EDUCACION
PARA LA PAZ
CARLOS
MEDINA GALLEGO
Docente-Investigador
Universidad Nacional de Colombia
NOTAS PARA UN CONVERSATORIO
1.
El conflicto
armado en Colombia ha dejado más de 8,7 millones de víctimas y más de 6,5
millones de personas desplazadas. Ha sido una guerra que ha permeado desde
nuestra manera de pensar hasta nuestra manera de sentir; naturalizando o
legitimando en muchos casos de la vida pública y privada el uso de la fuerza,
la agresión o cualquier tipo de violencia para tramitar los múltiples
conflictos que se presentan en la cotidianidad.
2.
Ante el gran reto
de la construcción de una paz estable y duradera, necesitamos como sociedad
romper con estereotipos y paradigmas que han alimentado la cultura de la guerra
y propiciado que nos veamos los unos a los otros como enemigos, olvidando que
todos somos colombianos independientemente de nuestro lugar ideológico o de procedencia;
generando brechas profundas entre el campo y la ciudad; avivando las
diferencias sin reconocerlas como necesarias dentro de una democracia.
3.
Es el momento de
transformar estas dinámicas y hacer la transición hacia una cultura de paz,
donde quepa la diferencia y la oposición; donde sea posible el encuentro y
diálogo entre las zonas rurales y urbanas, y, sobre todo, donde empecemos a
reconocernos como habitantes de un mismo país, con la responsabilidad de
aportarle a la construcción de su paz.
4.
En palabras de
Vicenç Fisas, “la guerra y cualquier forma de violencia organizada son
fenómenos culturales, y, como tales, se aprenden y se desaprenden. Dicho en
otros términos, tanto la guerra como la paz son frutos culturales, resultados
de decisiones humanas y de empeños sociales. La paz, a fin de cuentas, no es
otra cosa que la síntesis de la libertad, la justicia y la armonía; tres
elementos vivos y dinámicos que no dependen de la biología. Pueden o podemos
educarnos para una cosa o para la otra, por lo que el ideal de ilegitimar
moralmente la violencia es un reto cultural de rimera magnitud”.
5.
Cotidianamente
hemos escuchado la frase “quien no conoce su historia está condenado a
repetirla”. En el momento actual que atraviesa la sociedad colombiana, y para generaciones
futuras, es fundamental conocer los múltiples y diversos esfuerzos de
negociación que se han dado en nuestra historia con actores armados al margen
de la ley. Reconocerlos nos permite dimensionar la magnitud de la influencia de
la historia de la guerra en el desarrollo de nuestras generaciones.
6.
En Colombia, los
esfuerzos por la paz, ha tenido varios procesos de negociación con actores
armados al margen de la ley. Estos sirvieron como insumos y aportaron lecciones
aprendidas para la negociación entre el Gobierno y las FARC.
7.
Algunos de los
aprendizajes fueron:
8.
La mayoría de
estos acuerdos presentaron un marco legal para un proceso de desarme,
desmovilización y reintegración, donde el objetivo fue sacar a un grupo de
personas de la lucha armada; pero no tuvieron en cuenta aquellos asuntos que
facilitaron históricamente la reproducción del conflicto armado.
9.
En estos procesos
se consideraron temas de reincorporación política como proyecto político
colectivo; no obstante, algunos fracasaron debido a condiciones tales como la
estigmatización, falta de garantías para la oposición y falta de condiciones
para el ejercicio de la política en términos de apertura democrática.
10.
Dentro de estos
procesos se identificaron dificultades en términos de reincorporación económica
y social, debido a la falta de apoyos y
seguimientos a los procesos.
11.
Faltó un enfoque
de perspectiva comunitaria en materia de reincorporación, que permitiera la
armonización con los procesos locales y promoviera espacios de reconciliación y
convivencia.
12.
Fueron procesos
que tuvieron poca o nula participación de las comunidades y de las diferentes
regiones del país, lo cual generó poca apropiación y legitimidad.
13.
En procesos
pasados faltó el reconocimiento a las víctimas; además de mecanismos robustos,
de verdad, justicia y reparación.
¿Qué es
Educación para la Paz?
14.
