¿ES POSIBLE NEGOCIAR CON EL ELN?
Historia, realidades y desafíos de un proceso inacabado e incierto
Al obstinado LUCHO CELY que espera el milagrito con fé...
El Ejército de Liberación Nacional (ELN) es, desde hace más de medio siglo, uno de los actores armados insurgentes más persistentes en la historia contemporánea de Colombia. Su longevidad no solo se explica por factores militares, sino por una compleja combinación de raíces ideológicas, estructuras descentralizadas, economías de guerra adaptativas y un manejo político que oscila entre el pragmatismo y el dogmatismo.
Las negociaciones con el ELN han sido una constante frustrada en la historia reciente: múltiples gobiernos —desde César Gaviria en los años noventa hasta Gustavo Petro en la actualidad— han intentado abrir canales de diálogo, con avances puntuales y rupturas abruptas. La pregunta que persiste es si existe, hoy, una posibilidad real de negociación o si las condiciones objetivas y subjetivas del conflicto hacen inviable un acuerdo definitivo.
Para responderla, es necesario revisar la trayectoria histórica del grupo, los factores que lo diferencian de otras guerrillas como las FARC, las características estructurales que dificultan o facilitan un diálogo, y el contexto político actual, enmarcando todo ello en las experiencias pasadas y en los dilemas de seguridad y gobernabilidad que enfrenta Colombia.
1. RAÍCES HISTÓRICAS Y PERSISTENCIA DEL ELN
El ELN surge en 1964, influenciado por tres corrientes principales:
1. La Revolución Cubana y el foquismo guevarista.
2. La teología de la liberación y la opción preferencial por los pobres.
3. El MARXISMO-LENINISMO como base doctrinal.
A diferencia de las FARC, que nacieron de una estructura campesina comunista más homogénea, el ELN se construyó en torno a un núcleo universitario e intelectual, con fuerte influencia de sacerdotes como Camilo Torres Restrepo. Este origen marcó su estilo: una combinación de discurso político-ideológico, retórica moralizante y acciones armadas de alto impacto.
Durante las décadas de 1970 y 1980, el ELN sobrevivió en condiciones de marginalidad militar, pero logró consolidar un modelo de financiación basado en el secuestro extorsivo y la explotación de rentas ilegales, particularmente del petróleo. Su inserción en regiones periféricas —Arauca, Chocó, Nariño, Catatumbo— le permitió tejer vínculos con comunidades en contextos de abandono estatal, fortaleciendo su legitimidad relativa como actor armado.
2. INTENTOS DE NEGOCIACIÓN: del fracaso al escepticismo
Colombia ha registrado al menos seis intentos formales de diálogo con el ELN desde 1991, todos sin un acuerdo definitivo.
Caracas y Tlaxcala (1991–1992): se intentó un diálogo conjunto FARC–ELN–Gobierno, truncado por atentados y falta de acuerdos mínimos.
Maguncia y La Habana (1998–2002): bajo Andrés Pastrana, se exploró una agenda, pero el ELN rechazó un despeje territorial y se estancó el proceso.
México y Cuba (2005–2007): con Álvaro Uribe, se buscó un preacuerdo de agenda; las desconfianzas mutuas y la presión militar lo impidieron.
Quito, Caracas, La Habana (2016–2019): el gobierno Santos abrió un proceso formal con una agenda en seis puntos. El atentado contra la Escuela General Santander en 2019 cerró las puertas al diálogo.
La “Paz Total” de Gustavo Petro (2022–2025): se reinstaló la mesa, con avances parciales en cese al fuego y participación social, pero sin ruptura de hostilidades ni reducción clara de las economías ilícitas.
Estos fracasos muestran que la negociación con el ELN no ha sido simplemente un problema de voluntad política, sino de incompatibilidad estructural entre sus formas de operar y las exigencias estatales de desarme y sometimiento.
3. DIFERENCIAS ESTRUCTURALES CON LAS FARC
El caso de las FARC suele ser usado como referente para medir las posibilidades con el ELN, pero esa comparación es engañosa.
1. ESTRUCTURA ORGANIZATIVA:
Las FARC tenían un mando centralizado con capacidad de imponer disciplina interna.
El ELN es una federación de frentes con alto grado de autonomía militar y política, lo que dificulta una negociación unificada.
2. VISIÓN DEL PROCESO DE PAZ:
Las FARC apostaron a un acuerdo político integral con garantías para la acción legal.
El ELN concibe la paz como transformaciones estructurales previas al desarme, lo que convierte la negociación en un diálogo más político que transaccional
3. ECONOMÍAS DE GUERRA:
Las FARC tenían una base amplia en el narcotráfico, pero con redes logísticas centralizadas.
El ELN diversifica sus rentas —oro, coca, contrabando, extorsión— con frentes que negocian y pactan alianzas coyunturales con actores locales y transnacionales.
4. FACTORES QUE DIFICULTAN UNA NEGOCIACIÓN REAL
4.1 Autonomía de frentes
La descentralización hace que un acuerdo con el Comando Central (COCE) no garantice obediencia total en terreno. Esto se ha visto en Arauca y Chocó, donde frentes continúan acciones ofensivas durante el cese al fuego.
