LAS FARC HAN SIDO “ASALTADAS” EN SU BUENA FE…
Carlos
Medina Gallego
Docente
Investigador
Universidad
Nacional de Colombia
Haber alcanzado un acuerdo, luego de un largo
proceso de conversaciones que se tomó más de seis años, es apenas el punto de
partida de un prolongado periodo de tensiones y conflictos que se fijan como
propósito acercar lo acordado a una etapa de implementación en la que el Estado
tiene la mayor responsabilidad en relación con el cumplimiento de lo pactado,
no solo como requerimiento de orden constitucional de garantizar la paz a la
nación, sino, de construir las seguridades y confianzas para recuperar su
propia credibilidad en relación con el manejo de los conflictos sociales y
políticos de la nación, la construcción no solo del orden legal, que se lo da
la norma si se cumple, sino, de la legitimidad que se la concede la sociedad
cuando reconoce y avala sus esfuerzos,
acompaña sus compromisos y vigila el cumplimiento de los mismos.
Lo que se ha comenzado a manifestar desde muy
temprano, es un gobierno impotente para cumplir los acuerdos en un escenario político
complejo y con una institucionalidad que funciona, según sus parámetros, libres
de toda responsabilidad con el acuerdo. La fase de implementación, se sale de
la estrecha órbita del gobierno y entra en la complejidad de intereses del
orden Estatal y su enredada institucionalidad, compromete las ramas legislativa
y judicial, los partidos políticos y la sociedad en su conjunto. La implementación
de los acuerdos se da en un periodo de cierre de gobierno, agotamiento de los
entusiasmos de los diálogos y de los acuerdos, en un ambiente de creciente polarización
y de reconfiguración parcial del mapa político y de cambio de la administración
del Estado. Esta situación, resulta grave y preocupante en la medida que el
proceso político nacional ha dispersado las fuerzas de la paz que sienten que
cada vez gana más terreno los resultados del plebiscito el 2 de octubre de 2016, que produce
una inflexión que puede convertir un proceso aparentemente exitoso en un
estruendoso fracaso y en la práctica, en
un fraude político a las FARC que sienten en medio de la impotencia como se va
desfigurando a cada paso el cumplimiento del acuerdo.
En la práctica lo que se está viendo es que las
FARC han sido engañadas, por una institucionalidad perversa, que pasa por
encima de los acuerdos, desconoce los compromisos, e irrespeta no solo a las
FARC, sino, a la comunidad nacional e internacional. Se siente un sentimiento
de impotencia reprimida, de rabia sorda, una sensación de engaño que hace que
la más bella experiencia política de las últimas cinco décadas, la carta de presentación
de un pueblo de parias a la sociedad civilizada, se venga a pique en el
desparpajo de una clase política inútil, cuyo único propósito son sus propios intereses
corruptos y mezquinos, libres de toda ley y todo orden.
El acuerdo se viene renegociando una y otra vez y
las posibilidades de lo que representaba en su conjunto, nada distinto a una
reforma liberal democrática capaz de enfrentar los problemas estructurales de
la nación, se va derrumbando en medio del cinismo y la irresponsabilidad institucional.
Los partidos políticos tradicionales y la extrema derecha, conjuntamente con la
fiscalía, se alían en la práctica para
reducir el acuerdo a su mínima expresión, a su propósito inicial, que no consistía
en otra cosa que en desarmar a las FARC y llevar su dirigencia a la cárcel. El
Congreso precarizo la Jurisdicción Especial
para la Paz y la redujo prácticamente a los miembros de las FARC.
Nadie puede negar que las Farc han cumplido a
cabalidad con lo acordado y que continúan con obstinación en sacar adelante su
proceso de paz. Si se han producido disidencias eso es propio de cada proceso,
pero si se han incrementado las disidencias obedece a un sistemático
incumplimiento del gobierno con los reincorporados y es responsabilidad
exclusiva de la ineptitud y la incapacidad del Estado para mantener motivados
en la institucionalidad a quienes se reincorporaron.