Los procesos de
construcción de paz se componen de diferentes aspectos sociales, económicos,
políticos, educativos, culturales y ambientales, que buscan la transformación
de un contexto social y/o político determinado que se encuentra en conflicto
armado o crisis.
15.
Dentro de un
proceso amplio de construcción de paz, se entiende al campo de la Educación
para la Paz como uno epistemológico y de metodologías, que aporta las
herramientas necesarias para aprender a abordar los conflictos humanos de una
manera positiva y, por tanto, evita la expresión violenta de los conflictos,
que son inherentes a la naturaleza humana.
16.
Así mismo, la
Educación para la Paz corresponde a un enfoque de análisis teórico del cual se
desprenden muchos tipos de pedagogías y perspectivas para crear una cultura de
paz.
17.
La Educación para
la Paz responde a nuevas formas educativas, es decir, nuevas prácticas para
abordar los contextos sociales donde hay o ha habido varias expresiones de
conflicto y violencia (directa, estructural y cultural, según Johan Galtung
1990).
18.
La disciplina
como campo teórico y práctico surgió en años posteriores a la Primera y Segunda
Guerra Mundial, cuando las y los educadores buscaban herramientas para prevenir
futuras guerras y se enfocaron en enseñar para la paz; para la no repetición de
la guerra. En este sentido, distintos teóricos y pedagogos han desarrollado
pedagogías para la paz cuyo fin último es la puesta en práctica de metodologías
que pueden enseñar a las personas y a la sociedad a transformar la cultura de
la violencia hacia una cultura de paz.
19.
El término
cultura de paz hace referencia a “un conjunto de valores, actitudes,
tradiciones, comportamientos y estilos basados en el respeto a la vida, el fin
de la violencia y la promoción y la práctica de la no-violencia por medio de la
educación, el diálogo y la cooperación” (Resolución No.53/243, Declaración y
Programa de Acción sobre una Cultura de Paz, Asamblea General de la ONU).
20.
Por tanto, el
campo de la Educación para la Paz concibe la paz no solo como la ausencia de
guerra y/o violencia, sino también como un proceso positivo, dinámico y
participativo en el que se promueven el diálogo y la regulación de los
conflictos, en un espíritu de entendimiento y cooperación mutuos (Ibídem.
Resolución No. 53/243 ONU).
21.
Las pedagogías
que le apuestan a la transformación y construcción de una cultura de paz
fomentan cambios en la forma de relacionarse las personas y colectivos,
mediante prácticas de justicia social que incluyen relaciones justas, de
tolerancia, inclusión, respeto de los Derechos Humanos en todas las esferas,
mediación, encuentros interpersonales e interculturales, entre otros ámbitos
que dignifican la existencia humana y permiten la convivencia pacífica y
democrática.
22.
Así mismo,
integran la propia experiencia con la realidad, estimulan la transformación y
superación de las violencias transmitidas de generación en generación, y
fomentan vías pacíficas y creativas para transformar conflictos, analizarlos
dialogar, debatir con respeto, cooperar, arbitrar, reconocer intereses y
necesidades propias y de las y los demás; entre otras muchas prácticas y
capacidades.
23.
Educar para la
paz, en otras palabras, significa proveer a las personas y a los grupos
sociales de la autonomía suficiente para que puedan discernir y razonar acerca
de la realidad que los rodea y, finalmente, decidir con toda libertad la
defensa de los derechos propios y de las y los demás; la aceptación de
diferencias y divergencias de una manera no-violenta, donde además se reconozca
y valore la diversidad y las particularidades de los distintos territorios en
nuestro país. Igualmente, significa tener en cuenta de manera diferencial y
prioritaria a grupos étnicos y mujeres, que, como ya ha sido expuesto por la
Corte Constitucional de Colombia en repetidas sentencias y autos, han sido las
poblaciones más afectadas por el contexto del conflicto armado.
24.
¿Cuáles son los
contenidos que desarrollan una Educación y Pedagogía para la Paz?
25.
La Educación para
la Paz con el fin de comprender desde una perspectiva holística, integral, los
tópicos necesarios para una formación orientada a una cultura de paz; demanda
formar en valores y actitudes que promuevan la desnaturalización de la violencia,
los Derechos Humanos, la reconciliación, la multiculturalidad, la solidaridad y
el respeto por el medio ambiente.
26.
