SENTIDO Y FUNCIÓN DEL SERVIDOR PÚBLICO EN EL GOBIERNO DEL CAMBIO
Ética, compromiso y cultura de lo público
A propósito de los Consejos de Ministros en el gobierno del Pacto Histórico y otros gobiernos progresistas.
En contextos de transformación social y política, como los que promueven los denominados gobiernos del cambio, el papel del servidor público adquiere un significado trascendental. No se trata únicamente de una figura técnica encargada de cumplir funciones administrativas, sino de un agente activo en la construcción de una sociedad más equitativa, solidaria y justa.
En este marco, el servidor público debe reencontrarse con el valor intrínseco de lo público, no como un espacio neutro o burocrático, sino como un escenario privilegiado de servicio, de garantía de derechos y de fortalecimiento de lo común.
Este ensayo aborda el sentido y función del servidor público en un gobierno del cambio, profundizando en la importancia de lo público como bien común para el mejoramiento de la calidad de vida, en los valores y actitudes que deben guiar la labor del funcionario y en la necesidad de promover una cultura de lo público fundamentada en la solidaridad, la ética y la eficiencia.
I. EL GOBIERNO DEL CAMBIO Y LA REVALORIZACIÓN DE LO PÚBLICO
El término gobierno del cambio hace referencia a experiencias políticas que buscan superar modelos tradicionales, clientelistas o neoliberales de gobernanza, y que se proponen como alternativa para construir un Estado más justo, inclusivo y comprometido con el bienestar colectivo. En este tipo de gobiernos, la acción pública se orienta hacia la justicia social, la equidad, la participación ciudadana y la defensa de los derechos fundamentales.
En este marco, lo público deja de ser entendido como lo “estatal” en su forma más rígida, y se redefine como el espacio donde confluyen los intereses comunes de la sociedad. Es allí donde el Estado asume su responsabilidad de garantizar bienes y servicios esenciales —educación, salud, agua, infraestructura, cultura, seguridad social, etc.— no como mercancías sino como derechos. Lo público, por tanto, es sinónimo de bien común.
El servidor público es, en consecuencia, uno de los protagonistas fundamentales del cambio. Su función no es neutral: su desempeño afecta directamente la posibilidad de que el Estado cumpla con su misión social. Un gobierno del cambio no puede avanzar si quienes están encargados de ejecutar sus políticas no comprenden la profundidad ética y política de su tarea.
II. LA FUNCIÓN DEL SERVIDOR PÚBLICO COMO MEDIADOR DEL BIEN COMÚN
El servidor público es el mediador entre el Estado y la ciudadanía. En un gobierno orientado al cambio social, esa mediación no puede reducirse a trámites o procedimientos: debe encarnar un compromiso con los principios de equidad, justicia y solidaridad. El servidor público debe tener conciencia de que su labor está orientada al bienestar colectivo, y no al beneficio personal, político o corporativo.
Algunas de sus funciones fundamentales en este contexto son:
Garantizar el acceso universal y equitativo a los servicios y derechos fundamentales.
Implementar políticas públicas con enfoque territorial y diferencial, reconociendo las desigualdades históricas que afectan a ciertas poblaciones.
Promover la participación ciudadana, entendiendo que el poder no reside únicamente en el Estado sino también en las comunidades organizadas.
Ejercer un control social interno, al garantizar transparencia, eficiencia y lucha contra la corrupción desde adentro del aparato estatal.
Ser agente pedagógico, promoviendo en la ciudadanía una cultura de derechos, respeto por lo común y sentido de pertenencia por lo público.
El servidor público, en resumen, debe ser un constructor de paz, un promotor del desarrollo con equidad, un garante de derechos y un defensor activo del interés general por encima de los intereses particulares.
III. LO PÚBLICO COMO INSTRUMENTO - FUNDAMENTO DE LA CALIDAD DE VIDA.
El deterioro de lo público en muchos países ha sido resultado directo de la privatización, la corrupción, el desfinanciamiento estatal y el desprestigio institucional. Estos procesos han afectado gravemente la calidad de vida de millones de personas, especialmente de los sectores más vulnerables, para quienes los servicios públicos son la única posibilidad real de acceso a derechos.
En contraposición, el fortalecimiento de lo público tiene un impacto directo en el mejoramiento de la calidad de vida. Cuando se garantiza el acceso a servicios de salud dignos, educación gratuita y de calidad, vivienda, transporte, cultura y seguridad alimentaria, se generan condiciones materiales para que las personas vivan con dignidad y desarrollen sus potencialidades.
Por eso, en un gobierno del cambio, la función del servidor público va mucho más allá de cumplir con una norma o un horario laboral: implica asumir el compromiso de transformar positivamente la vida de la gente. Esta vocación de servicio es el corazón del trabajo público.