Se equivoca el gobierno, la clase política y la
sociedad en su conjunto si creen que la entrega de las armas, es suficiente
para acabar la violencia, es la mirada más miope que pueda tener una sociedad.
Cuando el dispositivo de la violencia se dispara las armas salen de la nada. Lo
único que puede disminuir la violencia de naturaleza política es un proceso de trasformaciones
democráticas incluyentes que garantice a la sociedad un mínimo de derechos y
oportunidades. Ese era el propósito del
acuerdo. No era un acuerdo para hacer ninguna revolución, es un acuerdo de mínimos
que comprometen en lo rural una reforma integral, en lo político la ampliación de
la democracia y la participación política, y el reconocimiento del derecho de
las víctimas y, pare de contar, lo demás son procedimientos. Como bien se ha
señalado por distintos sectores se trataba de desatar un ciclo reformista, subrayo -reformista- y no de
transformaciones estructurales de la sociedad colombiana, sino como una etapa
necesaria de realización de reformas históricamente aplazadas que podían
enfrentar en principio, causas que habían sido definidas como de origen y de
persistencia del conflicto.
El acuerdo general, contemplo la reincorporación integral,
económica, política, social, de las FARC-EP a la vida de la nación, con unas
condiciones esenciales y básicas. Si eso no se cumple, mucho menos se va
cumplir lo sustancial. El proceso de paz está atravesando un momento crítico
que comienza en el incumplimiento de las garantías esenciales para que quienes
se reincorporaron tengan las mínimas seguridades de subsistencia y no se
produzca, al no ser que sea el interés del Estado, el retorno a la violencia.
Estamos en un terreno movedizo en el que ya se
han comenzado a producir fenómenos de reciclaje de violencia inédita con consecuencias
incalculables en costos sociales, económicos y políticos. Las FARC van a mantenerse
en el proceso de paz, van a ir a la JEP y al Congreso de la República donde
seguramente darán duras “batallas”, tomaran distancia de la violencia y de la
guerra, pero el Estado está sembrando en un territorio carente de oportunidades,
un nuevo y más devastador ciclo de violencia.
Es evidente que el santismo se quedo sin capacidad para sobornar a su bancada en seguir moviendo hacia adelante los acuerdos. Sin soborno no hay votos y los que ayer estaban por los acuetdos hoy buscan aliarse al facismo con tal de recibir los pagos. Si no queda Petro o la derecha moderada de Fajardo y de la calle, las mafias de la extrema derecha haran retroceder el pais en lo politico al autoritatismo y en lo economico al saqueo de los recursos provisionalmente conservados por decadas de guerra. Y sin digitalizacion de actas el fraude es inminente.
ResponderEliminarEl profesor Medina, orienta en su analisis, la corrupción del Congreso, cuya preocupación es el reporto de botín burocrático y de las coimas, no da a lugar a la aprobación de las medidas políticas 1 económicas tutor, necesarias que garanticen el cumplimiento integro de los acuerdos ya la comunidad internacional tiene los argumentos que le faltaba para declomor a Colombia como Estado fallido
ResponderEliminarSi LOS COLOMBIANOS se hubieran dado a la tarea de leer el texto del.acuerdo, se hubieran dado cuenta a mi parecer de una cosa esencial que usted menciona en el articulo «es por un lado la reforma agraria tal vez mejor presentada y estudiada en años de parte de la institucionalidad, dar tierra, proteger territorios, ayudar en la producción y buscar la cooperatividad son principios a mi modo de ver fundamentales en el campo, y por otro lado este acuerdo y para mi un poco irónico ya que es de nuevo un aguerrilla la que busca una materialización de la.Constitución.
ResponderEliminarTal ves si la gente hubiera leído el
Texto, no se hubieran dejado meter los dedos en el culo para después dejarselos meter en la.boca, con interpretaciones manipuladoras.(ideologia dede genero y país cocalero entre otras).