Las amenazas más
graves a la paz no se limitan a las guerras; opresión, exclusión, explotación,
miseria, entre otras, promueven culturas de violencia. Cualquier esfuerzo por
lograr una cultura de paz debe dirigirse al reconocimiento permanente del
otro(a), a la comprensión, cooperación y responsabilidad entre personas, y a
educar para el diálogo, la empatía, la comunicación no-violenta y la
solidaridad. Esto significa inculcar valores y actitudes que permitan
transformar todo paradigma e imaginario que impulsaba a prácticas violentas.
27.
Educar para una
cultura de paz significa fomentar espacios donde las personas puedan expresar
sus desacuerdos, discutir, deliberar, contrastar, actuar, transformar su mundo
individual y colectivo, adquiriendo un compromiso social y un grado de
conciencia que lleve a la reflexión de la importancia frente al cuidado del
otro(a) y de lo otro. Se trata así de fomentar una actitud que asuma los
conflictos como posibles escenarios de oportunidades en lugar de escenarios
violentos; con valores, actitudes, comportamientos y modos de vida basados en
la no-violencia y el respeto de los derechos y libertades fundamentales de cada
persona.
28.
Es por esto que
la Educación para la Paz debe ser asumida desde una perspectiva holística y
sistémica en la que todo está vinculado y conectado. Swee-Hin Toh propone entenderla desde los principios de
Los Seis Pétalos de la Educación para la Paz, que se centran en:
Ø
Educar para vivir
con justicia y compasión.
Ø
Educar para
promover los Derechos Humanos y las responsabilidades.
Ø
Educar para
construir el respeto cultural, la reconciliación y la solidaridad.
Ø
Educar para vivir
en armonía con la Tierra.
Ø
Educar para
cultivar la paz interior.
Ø
Educar para
desmantelar la cultura de la guerra.
Educar para vivir con justicia y
solidaridad
Palabras
claves: empatía, conciencia,
responsabilidad, reconocimiento, comunicación no-violenta.
29.
Es importante
relacionar el principio de justicia, con la solidaridad. La solidaridad es un
principio ético que guía las interrelaciones de la vida, desde sus micro-niveles
hasta sus macro-niveles. La solidaridad significa ser capaz de expresar
sentimientos auténticos por el sufrimiento de los y las demás, y realizar un
proceso de conciencia y reflexión para luego transformar las condiciones que
conducen a tales sufrimientos e injusticias.
30.
En otras
palabras, la compasión requiere voluntad de reconocimiento de la
responsabilidad por las condiciones de violencia estructural de la sociedad
(exclusión, opresión, necesidades básicas insatisfechas). Esto es posible a
partir de la empatía, entendida como la capacidad de comprender las necesidades
y sentimientos del otro(a) a través de la identificación con sus emociones;
esto, a su vez, se logra mediante procesos de comunicación no-violenta o
empática.
31.
Educar para la
solidaridad y la justicia pasa por fortalecer las capacidades de comunicación
no-violenta; en palabras de Marshall Rosenberg, el propósito de la comunicación
no-violenta o empática es crear calidad de conexión humana para poder
determinar los sentimientos reales de las personas y sus necesidades, con el
fin de generar las condiciones necesarias para la cooperación y el bienestar.
Educar para
promover los Derechos Humanos y la responsabilidad
Palabras
claves: D.D.H.H, responsabilidades,
ciudadanía, Declaración Universal de los Derechos Humanos.
32.
Una cultura de
paz requiere ciudadanos conocedores de sus derechos y deberes. Educar para la
promoción y la protección de los Derechos Humanos implica el conocimiento de
los derechos de primera, segunda y tercera generación, que en primera instancia
pasa por conocer la Declaración Universal de los Derechos Humanos y el análisis
histórico y contextual de los derechos civiles y políticos; los derechos
sociales y económicos, y los derechos llamados de “tercera generación” o
“Derechos de Solidaridad”.
33.
Los contenidos de
la Educación para la Paz se deben poder vivenciar; por esta razón es clave que
más allá de enseñar cuáles son los DD.HH. y sus mecanismos de protección, estos
puedan leerse a la luz de las realidades que los estudiantes viven.
Educar para cultivar la paz interior
Palabras
claves: espiritualidad, conciencia,
responsabilidad, emancipación.
