminizados —como servicios, educación, salud y trabajo doméstico— donde predominan contratos inestables, bajos ingresos y alta informalidad. Además, la sobrecarga de trabajo no remunerado en el ámbito doméstico limita las posibilidades de inserción plena y equitativa en el mercado laboral.

3. FEMINIZACIÓN DE LA POBREZA EN COLOMBIA. 

La pobreza en Colombia tiene rostro de mujer. El 44,2 % de los hogares colombianos está encabezado por mujeres, y de ellos, más del 41 % vive en situación de pobreza monetaria y el 16,7 % en pobreza extrema. En hogares con jefatura masculina, estas cifras son significativamente menores (33,1 % y 11,6 %, respectivamente).

En contextos rurales, la situación se agrava: el 50,4 % de los hogares con jefatura femenina vive en pobreza, enfrentando no solo la exclusión del mercado laboral formal, sino también la negación de derechos económicos fundamentales, como la propiedad de la tierra, el acceso al crédito o la participación en políticas de desarrollo productivo.

Esta feminización de la pobreza no es un fenómeno coyuntural, sino el resultado de una acumulación histórica de desigualdades estructurales, patriarcales y económicas que colocan a las mujeres —y particularmente a las madres cabeza de hogar— en una situación de desventaja persistente.

4. POLÍTICAS LABORALES, INFORMALIDAD Y EXCLUSIÓN. 

Las políticas laborales en Colombia han mostrado limitados avances en la superación de la informalidad y la promoción del trabajo decente. Las recientes reformas han enfocado sus esfuerzos en mejorar la cobertura de seguridad social y fortalecer el rol del Ministerio de Trabajo como ente de vigilancia. Sin embargo, persisten barreras institucionales y estructurales que limitan su efectividad: la carga tributaria para pequeñas empresas, la rigidez de ciertos marcos regulatorios, y la escasa fiscalización en sectores como el trabajo doméstico o el empleo agrícola.

Por otra parte, los mecanismos de protección social no han logrado adaptarse a las realidades del trabajo informal, dejando fuera del sistema a millones de personas que no cotizan, no tienen contrato, o dependen de ingresos variables. Esta situación perpetúa la precariedad, la exclusión y la pobreza intergeneracional.

5. PROPUESTAS PARA SUPERAR EL DESEMPLEO Y GARANTIZAR TRABAJO DIGNO. 

Frente a este panorama, es necesario replantear el enfoque de las políticas públicas desde una perspectiva estructural, de derechos y con enfoque de género. A continuación, se presentan algunas recomendaciones básicas:

1. Incentivar la formalización laboral, especialmente en pequeñas y medianas empresas, mediante la reducción progresiva de cargas parafiscales y beneficios tributarios condicionados a la afiliación de trabajadores al sistema de seguridad social.

2. Ampliar y fortalecer los mecanismos de inspección laboral, priorizando sectores con alta informalidad y vulneración de derechos laborales, e incorporando tecnologías de monitoreo y sistemas de denuncia accesibles.

3. Implementar políticas de corresponsabilidad social en el cuidado, incluyendo jardines infantiles públicos, ampliación de licencias parentales equitativas y programas de cuidado comunitario que liberen tiempo productivo para las mujeres.

4. Diseñar programas de formación técnica y reconversión laboral, orientados a sectores estratégicos (tecnología, manufactura, servicios especializados), con acciones afirmativas para mujeres, jóvenes y poblaciones rurales.

5. Construir un sistema de protección social adaptado a la informalidad, que garantice acceso progresivo a salud, pensiones y seguros de desempleo a quienes no cumplen con los requisitos tradicionales de cotización.

6. Fomentar el liderazgo económico femenino, mediante acceso preferencial a crédito, titularidad de tierras, participación en compras públicas y apoyo técnico para emprendimientos liderados por mujeres.

7. Monitorear de forma periódica y desagregada las condiciones laborales, los niveles de informalidad y pobreza, con indicadores específicos de género, territorio y sector económico, para orientar las decisiones públicas con base en evidencia.

6. IDEAS PARA UN REFLEXION QUE DEBE ABRIRSE. 

El desempleo en Colombia ya no es el único indicador crítico: la informalidad, la baja calidad del empleo y las profundas desigualdades de género configuran una problemática compleja que debe abordarse desde múltiples frentes. La feminización de la pobreza no es sólo una consecuencia del sistema laboral excluyente, sino un síntoma de un modelo de desarrollo inequitativo que perpetúa la desigualdad estructural.

Superar esta situación requiere una transformación profunda de las políticas laborales y sociales, que reconozca el trabajo como derecho y como base para una ciudadanía plena. Un trabajo digno, con derechos y con equidad de género, no es solo un objetivo social, sino una condición fundamental para la superación de la pobreza, la justicia económica y el desarrollo sostenible del país.

CARLOS MEDINA GALLEGO 

Historiador- Analista Político

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