HACIA UNA
POLÍTICA DE SEGURIDAD CIUDADANA HUMANA, DEMOCRÁTICA Y PROFESIONAL.
A CLAUDIA GOMEZ por sus valiosos aportes a los estudios sobre la seguridad ciudadana y la institución policial.
En un contexto de
complejas transiciones sociales, conflictos persistentes, desconfianza
ciudadana y mayor demanda de seguridad, los problemas de la seguridad ciudadana
no pueden continuar siendo un asunto exclusivamente policial o de
aplicación del ejercicio de la fuerza bruta del Estado.
Este nuevo enfoque exige una transformación profunda de la política de seguridad ciudadana, que articule tres grandes pilares: la creciente profesionalización de la policía, la concurrencia integral de la institucionalidad estatal y la participación activa y consciente de las comunidades.
No se trata solo de garantizar el orden público, sino de construir seguridad con legitimidad, confianza y proximidad entre ciudadanos y agentes del Estado.
I. Seguridad humana: una nueva concepción de la seguridad
La seguridad humana implica proteger a las personas no solo frente al delito, sino también frente a amenazas estructurales como la pobreza, la exclusión, la violencia institucional, el abandono estatal y la impunidad. En este marco, la seguridad deja de ser un privilegio de unos pocos o una herramienta de represión, para convertirse en un derecho que debe ser garantizado por el Estado con enfoque de derechos humanos, género, etnia y territorio.
Para materializar este enfoque, se requiere una reorganización profunda de la Policía Nacional, que supere los modelos de corte militarista y autoritario heredados del conflicto armado, para convertirse en una institución civil al servicio de la ciudadanía, de carácter preventivo, respetuosa de las libertades, que proteja la vida y los derechos fundamentales.
II. La profesionalización de la Policía: entre la formación, la ética y la legitimidad
La profesionalización de la policía no puede limitarse a capacitaciones técnicas. Requiere una formación integral, permanente y crítica en derechos humanos, resolución de conflictos, manejo de crisis, derechos civiles, historia del país, legislación nacional e internacional, salud mental y enfoque diferencial. La policía no puede seguir funcionando como un aparato reactivo y violento, sino como un cuerpo que actúe con criterio ético, empatía y vocación de servicio público.
En este proceso, es indispensable una revisión profunda de la estructura institucional de la Policía, que reorganice sus aspectos administrativos, operativos y formativos. Esta reorganización debe centrarse en:
Fortalecer los mecanismos de control interno y externo, con participación ciudadana y veeduría social.
Separar funciones civiles y militares, delimitando claramente el papel constitucional de la Policía como fuerza civil y no como brazo represivo del Estado.
Reformular el sistema de ascensos, priorizando el mérito, la conducta ética, la formación en derechos humanos y la capacidad de liderazgo democrático.
Ampliar la presencia territorial de la policía comunitaria, orientada al diálogo, la mediación y la construcción de confianza con las comunidades.
III. Concurrencia
institucional: más allá del modelo policial
Este modelo debe
promover:
- Planes integrales de convivencia y cultura ciudadana, que fortalezcan el tejido social y generen dinámicas colectivas de cuidado mutuo, solidaridad y participación.
IV. La comunidad como
protagonista de la seguridad legítima
V. Policía civil: la
urgencia de su desmilitarización
- Retirar a la policía del Ministerio de Defensa y reubicarla en una cartera civil como el Ministerio del Interior o un Ministerio de Seguridad Ciudadana con enfoque de derechos.
- Sustituir la doctrina de enemigo interno por una doctrina del cuidado, la prevención y la protección ciudadana.
- Definir claramente los roles, límites y atribuciones de la Policía en consonancia con los estándares constitucionales, eliminando ambigüedades que han favorecido el abuso de poder y el uso desproporcionado de la fuerza.
La legítima protesta
social, consagrada como derecho fundamental, debe ser respetada por la Policía.
No puede seguir tratándose como amenaza, sino como una expresión legítima de la
ciudadanía en una democracia robusta. La respuesta no puede ser la represión,
sino el acompañamiento preventivo, la mediación y la garantía de derechos.
Una policía más humana también requiere humanizar las condiciones de vida y trabajo de sus agentes. La salud mental de los policías ha sido históricamente relegada, generando consecuencias graves: depresión, violencia intrafamiliar, suicidios, estrés crónico, agresividad y adicciones.
Es indispensable implementar una política de salud mental integral para los miembros de la institución, que contemple:
- Atención psicológica permanente y especializada.
- Espacios de descompresión emocional tras situaciones de alto impacto.
- Procesos de formación en inteligencia emocional, autocuidado y gestión del estrés.
VII. Una política de
seguridad con enfoque de derechos, democracia y paz
- La articulación de toda la institucionalidad pública en torno a la seguridad humana.
- La participación activa de las comunidades como sujetos de derechos y corresponsables de la seguridad.
- La desmilitarización y redefinición de los roles institucionales en consonancia con la Constitución.
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