34.
Hay un creciente
consenso frente a que las fuentes de valores y prácticas pacíficas no deben ser
ignoradas, junto con sus dimensiones internas. Educar para cultivar la paz
interior significa reconocer las diversas tradiciones, creencias y culturas que
apuestan por trabajar la espiritualidad, lo cual les permite a las personas un
autorreconocimiento de sus debilidades y fortalezas y cómo canalizarlas.
35.
Esto supone una
mirada hacia nuestro interior, para darnos la posibilidad de decidir y
ejercitar el derecho de pensar lo que queremos, imaginarnos un mejor futuro y
practicar la política en primera persona, sin más intermediarios que nuestra
propia conciencia, para después coparticipar con nuestras y nuestros semejantes
reconociéndonos como autoridad con capacidad creativa (autoridad en términos de
conocimiento, no de poder). Y asumir que estos actos pueden transformar la
realidad.
36.
Desde este
enfoque, se puede establecer que el reto de la educación y de la cultura de paz
es darles responsabilidad a las personas para hacerlas protagonistas de su
propia historia, con instrumentos de transformación que no impliquen la
destrucción u opresión ajena, intransigencia, odio ni exclusión, puesto que
ello supondrá la anulación del propio proyecto de emancipación y desarrollo
(Fisas, s.f.).
Educar para
desmantelar la cultura de la guerra
Palabras
claves: violencia directa, violencia
estructural, violencia cultural, transformación de conflictos, cultura de paz.
37.
Educar para
desmantelar la cultura de la guerra pasa por educar para la transformación de
los conflictos de manera no-violenta, y por educar para una conciencia crítica
frente a las distintas violencias existentes (directa, cultural y estructural).
Se trata, así, de generar procesos que permitan parar la reproducción de la
violencia como algo ‘normal’, y fortalecer capacidades que permitan transformar
los conflictos, comprendiendo que existen múltiples maneras de ejercer
violencia.
38.
En palabras de
Fisas, “el empeño en construir una cultura de paz pasa por desacreditar todas
aquellas conductas sociales que glorifican, idealizan o naturalizan el uso de
la fuerza y la violencia, o que ensalzan el desprecio y el desinterés por los
demás, empezando por disminuir al máximo posible el desinterés y el abandono de
los más pequeños, con objeto de que estas criaturas puedan vivir experiencias de
cariño, respeto, implicación, amor, perdón y protección; para que después, de
mayores, puedan transmitir estas vivencias a otras personas con mayor
facilidad” (Fisas, s.f.).
Entender los
conflictos y saberlos transformar
39.
La teoría de la
Educación para la Paz ha enfatizado en el objetivo de educar para una
conciencia crítica y transformadora que ayude a identificar patrones
conflictivos en las sociedades, y a desaprender conductas violentas que
resultan a veces invisibles debido a tan normalizadas que se encuentran. Esto
supone trabajar la perspectiva positiva del conflicto y generar estrategias y
habilidades que ayuden a las personas y a las sociedades en su conjunto a
abordarlo de manera no-violenta.
40.
El marco
pedagógico de la Educación para la Paz empieza por entender los conflictos, sus
causas, actores y dinámicas, para poder vislumbrar vías alternativas para su
transformación. Tal como lo plantea Johan Galtung, “educar para la paz es
enseñarle a la gente a encarar de manera más creativa, menos violenta, las
situaciones de conflicto, y darles los medios para hacerlo” (Galtung 1997). En
tal sentido, la transformación positiva de los conflictos pasa
indefectiblemente por fortalecer la capacidad de tomar acciones por parte de
quienes sufren directamente el conflicto, a través de un proceso que se ha
llamado “empoderamiento”.
41.
Es decir que
muchos conflictos desaparecerían o disminuirían en intensidad, si en el momento
oportuno y en sus primeras manifestaciones se promueve tanto el uso y
desarrollo de las capacidades para la convivencia como los medios necesarios
para que las y los actores se acerquen a procesos de diálogo horizontal e
intervengan movilizando a tiempo las fuerzas tradicionales, económicas,
sociales, culturales e intelectuales del contexto; por esto es necesario el
empoderamiento de grupos sociales que puedan ser vulnerables.
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