El valor de lo público no es solo funcional, sino también simbólico: fortalece el sentido de pertenencia, la cohesión social y la confianza ciudadana en las instituciones. Un funcionario que cuida lo público, que respeta a los usuarios, que responde con honestidad y eficiencia, está sembrando un modelo distinto de relación entre Estado y sociedad.
IV. VALORES Y ACTITUDES DEL SERVIDOR PÚBLICO TRANSFORMADOR
Un servidor público al servicio de un gobierno del cambio debe orientarse por un conjunto de valores y actitudes que superen el modelo burocrático tradicional. No basta con la formación técnica: es indispensable un compromiso ético y político con el proyecto de transformación social. Entre esos valores y actitudes se destacan:
1. Ética del cuidado: el servidor debe tener conciencia del impacto que su labor tiene en las vidas de otras personas, y actuar con responsabilidad y humanidad.
2. Compromiso con la justicia social: no puede haber neutralidad frente a la desigualdad. El funcionario debe contribuir activamente a cerrarla.
3. Transparencia: actuar con honestidad, rendir cuentas, resistir a las presiones clientelistas y rechazar cualquier forma de corrupción.
4. Empatía y respeto: reconocer la dignidad del otro, especialmente cuando se trata de personas marginadas, excluidas o afectadas por situaciones de vulnerabilidad.
5. Sentido de servicio: trabajar con disposición, actitud positiva, eficiencia y compromiso con los resultados.
6. Capacidad autocrítica y vocación de aprendizaje: reconocer errores, buscar mejorar continuamente, y estar dispuesto a construir conocimiento colectivo con la ciudadanía.
7. Trabajo colaborativo: fomentar la cooperación entre entidades, sectores y niveles de gobierno, y entre funcionarios y comunidades.
Estas actitudes permiten que el servidor público no sea un engranaje indiferente de la maquinaria estatal, sino un actor reflexivo, comprometido y transformador.
V. HACIA UNA CULTURA DE LO PÚBLICO SOLIDARIA Y EFICIENTE
La transformación del Estado y la construcción de un nuevo tipo de sociedad requieren también una nueva cultura de lo público. Es decir, un nuevo conjunto de prácticas, valores, lenguajes y formas de relación con lo común. Esta cultura debe basarse en la solidaridad, la eficiencia, la corresponsabilidad y la participación.
Para ello, se proponen los siguientes temas básicos de formación:
1. Historia de lo público y del Estado social de derecho: para comprender la evolución del rol estatal, sus luchas y sus logros.
2. Derechos humanos y principios constitucionales: como base del accionar público, garantizando que todas las acciones se orienten al respeto de la dignidad humana.
3. Ética del servicio público: con énfasis en la responsabilidad social, la integridad, la lucha contra la corrupción y el respeto por el bien común.
4. Gestión pública con enfoque territorial, diferencial y participativo: que reconozca las diversidades y promueva la equidad en la acción estatal.
5. Comunicación y atención al ciudadano: formación en habilidades blandas, escucha activa, resolución de conflictos y mejora del servicio.
6. Innovación y mejora continua: aprender a evaluar, rediseñar y optimizar procesos, usando tecnología y buenas prácticas para mejorar el impacto público.
7. Educación para la paz y la convivencia: entendiendo que el funcionario también es constructor de paz desde su ejercicio cotidiano.
La formación en estos temas no debe ser eventual ni superficial. Debe ser permanente, integral y coherente con los principios del gobierno del cambio, promoviendo una comunidad de servidores públicos conscientes de su misión transformadora.
IDEAS FUERZA PARA CERRAR ESTA REFLEXIÓN
Un gobierno del cambio necesita más que reformas legislativas o discursos ambiciosos: necesita personas comprometidas con lo común. El servidor público es pieza clave en este proceso. Su sentido y función deben renovarse desde una ética del cuidado, una profunda conciencia del valor de lo público, y una actitud permanente de servicio y compromiso.
Construir una nueva cultura de lo público no es tarea fácil ni rápida, pero es indispensable. Requiere formación, liderazgo, coherencia institucional y, sobre todo, voluntad política y ciudadana. En un país profundamente marcado por las desigualdades y la desconfianza institucional, el servidor público puede —y debe— convertirse en un faro de esperanza, integridad y eficiencia.
Porque en el corazón de cada política pública, de cada trámite, de cada intervención estatal, hay una vida, una comunidad, una historia que merece dignidad. Y el servidor público, en un gobierno del cambio, debe saber que su trabajo diario es parte esencial de esa dignidad compartida.
CARLOS MEDINA GALLEGO
Historiador y Analista Político
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