4.2 Agenda maximalista
El ELN plantea como condición discutir reformas estructurales del modelo económico, la política minero-energética, la doctrina militar y la participación comunitaria vinculante. Esto desborda la capacidad de un gobierno para negociar, pues requiere consensos legislativos y sociales que trascienden el ciclo político.
4.3 Control territorial binacional
La presencia en la frontera colombo-venezolana les da refugio estratégico y capacidad de maniobra, con márgenes para eludir presiones militares.
4.4 Legitimidad armada en comunidades específicas
En zonas donde el Estado no logra garantizar seguridad o servicios básicos, el ELN conserva apoyo o tolerancia social, lo que disminuye los incentivos a un desarme unilateral.
5. FACTORES QUE PODRÍAN FACILITAR UN DIÁLOGO
No todo es inviabilidad. Existen elementos que podrían —si se alinean— crear una oportunidad.
5.1 Cansancio estratégico
Aunque no se vislumbra una derrota militar del ELN, sus mandos saben que el conflicto prolongado agota recursos, aumenta riesgos judiciales internacionales y reduce su margen político.
5.2 Experiencias regionales
Procesos de paz en Centroamérica y África han demostrado que grupos insurgentes fragmentados pueden negociar si existe una combinación de presión militar selectiva y garantías políticas.
5.3 Incentivos internacionales
La presión diplomática y económica de países garantes y vecinos podría empujar a sectores del ELN a un acuerdo parcial, sobre todo en frentes que dependen de economías ilícitas más vulnerables a la interdicción.
6. EL CONTEXTO POLÍTICO BAJO EL GOBIERNO DE GUSTAVO PETRO
La política de “Paz Total” busca una negociación simultánea con múltiples actores: ELN, disidencias de las FARC, bandas criminales y estructuras paramilitares. Este enfoque, aunque ambicioso, diluye la atención y los recursos, generando un escenario donde el ELN no siente una presión específica y puede usar la mesa para ganar tiempo.
En el plano interno, Petro cuenta con respaldo limitado en el Congreso, lo que reduce su capacidad de aprobar reformas de alto calado que el ELN exige como parte de la “transformación estructural”. Además, la creciente polarización política y el desgaste del gobierno en su tercer año debilitan la viabilidad de compromisos de largo plazo.
7. ESCENARIOS POSIBLES
7.1 Negociación integral
Poco probable en el corto plazo. Requeriría que el ELN acepte discutir simultáneamente su desarme y una agenda de reformas factibles en el marco institucional, algo que hoy no parece en sus planes.
7.2 Acuerdo humanitario parcial
Más factible: se podrían pactar ceses al fuego renovables, liberación de secuestrados, desminado y alivio humanitario en zonas críticas. Este modelo serviría para reducir la violencia sin resolver el fondo del conflicto.
7.3 Negociación fraccionada por frentes
Riesgosa pero posible: acuerdos con estructuras específicas que muestren disposición a la reintegración, dejando por fuera a sectores más duros.
7.4 Estancamiento estratégico
El escenario más probable: la mesa continúa como espacio político, pero sin resultados sustanciales, mientras el ELN mantiene su capacidad militar y de financiación.
8. CONSIDERACIONES ÉTICAS y POLÍTICAS
Negociar con el ELN implica un dilema central: ¿hasta dónde puede el Estado flexibilizar su agenda sin legitimar prácticas que violan el derecho internacional humanitario, como el secuestro o el reclutamiento de menores?
La experiencia histórica indica que ceder sin resultados verificables debilita la legitimidad estatal, mientras que romper la mesa en momentos de alta expectativa pública puede incrementar la violencia.
El reto está en construir una combinación de incentivos y presiones que haga más costoso para el ELN continuar la guerra que abandonarla, y que simultáneamente ofrezca una vía de integración política sin impunidad absoluta.
A MANERA DE CIERRE
La posibilidad real de negociar con el ELN existe, pero es condicional y frágil. No depende únicamente de la voluntad política del gobierno, sino de una convergencia de factores: unidad interna del ELN, presión militar selectiva, incentivos internacionales, garantías políticas claras y un marco de participación social que no se convierta en excusa para eternizar el proceso.
La historia demuestra que los intentos fallidos han dejado lecciones costosas: el exceso de confianza en compromisos verbales, la subestimación de la autonomía de frentes y la ausencia de mecanismos robustos de verificación han minado la credibilidad de la negociación.
En el contexto actual, el escenario más realista es avanzar en acuerdos humanitarios parciales que reduzcan el impacto del conflicto en comunidades vulnerables, mientras se exploran condiciones para un diálogo más profundo. La “paz total” podría servir como paraguas, pero el ELN seguirá siendo un actor difícil de alinear, cuyo tránsito de la guerra a la política requerirá más que mesas de negociación: demandará un rediseño de la presencia estatal, una política de seguridad que no sea puramente militarista y un consenso político nacional que hoy todavía parece lejano.
CARLOS MEDINA GALLEGO
Hustoriador- Analista Político
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